LA BDB BIBLIOTECA DOMINICANA BÁSICA AL DÍA DE HOY

1.-La colección se inicia con el dominico-cubano, más domínico por haberse nacionalizado, pero no solo por eso, sino por haber dedicado su vida a estudiar al país y a su literatura, me refiero a Federico García Godoy (1857-1924), tronco al mismo tiempo de una familia de escritores, vinculado a la ciudad de La Vega, donde se le considera nativo.

De ese prolífico escritor, se ha escogido su obra El derrumbe, que más que una novela es una obra histórica que se refiere al eclipse de la nacionalidad bajo la ocupación norteamericana. Según su presentadora la recientemente fallecida Pura Emeteria Rondón, que con ese prólogo podríamos decir que dijo su última palabra literaria, señala al concluir: “Acerquémonos a esta maravillosa obra, valoremos su extraordinario contenido y emulemos las actitudes de su autor: su extraordinario talante humanista, su fe en el porvenir de la nación, su vocación de patriota”.

Del autor tomamos esta reflexión: “Me parece esta hora sombría propicia para evocar la memoria de aquel paladín representativo de la juventud dominicana incontaminada y devota de los grandes ideales, que se llamó Santiago Guzmán Espaillat”….

La 2, es la selección de un poeta muy querido, se trata de Juan Sánchez Lamouth (1929-1968), con el título de Presencia de los frutos, selección de Cayo Claudio Espinal y José Enrique García y un prólogo de Manuel García Cartagena; es sin duda, uno de los mejor apadrinados de la DBD:

He aquí un ejemplo de alguien que no conoció personalmente al poeta como mucho de nosotros, que habla propiamente de su obra y lo ve más o menos así: “A juicio de quienes le conocieron, Sánchez Lamouth no solo era buen poeta, sino alguien que había logrado aquilatar una sólida cultura poética a base de dilatadas lecturas y discusiones con conocedores y expertos”. Esta declaración, sincera, de un académico que ha conocido grandes poetas, le hubiera satisfecho a Juancho, y la consideramos una invitación a releerlo apasionadamente.

De él hemos escogido su poema  Tarjeta de presentación: “Mi nombre:/ Juan./ Color: Negro Latino./ Residencia:/ La Aldea./ Ocupación:/ Poeta. / Bienes:/ La poesía./ Seña Particular:/ Una herida profunda/ que me supo abrir/ la Oligarquía.

3.-Un poeta capital. El lírico mayor nacido en esta ciudad, donde no ha sido honrada ninguna calle con su nombre, me refiero a Franklin Mieses Burgos (1906-1976), que con el título de El Sembrador de voces, ha sido presentado por un especialista en su obra y su persona, Federico Henríquez Gratereaux, quien nos señala un hecho único en los anales literarios del mundo: Franklin se alfabetizó a los catorce años. Que nació en el 1906 y no en el 7, y que apenas nueve años después empezó a escribir versos, en principio modernistas. Luego fue evolucionando. Sostiene que la poesía de Franklin es “a la vez, musical, conceptual y descriptiva, cumple con las tres grandes exigencias postuladas por Ezra Pound”.

De él, como muestra para enviciar a los que no lo conocen bien: Canción de la voz florecida: “Yo sembraré mi voz en la carne del viento/ para que nazca un árbol de canciones;/ después iré soñando músicas inaudibles/ por los ojos sin párpados del llanto./ Colgada sobe el cielo dolido de la tarde/ habrá una pena blanca, que no será la luna./ Será una fruta alta, recién amanecida,/ una fruta redonda de palabras/ sonoras, como un canto,/ maravilla sonámbula de un árbol/ crecido de canciones, semilla estremecida/ en la noche florecida del viento:  mi voz.

