En el siglo XIX, los proyectos de resistencia y la lucha anticolonial, no son exclusivos de la República Dominicana. En toda América Latina para el 1860 se habían producido grandes cambios impulsados por las ideas liberales republicanas, las cuales gestaron procesos de emancipación e independencia de dos centros coloniales: España y Portugal. Con la excepción de Cuba y las colonia inglesas, francesas y holandesas que seguían bajo el poder de los Estados coloniales.
El proyecto nacionalista de los restauradores y restauradoras está enmarcado en el ideal de construir una república, bajo el modelo de Estado/Nación. Estos imaginarios del siglo XIX ofertaban en sus narrativas, los ideales de patriotismos y la desarticulación del proyecto colonial español, para crear identidades nacionales basadas en la noción de Patria.
Lo geográfico como espacio vital se constituyó en el marco en que se definían las subjetividades, los símbolos del poder de la incipiente burguesía local, el catolicismo, la formación de un Estado y cierta modalidad de construcción de un supuesto identitario que consideraban propio, en torno a la cultura impuesta por el blanco peninsular. La idea de soberanía fue la apuesta.
El modelo occidental colonial no se cuestionó a profundidad. Y se aceptó la fenomenología religiosa del catolicismo en los discursos patrióticos. La matriz del saber, la vida cotidiana y el imaginario social rechazaron el olor y el poder de la “Madre patria”, pero no así, la leche y valores fundamentales de la colonialidad. Se enarboló el discurso de “la Patria” como falo simbólico, para habitar la alocución de la psique, la memoria, y los habitus de obrar, pensar y sentir asociado a la posición social de clase, con que se construían las identidades culturales y el Estado.
La Guerra Restauradora en el marco de los discursos y acciones epocales inaugura un proyecto burgués incipiente, para legitimar un “nuevo orden social”, un manejo del cuerpo y una matriz semántica en la que no se perdieran los propósitos simbólicos de las subjetividades que mantenían el orden de una clase sobre otras, y que permitieran desarrollar más tarde un Estado Católico. La Guerra Restauradora es un proyecto republicano en el que el Saber y la Acción responden a la intelección de un plan que busca la separación del Estado colonial español.
Los pensadores nacionalistas decantaban la propuesta revolucionaria e instaban a las poblaciones subalternas a revelarse contra el Estado Español. Bajo la ideología hegemónica, de que los otros, el español y sus aliados, no eran el camino para establecer el proyecto de Estado/nación, tal como se mercadeaba para la época, en el mundo occidental.
El proyecto restaurador reivindicaba los ideales androcéntricos, aunque mujeres y hombres del pueblo lucharon hasta la muerte, para desarticular las fuerzas españolas y sus aliados. Se utilizaron los caudillos locales para propagar las ideas revolucionarias entre la población campesina. José Francisco Bonó destaca la participación de campesinos, monteros, comerciantes y caudillos locales en la gesta restauradora.
La historiografía recoge que las masas campesinas independientes y dispersas, muchas de las cuales estaban alejadas de las relaciones de mercado desencadenaron un movimiento espontaneo de resistencia por todo el territorio, contra las fuerzas españolas. Razones de sobra tenían para sublevarse y conformar guerrillas para enfrentar a las élites españolas y su ejército. Pero no creo en la espontaneidad social. La guerra que aconteció entre 1863 hasta 1865 entre los dominicanos y el ejército español, fue el resultado histórico de fuerzas sociales, económicas, políticas y culturales. El descalabro del sistema colonial español no resistía las nuevas realidades que se escenificaban en el contexto isleño, ni las variopintas alternativas de los grupos emergentes sobre el destino del Estado.
Las elites anexionistas y peninsulares españoles gobernaban bajo las instancias de la Corona Española. Defendían y mantenían un mercado monopolizado. Por ello, elevaron los impuestos y protegieron las mercancías importadas de la metrópolis. Abiertamente se manejaron con prácticas racistas, tanto dentro de la jefatura del Estado como contra la población, la que en su mayoría era negra, mulata e indígena.
Diversas son las variables que intervinieron en dicho momento histórico. La historiografía rescata algunas de ellas, tales como꞉ El monopolio sobre el tabaco, la entrega de animales al ejército español sin paga y las presiones por los altos aranceles a los grupos comerciantes y racismo, entre otras.
Cabe destacar que la población tenía temor a los peninsulares. Y ese miedo tenía su base material, Cuba colonia de España estaba todavía, bajo el sistema esclavista de producción. El racismo es una variable transversal que franqueó la consciencia de la población y tuvo peso en las bases campesinas. Sin embargo, estas masas como estrategia de resistencia trataban de permanecer al margen de los ideales urbanos, ya sea colonial y no colonial. Era un campesino muy tradicional que trabajaba la tierra en condiciones de marginalidad y que permanecía unido a la posesión con característica semiautónoma. Su participación, en las guerrillas restauradoras tiene mucho que ver con los caudillos locales.
