Los estrategas del PLD al impulsar su propuesta de reforma tributaria parece que hicieron una apuesta riesgosa: que la misma pasaría relativamente fácil y pese a los resabios que pudieran haber en sectores empresariales y políticos de oposición, la reforma pasaría sin grandes controversias. Dos supuestos parece que apoyaban esa visión: que el PRD como gran partido opositor estaba dividido, en cuyo conflicto interno el propio PLD había hecho se pequeña ayuda; en segundo lugar se pensaba que la llamada sociedad civil era un cuerpo escuálido, débil, sin poder propio de convocatoria. Por tanto, por ambos flancos todo indicaba que había camino abierto sin mayores tropiezos.
Los hechos posteriores han comenzado a mostrar la endeblez de los supuestos y en consecuencia el elevado costo de la apuesta peledeísta. Es sencillo: el supuesto de que el PRD estaba anulado para poder responder como fuerza opositora a la coyuntura de la reforma tributaria asumía que el terreno natural del PRD para actuar era el de la política de partido, y que como éste estaba dividido, en ese espacio dicha fuerza se auto-anulaba. Sin embargo, los hechos indicaron otra cosa.
Por un lado, en el ámbito parlamentario, donde el PRD en efecto es una minoría en la Cámara Baja y no tiene representación en la Cámara Alta, dicha fuerza política formalmente no podía ejercer presión hacia el gobierno. Pero ese argumento olvida que la política es puro símbolo. En el Congreso los diputados perredeístas, tanto los alineados con Miguel Vargas Maldonado, como los que se agrupan en la otra parcela mayoritaria, actuaron como un solo bloque, se unificaron en el rechazo al paquetazo tributario y votaron en contra de su aprobación. Al hacerlo, ambos grupos mostraban no sólo sensatez, indicaban también que pese a la división, pese al conflicto interno, en ellos prima un sentido más amplio de conservación de la especie, es decir, de la organización. Nadie en su sano juicio quiere suicidarse: si Vargas Maldonado y sus seguidores asumían otra orientación, digamos apoyando condicionalmente el paquetazo, su aislamiento de masas sería mayor. Si el PRD mayoritario se negaba a reconocer ese acuerdo en los hechos, perdía una formidable oportunidad de fortalecimiento interno. El resultado práctico hacia afuera es, sin embargo, el que importa: el PRD apareció como bloque monolítico rechazando el paquetazo tributario.
Otro aspecto fundamental del asunto es el cambio de disposición del grupo mayoritario del PRD que lidera Hipólito Mejía. Temprano mostraron una gran apertura hacia el resto de la oposición política, vale decir, Dominicanos por el Cambio (DXC), Frente Amplio (FA), Acción por la Democracia (APD) y Proyecto País (PP). De todas estas fuerzas políticas la única que parece no estar en la disposición de acciones conjuntas por parte de la oposición es PP, y es entendible: Guillermo Moreno parece estar pensando en el 2016 y trata de aprovechar la coyuntura del paquetazo fiscal para surgir como el polo político opositor par excellence. Es un riesgo que corre, pero es su riesgo, ya que el afan protagónico lo puede llevar al aislamiento o danar seriamente el movimiento de masas.
Lo que de todo esto se desprende, en cuanto al PRD y la oposición se refiere, es que se está incubando una cierta voluntad política de acción conjunta de la oposición, en función de aspectos de crítica y rechazo al adversario poderoso, que enfrentan, el PLD y, por vía de consecuencia, Danilo Medina, aunque no necesariamente. De esta última cuestión, surge una sutileza que con el tiempo puede convertirse en un verdadero tumor para el partido de gobierno y que el propio Presidente Medina parece entender muy bien, pese a que hasta ahora “baila pegao” con su Comité Político y sobre todo con el Presidente de su partido, el Ex Presidente Leonel Fernández. Se trata de diferencias de criterio en el enfoque de política del equipo al frente del gobierno y el aparato político corporativo refugiado en el Comité Político. Esto se aprecia en las claras diferencias de actitudes y lógicas de comunicación con la gente. Para poner un simple ejemplo: hay diferencias reales entre las declaraciones retadoras del Presidente del Senado Reynaldo Pared, que generan escozor y molestia entre la gente y las propias declaraciones del Presidente Medina, que siempre son mesuradas y discretas. Se aprecia también en una cierta y ambivalente disposición negociadora de Medina y una lógica de aplastamiento del grupo parlamentario del PLD: mientras el primero se esfuerza por indicar que aún no se cierran los espacios del movimiento popular para el acuerdo, el otro ni siquiera discute en el Congreso las propuestas, simplemente las impone.
