La normativa constitucional se basa en principios y valores morales, porque sin la moral no sería posible la vida en colectividad; esto, a contrapelo de los conceptos maquiavélicos referidos a la independencia de la política ante los límites morales, así como su sola condicionalidad a los objetivos de estabilidad, seguridad y permanencia en el poder, de los gobernantes. Para el autor de “El Príncipe” no había que subordinar la política a los valores morales de bondad y corrección, sino que mas bien podían ser adecuados instrumentos del Gobierno; el engaño, la perversidad, la crueldad y la astucia.
Según Leo Strauss David [mencionado por Hebert Gatto], para el Florentino, un “buen político” era aquel, que sus actos – cualquiera que fuera su calificación moral – sean instrumentalmente eficaces para la permanencia, la estabilidad o la seguridad de un sistema político o de su régimen particular de dominación.
En este país, en el que vivimos una acentuada crisis de liderazgo [no solo por la falta de referentes, sino también por la falta de moralidad y ética que se advierte en el ejercicio de la política]; muchos de nuestros políticos se arropan con el manto conceptual de Nicolás Maquiavelo. No hay que empeñarse muy a fondo para advertir esta crisis de moralidad y que los principales exponentes de la podredumbre moral, se encuentran enquistados en los estamentos políticos y de poder. La dimensión moral de la Constitución es irrespetada cuando trata de obviarse las disposiciones que ella establece para la reelección presidencial.
La Constitución de la República prohíbe que el actual mandatario pueda ser candidato para un nuevo período presidencial [Art. 124, y la vigésima disposición transitoria] y todo el pueblo dominicano ha visto como el Presidente Danilo Medina ha referido en reiteradas ocasiones que cuando un presidente busca la reelección, tiene que tirar al zafacón todos los escrúpulos si quiere ganar el solio presidencial. Aún así, los aprestos que se perciben en la parcela política que lidera el presidente dentro del PLD, son claros en busca de obtener los votos necesarios en el Congreso, para conocer una reforma a la Constitución. Todo el mundo sabe que los reeleccionistas no cuentan con tales votos y que sólo los lograrían, comprándolos, asegurando muchos, que en los días que transcurren se estaría en ese proceso.
El Presidente Medina desde la campaña para su primer periodo, expresaba:
que no tenía ningún interés, ni de ser líder ni de reelegirse y que sólo estaría 4 años en el gobierno y ni un día más. Agregó que tampoco volvería con tiempo intercalado; dijo que la reelección no era favorable para la conducción sana del Estado; que no había forma ni manera que pudiera un presidente re postularse, sin que terminen sus funcionarios abusando de los recursos públicos; dijo que tenía el temor de que si transitaba el camino de la reelección, el PLD tuviera que pagar un costo muy alto; que cuando un presidente decidía buscar la reelección, tenía que estar en capacidad de tragarse un tiburón en descomposición, sin eructar; dijo que quería ser un presidente ético y moral; que lo que el decía que haría sería exactamente lo que haría cuando fuera presidente de la República Dominicana, porque de lo contrario no podría mirar a los ojos a sus amigos; dijo que no pensaba fallarle al pueblo dominicano pero que para saber si eso era cierto, había que darle el beneficio de la duda eligiéndolo Presidente; y para terminar, cuando el Presidente Danilo Medina fue juramentado como candidato del PLD para las elecciones del año 2O16, juró “por Dios” que esa sería su última candidatura a la presidencia de la República, porque no iba a ser obstáculo para que otros compañeros pudieran optar por la nominación; uf, ¡que largo rosario!
Ahora bien, ¿Para qué se dota al Estado de una Constitución? Pues, no hay que ir muy lejos para dar contestación a tal pregunta: simplemente, para establecer un pacto o acuerdo político y social, mediante el que se organiza y se constituyen las normas que rigen a la sociedad de un Estado o país. Pero una parte esencial de la Constitución y su cualidad de mantener la convivencia colectiva, es el articulado que sirve para limitar de manera efectiva el ejercicio del poder. Está la Constitución en el grado más alto de impedimento a los excesos del accionar político de la Nación.
El Gobierno y sus acciones se legitiman mediante el respeto a la normativa constitucional, pero ese ideal democrático y la institucionalidad de la República Dominicana se encuentran actualmente en grave peligro, pues como se ha visto, la gran mayoría de la sociedad dominicana y de partidos políticos, se muestran contrarios a la reforma constitucional con el único propósito de habilitar al Presidente de turno para re-postularse; por lo que, de seguirse con las intenciones continuistas para un tercer período [con el empleo, además, de acciones reñidas con la ética y la moral], veríamos acciones que darían al traste con la tranquilidad y la paz ciudadana.
Hago un llamado a la sensatez para que nuestro pueblo siga transitando por un camino de progreso y estabilidad; eso se consigue simplemente con dar cumplimiento a lo establecido por nuestra Carta Sustantiva.