UNBENE

La reforestación compartida, también llamada cogestión, junto a la reforestación comunitaria por medio de Brigadas, han sido las dos modalidades más exitosas de gestionar la reforestación por parte del Ministerio de Medio Ambiente, y en menor cuantía las jornadas que hacen instituciones públicas u ONG.

La reforestación compartida conceptualmente consiste en que el Ministerio aporta, vía personal de las direcciones provinciales y municipales o la Dirección de Reforestación del Viceministerio de Recursos Forestales; la asesoría técnica requerida, las plantas necesarias y la canalización de la certificación de plantación, para que el interesado pueda tener un aprovechamiento de esos árboles sin la necesidad de pagar impuestos, como pagaría por los árboles de regeneración natural en caso de que querer cortarlos.

El interesado en plantar árboles se compromete a hacerlo con trabajadores asalariados, con mano de obra familiar u otros medios, proporcionando el mantenimiento de los mismos hasta que puedan crecer libres de competidores que lo ahoguen en el terreno donde se encuentran.

La reforestación compartida ha sido muy significativa por el alto número de personas involucradas y también por la cantidad de plantas establecidas, ya que ha representado porcentajes igual o mayor que las otras modalidades, sobre todo por las hechas con brigadas. Estos porcentajes fueron de un 50% en el 2004, 64.6% en 2006 y 57.1% en el 2007, en momentos en que las brigadas se habían reducido en cantidad y capacidad de trabajo por diversas razones de gestión y presupuesto.

“Si nos dan las plantas nosotros las sembramos”, eran expresiones de desafío del interesado que se presentaba en las oficinas de la antes Secretaría de Estado de Medioambiente. “Dígame, dónde puedo conseguir los “palitos” para ir a buscarlos donde sea”, “¿Que tengo yo que hacer para ayudar a esa gente?” manifestaban la disposición de hacer esfuerzos para plantar en su localidad sin las brigadas, ya sea porque éstas estaban suspendidas o no existían en la zona, lo que resultaba muy motivante para los gestores más sensibles.

El principio básico de la reforestación compartida es la donación de plantas, algo que muchas veces los técnicos confunden, porque piensan que la cogestión se limita solo a eso, por razones de la gran demanda y la misma dejadez de quienes tienen la responsabilidad de llevarla a cabo, ya que su imaginario social no está disciplinado para trabajar con la gente; diferente a las ONG u otras instituciones sociales que practican su propia metodología de gestión participativa.

Saman

La reforestación compartida o cogestión es una de las maneras más adecuadas para la repoblación forestal, ya que garantiza alto nivel de intercambio entre  el Ministerio de Medio Ambiente y los involucrados, ayudando en la concienciación y permitiendo  subir por la escalera participativa hacia el esquema ideal de la autogestión plena de la reforestación, en la cual el Ministerio solo juega el papel de socio regulador de las acciones relacionadas con el recurso; facilitando que sean  los grupos y personas que hagan por su cuenta los trabajos para su desarrollo, sin los incentivos, como nos indica Frans Geilfus en su texto 80 Herramientas para el Desarrollo Participativo (IICA,2002).

La reforestación compartida se practica desde los años 30 del siglo pasado, cuando se comenzó de manera masiva a entregar las plantas a la gente, pero con pocas orientaciones; sin mecanismos ni metodologías adecuadas y sin planificación ni evaluación de lo que se iba a hacer. Para el año 1966, según las Memorias de la Secretaría de Agricultura de Febrero 1967, ya se habían creado unos 36 viveros comunitarios, desde donde se repartían plantas con tan solo instrucciones rudimentarias procedentes de la Dirección de Foresta y  de las secretarias de Educación y de  Agricultura.

En todo el siglo XX se mantuvo la donación de plantas, alentadas por las prédicas heredadas de grandes pensadores como Eugenio María de Hostos; como testigos de esa época, aún se pueden apreciar algunos ejemplares de  árboles centenarios en los campos de Santiago, La Vega, Moca y San Francisco de Macorís, donde la gente arborizó en los patios en sus casas solariegas, también se pueden apreciar en parques urbanos y avenidas de dichas ciudades.

La refoestación compartida tuvo uno de los mayores impactos entre el 2002 al 2007, cuando desde la recién creada Secretaría de Medio Ambiente se promovió la reconversión de terrenos ganaderos a forestales.

Pecaríamos si decimos que en República Dominicana se hace reforestación compartida como debe hacerse o como se hizo en algunos momentos, porque el proceso de la reforestación compartida o cogestión requiere más control y mediaciones técnicas y social entre los involucrados; por eso encontramos algunas personas que no valoran cuando se les hace una donación de plantas, porque el costo material nunca se les calcula, por tan solo poner un ejemplo.

Económicamente hablando, en la cogestión se entrega mucho dinero, cientos de miles y a veces hasta millones de pesos, si calculamos el costo de cada arbolito en caso que los interesados fueran al mercado a comprarlos, suponiendo que existieran mercados de este tipo, porque muchas de las especies solo se reproducen bajo condiciones especiales, por lo que se podría tener todos los millones del mundo y se le dificultaría encontrar ciertos tipos de plantas.

Esta situación que acabo de citar llevó a un ministro de Medio Ambiente a discriminar la reforestación compartida o cogestión al ver casos de gente que solicitaba plantas y las dejaban perder parcialmente u otros se desmotivaban y no le proporcionan el mantenimiento adecuado después de haberlas plantado, aunque al mismo tiempo, existen en todo el país miles de personas que plantan, encontrándose parcelas bellísimas dignas de ser reconocidas y ponerse como ejemplos públicos que motive a la gente a hacer reforestación compartida.

Para bien de los interesados, la reforestación compartida fue sistematizada por un consultor  externo de la Agencia Alemana de Cooperación (GIZ) en el marco del Proyecto Manejo de la cuenca hidrográfica transfronteriza del Río Libón en la República Dominicana y Haití, mediante un estudio  referido al Municipio de Restauración donde se ha llevado a cabo esta modalidad, concluyendo con lecciones aprendidas en tres perspectivas, las cuales  nos permitimos resumir por la importancia que reviste para el momento histórico que atraviesa  la reforestación, en la que  se involucran la gestión gubernamental, la gente y el recurso forestal:

Perspectiva 1: Iniciativa oficial:

La voluntad política de las autoridades puede desencadenar procesos sociales capaces de transformar comunidades.

Para que pueda haber una reforestación compartida o cogestión verdadera tiene que haber un acuerdo mutuo entre las partes oficial y la privada, las dos tienen que estar de acuerdo en lo que se va a hacer, en lo que se está haciendo.

La cogestión ha sido una iniciativa muy importante para apoyar el avance de la reforestación en coyunturas económicas difíciles para el Estado; ha sido el soporte fundamental para mantener la meta de reforestación.

Perspectiva 2: Impacto entre los/as cogestionarios

La reforestación es una actividad empresarial que evidencia que, con un esfuerzo mínimo de las autoridades gubernamentales, se pueden fomentar acciones productivas creadoras de riquezas valiosas para todos/as los/as que participan. Se generan productos maderables que ahorran divisas al país. Se crean empleos y se dinamiza la economía local y regional: No hay una inversión mejor que la reforestación. No hay banco que pague intereses similares a los recursos que los pinos y la caoba generan anualmente.

Perspectiva 3: Impacto en los recursos naturales

La cogestión contribuye a reducir la presión sobre el bosque natural y estimula el crecimiento de la cobertura boscosa y la regeneración.