La finca de Nilo en El Tetero de Padre Las Casas es un ejemplo de que se puede hacer reforestación compartida.

El desinterés y/o desmotivación por la reforestación compartida, en algunos casos, se debe al poco apoyo en asesoría y estimulación de los técnicos a los interesados. La verdadera reforestación compartida se diferencia de la simple donación de plantas por cinco puntos de carácter psicosocial y metodológico, que deben documentarse y para los cuales ya se han elaborado instrumentos de trabajo que se pueden  aplicarse fácilmente.

Estos cinco puntos son indispensables para que el promotor gestione la reforestación compartida:

  1. Entusiasmar con la actividad de reforestación al interesado desde el primer momento que él solicite arbolitos. Por ejemplo, durante las reuniones y asambleas comunitarias organizadas por los grupos de base citar las experiencias de aquellos que ya lo han hecho, que es una de las vías más expedita para demostrar que la reforestación compartida es posible.
  2. Evaluar la finca por parte del técnico, aplicando el instrumental de trabajo conocido como Dirección de Reforestación # 9 (DR9), en el cual se recoge más de una veintena de variables que permite conocer los terrenos y poder dar mejor servicio, con la documentación pertinente de lo que hay que hacer.
  3. Donar las plantas vía una orden de retiro, como se hace, y en los casos posibles facilitar el transporte, porque a algunas agrupaciones o asociaciones campesinas tienen dificultades para transportarlas a las parcela.
  4. Dar seguimiento aplicando el instrumental de la Dirección de Reforestación # 10 (DR10), que contiene las variables sobre el seguimiento técnico del proceso de la reforestación compartida.
  5. Motivar y facilitar la Certificación de Plantación que le acredite como su propiedad para fines de aprovechamiento, ya sea por madera, frutos (Semillas) o servicios ambientales posibles.

La reforestación compartida tiene que ser parte del proceso de repoblación forestal, igual como se hace con las brigadas comunitarias, por los niveles de autogestión que genera en la gente; el sentido de pertenencia de los árboles, desde el momento de su interés por sembrar “palo”, en un medio donde la propiedad real o simbólica es parte de la felicidad de los involucrados.

Llevar  a cabo esta modalidad de reforestación compartida exige un trabajo metódico con la gente, que son  los actores principales de este proceso de plantación, el cual se puede lograr de forma colectiva cuando participan grupos; o de manera individual, cuando se han compartido los esfuerzos con una persona.

Para incentivar a que la gente se involucre en la reforestación compartida o cogestión es necesario promover la importancia de tener bosques o arboretos de las especies nativas y endémicas, dispersos en sus propiedades, junto al pasto y en las área agrícola; porque el árbol como parte integrante del territorio es un activo económico.

Nilo es un icono de la reforestación compartida en la región sur, ha ganado premio como Sembrador de Agua

En la cogestión no importa el tamaño del arboreto o la plantación, porque, independientemente de la cantidad, estos hacen el papel de parches, corredores o desfiladeros que conectan a los bosques ribereños o de galerías a diferentes ecosistemas naturales nacionales terrestres y costeros marinos, muchos de los cuales forman parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP) que armoniza con las grandes riquezas naturales del Caribe, una de las regiones de mayor biodiversidad del planeta tierra.