Tradicionalmente el huevo ha sido el símbolo de la resurrección.
El huevo representa el renacimiento, la vuelta a la vida.
En la tradición cristiana es el símbolo de la resurrección de Jesús el Cristo
(La Pascua Florida-Easter).
También, desde tiempos inmemoriales, el huevo es el símbolo por antonomasia de la primavera, cuando todo renace en la tierra.
¿Qué tiene la religión en común con el huevo? Aparentemente nada.
Sin embargo, en la estructura del huevo se encuentra la fórmula maestra, el diseño unitario de todo lo que existe.
El huevo es una especie de “bosón de Higgs” de la realidad física tridimensional en la cual vivimos y nos movemos. Peter Higgs fue el descubridor de la partícula o principio elemental de la materia.
El símbolo de la cruz, desde mucho antes de la era cristiana, simbolizaba el movimiento en espiral de todo lo que existe. Los nazis se apoderaron del símbolo (la suástica) y lo convirtieron en un símbolo maligno, a pesar de que la Estrella de David significaba lo mismo. Dos triángulos (dos grandes energías) encontrándose a sí mismas en el medio. El “in medio stat virtus” (la fuerza está en el equilibrio” de los romanos.
En el cristianismo el huevo se convirtió en símbolo de la tumba desde donde resucitó Jesucristo, dándole un sentido de transformación cualitativa a la vida.
El huevo contiene los 90 minerales esenciales, los 20 aminoácidos proteínicos básicos y las doce vitaminas necesarias para la nutrición integral del ser humano. Junto a la jalea real de las abejas, el huevo es un alimento completo, siempre y cuando no lo friamos. Ambos alimentan y curan al mismo tiempo.
Uno de los principios de la medicina naturopática es que el organismo puede curarse a sí mismo a través de una nutrición apropiada. Eso y a pesar de que muchos piensan que el huevo contiene mucho colesterol.
Resulta y viene a ser, sin embargo, que el colesterol (grasa) que contiene el huevo es el HLD (High Lipoproteína Density o colesterol “bueno”) y no tanto del “LDL” (Low Lipoproteína Density) llamado el “colesterol malo”).
El huevo es un micro-planeta y sus ligamentos en espiral en forma de hélice (hélix) son la réplica exacta de la energía cósmica que fluye a través de los polos magnéticos de los planetas. Lo mismo sucede con el ADN (Acido Dexisoribonucleico) y el ARN (Acido Ribonucleico) del genoma humano donde se manifiesta el mismo principio en su hélice.
Comprendiendo al huevo se termina comprendiendo al Universo y, comprendiendo a éste, se llega a deducir la realidad del huevo pues, como en un lago donde has lanzado una piedra, cada onda es la réplica ampliada de la primera. El mismo diseño manifestado y repetido de diferentes formas. El blue-print (modelo, paradigma) de todo lo que existe. El micro átomo en el macro-átomo (el planeta tierra) girando alrededor de su núcleo central (Helios, el Sol).
De acuerdo con el ingeniero dominicano Elías Estrella, en su libro “Los Túneles del Tiempo”, en las columnas de Joaquín y de Boaz del templo de Salomón (símbolo del diseño central de la vida- 1Reyes 7: 21) se encuentran reflejadas en las dos fuerzas en hélice de todo lo que existe. En el huevo se manifiestan en los dos ligamentos que componen el huevo y que mantienen a la clara separada de la yema. Esta última funciona en forma de núcleo alrededor del cual los protones, electrones y neutrones giran constantemente (un micro sistema solar), haciendo realidad la vieja expresión esotérica: “Como es abajo es arriba y como es arriba es abajo”.
La fuerza magnética que energiza al huevo y a su ADN-ARN, moviéndose en espiral, es el mismo flujo que se desplaza a través de los polos de un planeta.
Este es el símbolo de las columnas de Joaquín y de Boaz que estaban reflejadas también en las Torres Gemelas de Nueva York, simbolizando el “poderío mundial”. Su destrucción total fue un atentado contra el control establecido en el planeta, presagiando un “Nuevo Orden Mundial” (“Novus Ordo Saeclorum”, palabras que aparecen impresas en el billete del dólar.
“Como en el Candelabro Bíblico o Hanuka”, afirma Elías Estrella, “con sus dos Testigos (Querubines), cada uno descompuesto en cuatro caras” (Ex.25:22), expresado en los 22 cromosomas (2+2=4) de la “semilla humana” (el espermatozoide). Se trata de una ley básica que se repite a si misma a través del Universo. Sistemas, constelaciones, galaxias, todas girando alrededor de un eje central y ascendiendo en espiral (como el ADN) en forma de hélice a través del espacio infinito”.
En el genoma humano sucede algo similar pues, una vez fecundado el óvulo por el espermatozoide, éste se convierte en un micro-universo en el vientre de la madre siguiendo el mismo patrón central.
Ya existe un ser humano en el momento mismo de la fecundación.
El genoma humano funciona como un libro abierto, donde se designa el organismo que debe surgir de él de acuerdo a sus características genéticas. Cada célula contiene al genoma completo y es una copia perfecta (reflejo, holograma) del individuo tal cual es. Todo se repite a sí mismo.
De acuerdo con Elías, así como hay dos testigos o querubines ante el trono de YHWH (el Tetragrama que se traduce como “Yo Soy el que Yo Soy”) hay también dos polaridades o manifestaciones hegemónicas, a través de las cuales fluye el magnetismo constante de todo lo que Es.
Este es el mismo símbolo que se observa hoy en día en el escudo de Israel.
El Caduceo de Hermes Trimegisto, la insignia de los médicos, es uno de los símbolos que expresan esta manifestación de las dos fuerzas complementarias en forma de hélice ascendiente (Kundalini) hasta balancearse ambas en el cerebro humano.
El candelabro o Hanuka representa a la médula espinal del cuerpo humano con sus dos polaridades (los dos hemisferios cerebrales) cada uno ramificàndose en cuatro (los rostros de los querubines) los cuales, a su vez, se expresan en doce manifestaciones subsiguientes (doce nervios craneales cada uno a través de las doce vértebras). Es decir, que alrededor del núcleo central existen 24 manifestaciones, como si se estuviera ante el Trono del “Yo Soy el Que Soy” (YHWH). Es el símbolo de la Vida existente en nuestro Universo.
De ahí que el cuerpo humano es un fiel reflejo de ese mismo patrón central.
(The New York Times, 25 de febrero del 2003- Dennis Overbye).
Por eso al cuerpo humano se le considera desde la antigüedad como un templo donde reside la presencia individualizada de todo lo que ES. Como la Hanuka hebrea, simboliza holográficamente el cuerpo de la Manifestación Creadora.
El huevo contiene la fórmula unitaria que la ciencia (Stephen Hawking) está tratando de definir como la fórmula básica de todo lo que existe.
La religión poco tiene que ver con la ciencia pero, como en el caso del huevo, es una manera concisa y concreta de ambos encontrarse con el principio de la Energía total. Ese encuentro (estallido) es como un gran “Big Bang” desde el centro de “La Vida” tal cual ES. Esto se puede entender observando el principio unitario de todo lo que existe y nos rodea.
En otras palabras, que la ciencia y la religión, a pesar de sus diferencias dialécticamente contradictorias, se complementan mutuamente.
Los que no nos complementamos, ni parece que vamos a comprendernos nunca, somos los seres humanos.
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCION! ¡QUE RESUCITES COMO INDIVIDUO Y COMO PUEBLO!