Las redes sociales, las plataformas de streaming y los dispositivos móviles han cambiado completamente el mundo y la forma en que interactúan entre ellos los seres humanos de este siglo.  Desde los métodos de estudio hasta las compras cotidianas están impactadas por la comunicación digital.  Toda actividad humana, de cierta manera, es susceptible de ser compartida en la red.

La República Dominicana no es ajena a este fenómeno.  La revolución de los likes, los views y los comentarios alcanza ya casi todos los ámbitos de la vida diaria de nuestros compatriotas.  Con excepción de los políticos, todos los demás referentes sociales del dominicano de hoy provienen del ecosistema digital de las redes sociales.

A los políticos nos ha costado un poco más ser parte de la ola porque aún no comprendemos los vericuetos de esa nueva forma de comunicación.  Para la política local las plataformas digitales son un terreno virgen que será una mina electoral para el primero entre los líderes que se dedique a construir su base social utilizando estos novedosos medios.

Así como Bosch transformó la forma de hacer campaña electoral en 1962 haciendo uso exclusivo de la radio a través de Tribuna Democrática o Donald Trump rentabilizo políticamente Twitter y Facebook en 2016, en algún momento los dominicanos habremos de tener un líder político cuyo ejercicio fundamental de comunicación política sea a través de las redes sociales.  Aunque en la actualidad hay algunos intentos como el de Ito Bisonó, todavía no existe una conexión que convierta ese ejercicio en exitoso electoralmente hablando.

Imaginemos por un momento que un político dominicano pueda conectar con el electorado a través de su cuenta de Instagram, un canal de Youtube o su página de Facebook y que pueda a través de ahí crear las condiciones para construir una mayoría social y política capaz de materializarse en las urnas.  Llegados a ese punto se obrara un verdadero cambio no solo en el costo de las campañas electorales, sino también en la manera de interacción y en las formas de presentar y constituir plataformas programáticas mucho más participativas.

Aunque pueda parecer lejana esa etapa, recordemos que en la política, como en la vida, lo que tenemos como certeza de hoy, puede ser incertidumbre mañana y viceversa.

Ante lo inesperado, no hay plan B que valga.  La vida es siempre incierta, por ahora.