Un último aspecto en cuanto a la oposición política, quizás el de mayor relevancia. Todo parece indicar que la misma, sobre todo el PRD, ha entendido que en esta coyuntura la oposición real al paquetazo fiscal la define el movimiento social y no los partidos. El PRD parece reconocer que la acción debe ser fundamentalmente ciudadana desde la sociedad civil y la acción popular, al tiempo que busca niveles de compromisos reales con la oposición. Creo que fuerzas como DXC, APD y FA comparten esa posición.
El segundo supuesto en el que se apoyó la estrategia política del paquetazo tributario es el de la debilidad y dispersión de la sociedad civil. Si los estrategas del PLD así pensaron, entienden poco de los movimientos sociales contemporáneos. Los mismos no surgen de la gran organización, sino de la dispersión ciudadana, no les asiste una voluntad de producción de un centro, operan como redes sin un lugar de comando, sus programas son mínimos y por tanto sus demandas encuentran eco fácil, sobre todo entre jóvenes, grupos excluidos y la clase media. El supuesto de la dispersión lo único en que acierta es en el manejo del tiempo político. Abandonados a su suerte estos movimientos se dispersan y se hacen inefectivos, pero si encuentras aliados políticos organizados y poderosos pueden convertirse en un factor determinante de impugnación social al cual los gobiernos tienen que reconocer, dialogar, y abrirles espacios.
Si el PLD, pero sobre todo el gobierno de Medina, hace caso omiso a la nueva realidad de los movimientos sociales que en esencia lo que está haciendo es movilizando políticamente a la clase media, se desconectará de su base social natural y le será difícil en el tiempo impedir una crisis de gobernabilidad.
Aquí no se trata de que el paquetazo tributario ya fue aprobado en el Congreso, aquí de lo que se trata es de una seria impugnación moral de la clase media y en general de la ciudadanía a los ejercicios de gobierno del PLD. Esto no se resuelve con simples medidas de recorte del paquetazo como tal, pues de lo que se trata es del cuestionamiento de todo un obrar político que cuestiona la manera de relacionarse la élite gobernante con la sociedad. ¿Frenará el movimiento social que recién despierta la vocación corporativa del PLD que hace esfuerzos por convertirse si no en partido único, sí en partido hegemónico que subordine a todo el espectro político nacional? Ante el choque del aparato del poder con este movimiento y una oposición que parece tener voluntad de reorganizarse, ¿estará dispuesto el PLD a luchar por su hegemonía en un plano de respeto a las libertades democráticas, o asumirá una orientación represiva que más temprano que tarde produzca recurrentes crisis políticas de gobernabilidad? Nadie lo sabe. En parte la responsabilidad de respuestas democráticas que le permitan al gobierno crear un efectivo clima de diálogo y entendimiento se encuentra no en el partido oficial, sino en el Presidente Medina, no sólo en la lucidez de quienes dirigen el movimiento social, sino también en el PRD como el principal partido de oposición y en la emergente “nueva oposición”.
De todos modos, a partir de ahora se está generando un espacio de diálogo y compromiso entre la sociedad civil y los partidos de oposición que podría significar la vuelta a la escena política de las clases medias Esto lo marca la exitosa concentración ciudadana del domingo 11 de noviembre, donde miles de ciudadanos y ciudadanas abarrotaron las calles colindantes al Parque independencia. A esa concentración los partidos asistieron y naturalmente constituyeron un factor importante para su triunfo, pero su organización y dirección fue eminentemente ciudadana. Ojalá los partidos no se equivoquen tratando de controlar el movimiento desde fuera y ojalá también los dirigentes de este gran movimiento social tampoco se equivoquen jugando a la anti-política contra los partidos de oposición, sobre todo contra el PRD. La oportunidad es, repito, la de una nueva relación entre movimiento social y acción política, que podría activar el ejercicio ciudadano de la vida democrática.