Hace unos días me vi forzado a abrir mi cuenta de Facebook, digo forzado porque simplemente quien no está en las redes sociales es como si no tuviera país o nación, como si no existiera para el mundo dominado por las comunicaciones.

Por ejemplo el Facebook. Aunque es un arquetipo de la desigualdad social y de una democracia subordinada, no estar en esa red social es una muestra de insuficiencia de representación casi total, que es hacia donde se dirige la sociedad moderna.

Ya no se trata de un medio social, de un medio de intercomunicación, se trata de un componente ineludible en la actividad humana de hoy. Y, aunque es utópico decirlo, se convierte en el tiempo pretérito  en un suplente de entidades de representación democrática.

Facebook empezó como un barrio pequeño y hoy hospeda una 'comunidad' superior a la mayoría de los países dichos republicanos. Integrarse es ser parte de una sociedad (de amigos, de socios, de 'hermanos', etcétera). Se erige así una república virtual, un escenario implícito, una representatividad actuante e influyente.

Y nos hace pensar en que tal vez el internet (que hace posible a esas republicas) es más que un medio de comunicación y es, además, un sucesor de entidades representativas de la sociedad dicha democrática y/o representativa como el congreso como poder del Estado.