La No.4, es toda una revelación cultural. Está dedicado a la obra poética de uno de los más raros poetas nacionales, impar en el mundo hispano. Se trata de Manuel Zacarías Espinal (1901-1933).  En este caso se ha tomado el libro ya clásico de su sobrina Ligia Espinal de Hoetink, aunque se ha variado el título con uno bien vedrinista: Crepúsculo perplejo, que realizó el milagro de rescatar de un olvido inmerecido al creador del Vedrinismo en 1926. Este solo hecho hace que sea objeto de estudio y veneración. Entre las rarezas de Zacarías Espinal veremos la siguiente: de su soneto (Ágil y presta Ninfalia): “Ágil y presta Ninfalia/ de Alcione y de Gorikó/ Diotimia de Hitalembó// Atreve un beso en la Onfalia/ de tu occipucio bigankó/ y eres Nilka o Salambó/ en una gótica infalia…// Bulle como Hipagalem/ Dorka de Jerusalem/ narcótica Paragarantha,// tienes como una Amadriada/ una boca envenenada / con los filtros de Athalanta.”

El No. 5, un clásico narrativo. La novela de Tulio Manuel Céstero (1877-1955), La Sangre, Una vida bajo la tiranía, ha sido presentada por un escritor de mucho fuste, me refiero a Juan José Jimenes Sabater, mejor conocido como León David, que nos concluye diciendo: “ En La Sangre el escritor cristobalense, dentro de la mejor tradición realista que nos legara el siglo XIX (siglo por cierto, en el que el género novelístico alcanza su plenitud y define con claridad sus formas), nos provee una ficción narrativa de largo aliento que si no reputamos perfecta, poco le falta para serlo”.

Tulio, como hemos demostrado en nuestro reciente libro Modernismo y criollismo en el siglo XIX (La turba letrada y los mitos literarios), es, ciertamente nuestro primer modernista con todas las consecuencias del caso y a pesar de lo que indica León David, con acierto, una lectura detenida de La Sangre nos mostrará lo modernista que siempre fue este maestro de la prosa. De esa obra copiamos: “Heureaux aparece por primera vez en la Historia apuntando con su arma al general Salcedo, en la plaza de Moca. Durante años es uno de tantos guerrilleros un oficial criatura de Luperón”.

Invitamos a los que no la han leí a detener sus ojos en sus páginas. No será defraudado, Y se dará cuenta lo que es una tiranía, ahora que hay gentes aquí pidiendo un dictador.

La No.6, es la obra de un poeta emblemático, se trata de Domingo Moreno Jimenes (1894-1986), con el título de uno de sus libros: Palabras sin tiempo, por ser de nuestra autoría, dejaremos para el final nuestros comentarios.

La No. 7, tiene un padrino extraordinario. Con el título de Textos Escogidos, se refiere a uno de nuestros cuentistas principales, a Virgilio Díaz Grullón (1924-2001), presentado nada más y nada menos que por alguien que lo conoció y trató en la familiaridad, nuestro Ministro Pedro Vergés, que comienza recordándonos que Virgilito (el diminutivo como el Dominguito de Moreno Jimenes, se debía a que el padre, en este caso el poeta Ligio Vizardi, Virgilio Díaz Ordóñez tenía ese nombre), se inició sorpresivamente con unos cuentos extraordinarios y con un título tan simple como Un día cualquiera. Pocas veces un autor, con una primera obra se consagra. Luego habla de las diferencias entre este libro y Crónicas de Altocerro, que es más narrativa que la anterior. Escogemos las palabras finales de su presentador: “La circunstancia de que tras la publicación de Los algarrobos también sueñan, Virgilio Díaz Grullón –escritor mesurado y estricto, nada proclive a los excesos– no haya ampliado ese ciclo narrativo ni iniciado tampoco ningún otro, favorece sin duda, la síntesis que pretendo haber hecho. Pero no me parece que lo opuesto le hubiese contradicho en lo más mínimo. Todo lo más le habría convertido en un punto de vista en convivencia con otros similares o distintos que le habrían enriquecido por semejanza o completado por contraste. Quede lo escrito, en todo caso, como lo que he dicho, una aproximación a la obra narrativa de uno de los mejores escritores dominicanos del siglo XX.”

Veamos un ejemplo de la narrativa de nuestro narrador, en el cuento Pesadilla: “El miedo insuperable, absurdo, paró en seco la carrera del niño a través de la calle y le apretó con mano de hierro el corazón. El monstruo estaba otra vez allí, agazapado tras la alta pared que levantaba su argamasa de tierra y piedras frente a la casa. Desde donde el niño observaba, angustiado, solo podía vele la cabeza, pero adivinada su cuerpo inmenso enroscado como el de un culebra gigantesca, fuera del alcance de su vista”.

