El regreso por la puerta grande, de Hipólito Mejía a la política nacional, es el resultado de un fenómeno que se repite a lo largo de la historia política del siglo XX y principios del siglo XXI en la República Dominicana.

En la mayoría de los casos, más que el candidato mismo, han sido contextos de desencanto y frustración. En ese sentido se pueden ubicar los dos regresos de Joaquín Balaguer  (1966 y 1986) y  el de Leonel Fernández (2004).

1966 y 1986 fueron dos momentos traumáticos para la sociedad Dominicana. En el primero recién salía el pueblo dominicano de una guerra fratricida, con una economía colapsada y una sociedad que ansiaba un mínimo de seguridad. En ese momento la derecha supo articularse en torno al proyecto presidencial de Joaquín Balaguer, mientras los sectores liberales eran sistemáticamente perseguidos y diezmados por la Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.

En la coyuntura del año 1986 las políticas fondomonetaristas aplicadas por el PRD habían lanzado a la población a la calle por el alto costo de la vida. Por otro lado las opciones políticas vinculadas a los sectores liberales sucumbían ante la fragmentación de sus fuerzas, como fue el caso de la izquierda, el PLD comenzaba a crecer,  mientras el PRD se diluía en relaciones clientelares y luchas intestinas.

El regreso de Leonel Fernández en el año 2004 se produce en medio de una profunda crisis económica, que no hizo dudar a la población de la necesidad de un cambio. Pero al dirigir la mirada en busca de nuevas opciones, encontró nuevamente a la izquierda dividida y a un PLD abrazado a la derecha.

Hoy la República Dominicana enfrenta un profundo deterioro de los servicios públicos, así como de una escalada inflacionaria, que ha hecho desear a los dominicanos y dominicanas un cambio en la gestión del Estado, por lo que ha vuelto a dirigir la mirada en busca de opciones, encontrando nuevamente un PRD derechizado y los sectores progresistas igualmente divididos.

La historia se repite. El descontento fruto de los malos gobiernos y la fragmentación de los sectores progresistas han estado facilitando la rehabilitación de liderazgos, como el de Mejía.

Ya no existe la excusa de la persecución política, el contexto de hoy es construido por la concentración de la inversión pública y la falta de nuevas opciones capaces de construir un nuevo discurso y hacer sinergia con el resto de las organizaciones políticas del país, más allá de los dos partidos mayoritarios.