Eran los que movilizaban el mundo campesino. Los caudillos eran líderes regionales o locales que servían de mediación entre los diferentes grupos de clases. Su reino propio de estamentos premodernos, jugaron un papel importante en la conformación de las identidades regionales y los liderazgos paternalistas que posteriormente tendrían relevancia en la Republica.
Los caudillos manejaban relaciones especiales con las masas campesinas. Legitimaban lazos de autoridad y compadrazgo. Eran agentes especiales en una sociedad fracturada por el aparato colonial. Los caudillos gestaron su liderazgo bajo relaciones sociales y económicas fragmentadas y autónomas. En esas instancias pre-republicana, el poder de los caudillos se sostenía en los espacios rurales, amparado en lo oculto y en ciertas dependencias semi-feudales de afecto/obediencia. Articulaban un sentido de comunidad, más que de Estados y respondían más a las instancias regionales que estatales. En el plano político frenaban los intereses burgueses.
En América Latina, estas jefaturas locales se presentaron antes y después de las llamadas guerras de independencia. Es una figura histórica de resistencia, que desafiaba a la naciente burguesía y que prefería actuar con la mayor autonomía posible. Aunque en múltiples ocasiones actuaron coyunturalmente apoyándose contra el Estado colonial.
La Guerra Restauradora, no es el fruto de una rebelión campesina. Es un movimiento que articuló diversos actores/as sociales de clase: campesinos, caudillos locales y burgueses incipientes. Es típicamente un movimiento de lucha armada que cumple con las características generales de la mayoría de las guerras de independencia latinoamericana. Una masa descontenta local formada por grupos de comerciantes urbanos, caudillos, pequeños propietarios y comerciantes agrícolas y burgueses incipientes, que intentan socavar las bases del poder colonial.
Tan típico eran los caudillos que dirigían la cabeza de los cuerpos militares. Muchos de ellos, se convirtieron en próceres de las revoluciones de independencia. Y más tarde, cuando lograron tomar el poder político se convirtieron en dictadores durante y tras los procesos independencia. Tal es el caso de Gaspar Polanco y más tarde Ulises Heureaux. La figura del caudillo es relevante en la Guerra Restauradora.
El movimiento restaurador no manejo en sus discursos el problema de la lucha social de clases, ni de las autonomías culturales étnicas, ni de las fraternidades internacionalistas. Como tampoco habló sobre la construcción de sujetos autónomos emancipados, libertad de culto, derecho al voto de las mujeres, entre otros, como se trataba en los lenguajes de mediado de siglo XIX en Europa. Pero si se planteaban los ideales de justicia, soberanía territorial, la vuelta a los símbolos republicanos (bandera, monedas, sellos, etc.) que definen una comunidad política imaginada, la cual por supuesto estaría dirigida por un grupo de clase, bajo los ideales de la colonialidad occidental y del modelo de Estado/nación.
La Restauración fue un proyecto gestado por las élites cultas, que defendían las ideas de la nacionalidad y el nacionalismo. No obstantes, para que ese proyecto pudiera sostenerse y propagarse por todo el territorio, tuvieron que aliarse con las clases subalternas, caudillos, campesinos y comerciantes agrícolas. Los cuales se unieron al proyecto emancipador por el descontento y el dolor que provocaba la cúpula anexionista española y ciertas élites de poder que se sostenían con los beneficios de la colonialidad.
Fue una guerra apoyada por lo popular, pero no gestada por el mismo pueblo. En contraposición con lo que plantea Emilio Rodríguez Demorizi el cual sostiene que fueron las masas populares, la que arrastraron a las élites a romper contra los peninsulares españoles.
Los discursos del siglo XIX y XX se orientan a esas dos visiones. Unos que fueron las élites educadas la que gestaron y propiciaron el descontento y otros que son los de abajo, los que cansado de la opresión impulsaron y se enfrentaron al Estado Español. Me adhiero a la primera, porque todo proyecto popular inaugura un Nosotros, comunidades sostenida en el bien común. Y el proyecto restaurador no superó los límites de la racionalidad decimonónica de mediado de siglo XIX, en la que el proyecto de Nación era la frontera entre lo colonial y el republicanismo.
El proceso de imaginación que instaura la identidad nacional y su reproducción, no puede germinar sin los lineamientos de clases, jerarquías, fronteras nacionales y las reivindicaciones mistificadoras de la ancestralidad española, frente a masas de personas de ascendencia africana y pueblos originarios que constituían, la gente de abajo, y por ende los vencidos del proyecto colonial español. La figura histórica del movimiento restaurador dominicano nace de un gestor importante, el burgués y su proyecto de Estado Nación.