La No. 8, es la presencia del monstruo cultural que fue Manuel Rueda (1921-1999), que con el título de Materia del amor,  con una selección poética hecha por alguien que lo conoció de cerca y que ha sido el que más ha escrito sobre su obra, José Alcántara Amánzar, con la presencia del segundo Sorprendido, como llamó Ramón Francisco a los poetas de La Poesía Sorprendida, estamos pisando tierra firma de la excelencia.

Alcántara Almánzar concluye su estudio: “La obra artística de Manuel Rueda –quien falleció en Santo Domingo el 20 de diciembre de 1999– es una de las piedras fundamentales de la cultura dominicana contemporánea, como la prueba de medular contribución a la música y a las letras, de nuestro país. Su deslumbrante legado constituye un hito referencial indispensable para las presentes y futuras generaciones.”

De Manolo Rueda escogimos La Noche Alzada, uno de esos sonetos que tanto deslumbraron a críticos de Chile: “Urdido soy de noche y de deseos./ ¡Qué negro resplandor, qué sombra huraña/ preludian mi nacer! En una entraña/ de oscurecido asombro me paseo. // Buscador del contacto. Lo que creo/ vive en mis dedos como pura hazaña/ de ciego amor y cuerpo que no daña,/ adolescente siempre en su jadeo.// Con un  rubor temido, con un miedo/ de encontrarme la cara y la medida/ del ignorado espacio en donde ruedo// justa en la luz y a su vedad ceñida,/ alzo mi noche –todo lo que puedo–/ ya sintiendo llorar mi amanecida”.

La No. 9, es una selección con el título de Yerba bajo las piedras, de la poética de Héctor Incháustegui Cabral (1912-1979), con selección y prólogo de un deudor literario suyo, José Enrique García. Digo esto porque no hay escritor del Cibao, especialmente, que no le daba algo a don Héctor. Su tiempo en la Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago, la UCAMAIMA, como le llamaban entonces, como escritor residente, le dio un inusitado prestigio a aquella incipiente escuela superior y si hoy hay una cantidad de escritores valiosos en aquella zona, es impagable la deuda con él que recibía en su casa familiar, con la complacencia de doña Candita Salvador, su amada esposa, charlando como un compañero cualquiera, con soltura y amabilidad.

José Enrique nos advierte al final de su prólogo: “De cada uno de sus libros publicados, que suman 16, tomamos una muestra. Aunque la selección no pretende ser una antología, en este caso creemos que funciona de las dos formas: es elección y antología a la vez.” De modo que cualquier lector puede tener una visión panorámica de la obra poética, de uno de los poetas básicos, hoy un tanto olvidado por los mal agradecidos que tanto le deben.

De sus versos solo escogemos estos de su poema Invitación de los de arriba: “Sí, a vosotros yo os invito,/ si queréis bajar,/ podéis hacerlo.// ¿Qué no tenéis cuerdas/ ni escaleras de mano/ ni los deseos ni los impulsos necesarios?// Tanto peor para vosotros,/ para vosotros que vivís,/ nada más que para la blanca superficie:/ o mantel o sábana o pañuelo,/ el fino pañuelo de hilo perfumado/ con la mentira artificial fragancia de los azahares”.

No. 10, esta vez, hay un encuentro con el pueblo. Se trata del maestro de la décima que aquí iniciara Meso Mónica: hablamos de Juan Antonio Alix (1833-1918), de Papá Toño, como le decimos con cariño y le llamaba el pueblo que acudía al Mercado de Santiago y más que adquirir cosas materiales el afán era llevarse la última de Papá Toño. Con el título de Décimas de siempre con el prólogo de Fernando Cabrera, uno de esos poetas de Santiago que no hacen mucha bulla, pero que trabajan tesoneramente, quien en sus conclusiones nos dice: “Es oportuno, a cien años de su muerte, otorgarle a Juan Antonio Alix, el reconocimiento del que le hizo merecer su pasión creativa, al iniciar la escritura de lo nacional en versos medidos y rimados con esa maestría natural y frescura que aún perdura, o mejor aún, que no ha sido superada.”

