La más reciente etapa de las reforma de Estado en el país se inicia en 1996, bajo la presidencia del Dr. Leonel Fernández, quien desde la Comisión Presidencial para la Reforma y Modernización del Estado (CPRyME), dirigida por el Dr. Onofre Rojas ,lanza uno de los proyectos más atractivos y ambicioso de transformación de las instituciones que conforman el Estado. Algo que jamás se había ofertado.
El proyecto abarcó los tres periodos presidenciales (PLD) del Dr. Fernández, y el correspondiente al presidente Hipólito Mejía, (PRD). La Comisión pasó a ser el Consejo Nacional de Reforma del Estado (CONARE) presidido por el propio mandatario.
El CONARE nunca fue convocado y jamás se reunió, lo que marca el inicio del declive como institución que alcanza su final bajo el gobierno de Danilo Medina, cuando el CONARE fue eliminado mediante decreto el 7 de septiembre del 2012.
Sin embargo el discurso de reforma se mantuvo hasta el último día del gobierno de Danilo Medina, quien contó con funcionarios como Rafael Ventura Camejo, que desde el Ministerio de Administración Publica vio que la administración pública presentaba un gran deterioro enmarcado en una supuesta institucionalidad, y encontró toda la justificación del secuestro del gobierno de las instituciones del Estado.
El tema de las reformas de Estado sigue siendo válido, porque definidamente hay mucho que transformar. Pero si bien es un tema seductor para la clase política, sobre todo 24 años después que el ex presidente Fernández nos amenazara a todos con sus discursos de transformación, las promesas de macro reformas no se han cumplido y las instituciones, que conforman la administración pública presentan un gran deterioro.
Es un tema delicado para un político honesto, que desee llevarlas a cabo, ya que no hay término medio, las reformas son profundas o son cosméticas, como las que hemos tenido a partir del 96,independientemente que se alcanzarán algunos logros.
Tras todos estos años de reforma el gobierno de Danilo Medina entregó un Estado con las instituciones desmontadas, secuestradas por los funcionarios, con nóminas abultadas y con una corrupción sin precedentes, cuyo complicado entramado ahora se está poniendo en evidencia ante la justicia.
Lo que quiere decir es que las reformas fracasaron, en principio, porque lo que se quería cambiarse se acentuó, y porque se confundieron los términos con procesos. No se llegó nunca a transformar las estructuras.
Lo cual ha hecho que el Presidente Luis Abinader, en su programa de cosas novedosas, esté lanzado en una reforma del Estado, intentando llevar a cabo varias reformas poco agradables para políticos locales, las reformas fiscales, de la Constitución, la policía etc. Lo cual es bien valido, ya que las reformas en el país tras años de reforma y miles de dólares en préstamos y donaciones gastados, están pendientes.
El tema de reformas siempre es atractivo y desafiante pues implica tocar terreno movedizo de la política nacional, complace a la ciudadanía , e irrita, a los supuestos líderes, esos que no ayudaron a ganar elecciones, generando expectativas en el ciudadano, que se engancha en los términos y conceptos, “reforma”, “ cambio.” Observándose que pocos son los reformadores que alcanzan de lleno a hacer reformas dirigidas a la mayoría del pueblo. Siempre hay muchos intereses de por medio que lo impiden.
Pero el Sr Presidente Abinader debe tener claro, algo que quizás sus técnicos aun no le han dicho:
La mayoría de la clase política de este país no está interesada en reformas, eso implica ordenar el escenario, lo que les impide alcanzar los espacios de negociación desde el gobierno, dada la estrecha vinculación entre Estado –partido – gobierno, triada neo corporativa que no permite el accionar independiente de estas instancias.
Los cambios, las transformaciones, las reformas deben llevarse a cabo tomando en consideración las estructuras socios culturales, sobre las cuales reposan las instituciones y el estilo gerencial de lo público y lo privado.
Esta sociedad ha heredado unos vínculos Estado -gobierno –partido que reproducen y amplifican la mala gestión política, el patrimonialismo y las expresiones más puras de corrupción. Y ese es un trabajo de largo término que, medianamente, se puede frenar con la sanción y educación.
Por ultimo las reformas deben ser sustentables y sostenibles, y solo la ciudadanía puede garantizarlas en tanto que usuarios ciudadanos, lo que implica hacer un trabajo honesto en la ciudadanía que los involucre. Sin falsos diálogos, el pueblo está cansado que le inviten a dialogar para dejarlo en un monologo interminable.
Le deseamos suerte al Señor Presidente Luis Abinader, en esto procesos de reformas tan necesarios.