“… pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil para que me esté allí sin moverme…  y en el caso que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con más lazos todavía”. La Odisea

                          

Muchas son las analogías que se realizan en torno a los viajes de Ulises, ya que nadie mejor que el encarna al héroe que recurre a la astucia para resolver las adversidades. Es un héroe humano, con sus virtudes y defectos, escurridizo, embaucador, valiente, pero a la vez precavido y nunca demasiado escrupuloso, convencido como está de que el fin justifica los medios. Pero, lo más importante de todo, es que se trata de alguien que usa aquello que distingue al ser humano del resto de los seres vivos: La capacidad de pensar y razonar, que en él siempre va unida a la astucia, cuando no al engaño.

Ulises fue un personaje de una astucia inagotable, heredada de sus antecesores: biznieto de Hermes, el mensajero olímpico, señor celeste de la elocuencia y del engaño, nieto de Autólico, un maestro del hurto capaz de cambiar la forma de lo que robaba para hacerlo irreconocible. De su brillante ingenio nacieron  muchas tretas, entre ellas la que precipitó la toma y caída de la ciudad de Troya, a son del caballo de madera con el que los sitiadores  burlaron a los sitiados.

A propósito del personaje, el filosofo y político noruego Jon ELSTER, nos refiere en su obra Ulises y Las Sirenas,  que:  las sociedades, como los individuos, han encontrado útil atarse ellos mismos por medio de constituciones. La estrategia de Ulises consistió en comprometer a las generaciones posteriores estableciendo una constitución que incluye cláusulas que impidan cambiarla fácilmente,  la democracia ha ofrecido algunos ejemplos convincentes de compromiso previo político”.

Haciendo una abstracción de ese planteamiento, en nuestro país se produjo un acuerdo político a lo interno del  liderazgo del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en el  Hotel Metro, que al decir del doctor  Ramón Ventura Camejo, fue un “atraco”. En dicho acuerdo, no tememos mentir si afirmamos  que al  Dr. Leonel Fernández con respecto al Presidente Danilo Medina, le ocurrió lo mismo que a Ulises con Circe la Bruja, cuando Ulises le dijo: “solo podría librarte de mí espada si me presta sagrado juramento de que nunca, en modo alguno, has de tratar una nueva astucia para perjudicarme”. Dadas las promesas correspondientes procedió a colocar en adición a los requisitos establecidos en el art. 123 de la Constitución, y en el art. 49 de la ley 33-18, sobre Partidos Políticos, que regula lo relativo para ser Presidente, colocó también un transitorio en el capítulo ll, vigésima, que prescribe que “ no podrá presentarse para el siguiente periodo ni a ningún otro periodo, así como tampoco a la vicepresidencia  de la República”.  En opinión de Jon Elster, éste tipo de cláusulas se colocan por “ser débil y saberlo”, y por “sus cambiantes caprichos y deseos”.

El problema de atarse uno mismo o acordar por comisión que lo aten con fuertes lazos, “que parecen que no lo son”, llevan a Elster a plantear: Que la tesis de atarse a sí mismo por comisión es un modo privilegiado de resolver el problema de la flaqueza de la voluntad, y agrega que “esta es la principal técnica para lograr la racionalidad por medios indirectos”. En efecto, ELSTER nos plantea esto, porque al decir de él,  Ulises no era por completo racional, pues un ser racional no habría tenido que apelar a esta cláusula transitoria.

En “el regreso de los Aqueos”,  Dios puso la flota a la deriva arrastrada por la voluntad divina, haciendo que algunos marinos murmuraran que el viaje tenia malos augurios.

En nuestro macondo  la reelección se parece al fruto de loto encontrado por los marineros, el cual produce un dulce y placentero sopor, y aquellos que lo comen pierden el recuerdo de quienes son y a dónde van. Solo desean seguir saciándose con él.

Parece que las ataduras no fueron suficientes, para el canto de sirena que Ulises quiso oír, no obstante, la advertencia de uno de los marinos que le dijo: “¡Mi rey, nadie que haya escuchado estas voces fatales ha vivido para contarlo! Pues yo seré el primero, dijo Ulises”.   Si hacemos un paralelismo, en nuestro país, también el rey después de oír estos cantos de sirenas, por igual reclama que lo soltasen con una reforma constitucional, pareciendo que perdió el sentido como Ulises.

En la práctica política cotidiana resulta sumamente difícil someterse a los exigentes requisitos de la democracia constitucional, pero es ahí donde realmente se pone a prueba la calidad de una democracia.

Para estas cuerdas que se aflojan de la democracia,  HABERMAS, dando un paso más allá de la teoría defiende en su obra “Ensayos Políticos”, la desobediencia civil como golpes calculados, siempre ejerciéndose dentro del ámbito constitucional. Estos tipos de actos, dice él podrían ser considerados como una puerta de activar colaboradores del sistema constitucional que actuarían en su defensa, una vez que normas legales, decisiones gubernamentales o  jurisdiccionales, llegaran a cuestionar el sentido de los mandatos constitucionales. En contraste con Ulises, la Asamblea no siempre podría actuar siguiendo los cantos de sirena; sin embargo, si podría evitar esos cantos, ¿Cómo?   ¡expulsando a los cantores!