De Papá Toño escogimos A la señora Anacleta: “Como yo siña anacleta/ yo quieo sei su preferío/ con nadie se comprometa/ en muriendo su marío//

Yo sé que eita en la cama/y que plumiándosetá/ y que no le vale ya/ que se prenda de una rama// Yali uyí de uté la fama/ que dará bien repleta/ uté no se comprometa/ con hijo de Dio nacío/ que uté no jalla un marió/ como yo siña Anacleta.// Yo no tengo ma defeto/ como bien le cota a uté/ que el cachimbo y el café/ y veime un poco reto./ Pero yo si soy completo/ Y si con uté me lío/ tendrá un macho en el bujío/ que le cuidará su biene/ con que si a uté le conviene/ yo quiero sei su preferío.// Como agora etá la gente/ que si usté petaña pieide/ yo quiero que de mí se acueide/ y que me tenga presente/ que si yo con pecho aidiente/ madrugué siña Anacleta/ No quiero que ningún chancleta/ me la venga a codiciai/ y si la mando a guadai/ con nadie se comprometa./  Si acaso Vitorio/ dejara ropa negrúa/ me empretará una múa/ pa yo i a su velorio/ que yo llegando al moituorio/ como soy hombre aibeitío/ entraré medio escondío/ pa que no me vea el difunto/ y hablaile dei asunto/ en muriendo su marío.

La No.11, se trata de una personalidad magnífica de nuestra cultura. Nacido en Tamboril, Tomás Hernández Franco (1904-1952), que además de la colección de magníficos cuentos líricos, Cibao, de Yelidá, tiene una obra literaria que ha sido estudiada por José Enrique Delmonte, con el título de Poemas y narraciones, concluye diciendo: “Las expresiones e imágenes insertos en estos poemas evidencia que todo lo anterior estuvo dicho  en la inmensidad de Yélida…”. De él tomamos a Mañana, por breve, ya que va siendo muy larga esta intervención: “Desolación de mi aposento,/ el sol de esta mañana está dorando/ la calvicie de todos los tejados./Desde mi ventana yo contemplo/ la chimenea de una fábrica./ Rumor, rumor, rumor/ de todo un pueblo que trabaja./ En medio de este ruido/ la soledad me deja una profunda/ sensación de vacío./ Sobre el espejo se ha quebrado/ un rayo de sol./ Hay que lanzarse a la calle/ como ayer. Como siempre./ Dolor. Dolor. Dolor.

Finalmente, como prometimos, nos vamos a referir a la selección poética que hicimos de una persona a quien quise mucho y de quien recibí muestras de afecto de padre a hijo. Así me llamaba: Hijo. Yo le decía Maestro. Dominguito Moreno Jimenes era una persona difícil, pero había que entenderlo. Amaba la soledad y el silencio. En uno de sus poemas nos lo predica: Aislarse, /no hay para ser feliz, como aislarse. Mis palabras concluyen: “Discutido, amado, vilipendiado, a lo largo de su extensa vida de ser humilde, solitario, su obra poética gracias a su largo ejercicio de medir los versos mantiene cierta armonía extraña. Además, muchos de los que vinimos después fuimos influidos por su amor al paisaje nacional, por el uso de sus tropos y especialmente por ese amor desaforado a la poesía, agradecidos de que hubiera sido el gran liberador del verso.”

De él, para cerrar mi intervención un poema breve: Trozo de Pueblo:

“Esas casas de cana / donde se respira felicidad. /  Esos albergues tímidos / donde hasta la angustia es un silencio./  Esa jovialidad de pecho joven / que hace brava a la gente./Esas canas de anciano que al sol vigilan vírgenes. / Esa tranquilidad de perspectivas. / Ese canturrear de la madrugada; / ese respeto de la tarde;  esa serenidad de la noche… / Esos pasos ignorados de los héroes /  por campos de ausencia y de muerte. /  La tarde humeaba; /  El horizonte echaba chispas;/ / al frente, unas luces; /  un poco distantes… (¡Ay Bartolina, si yo volviera a verte como en la época de tu fresca hermosura!).