El tema de la reelección presidencial ha sido una constante desde el 6 de noviembre de 1844, cuando en la Villa de San Cristóbal se erigió la primera constitución, denominada constituyente. Hasta hoy se ha modificado en 39 ocasiones y en 15 períodos para instaurar la reelección presidencial. En los 18 años que apenas lleva el siglo XXI, ya se ha reformado en 3 momentos: 2002, 2010 y 2015, precisamente en los tres períodos que han sido presidentes los que aún aspiran a volver al solio presidencial, sin que haya habido alternabilidad con otros líderes políticos del país, nos referimos a Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina.
Vuelven ha sonar las trompetas, los tambores y las flautas en pro de una nueva reelección presidencial; en esta oportunidad los aires y las brisas, las acciones, los discursos y los meta mensajes se dirigen a enarbolar la supuesta repostulación del actual presidente de la República.
El presidencialismo y el caudillismo han permitido y generado que en casi todos los períodos gubernamentales cada presidente que ha ostentado el poder político se obsesione, fanatice y ofusque en ser reelecto.
En la actualidad hay un impedimento constitucional para optar por la reelección presidencial. De manera taxativa el artículo 124 de nuestra carta sustantiva establece que “el poder ejecutivo lo ejerce el presidente o la presidenta de la República, quien será elegido o elegida cada cuatro años por voto directo. El presidente o presidenta de la República podrá optar por un segundo período constitucional consecutivo y no podrá postularse jamás al mismo cargo ni a la vicepresidencia de la República”. Este artículo es complementado con la vigésima disposición transitoria que instituye que “en el caso de que el presidente de la República correspondiente al período constitucional 2012 – 2016 sea candidato al mismo cargo para el período constitucional 2016 – 2020, no podrá presentarse para el siguiente período ni a ningún otro cargo, así como tampoco a la vicepresidencia de la República”.
Tanto el artículo como la disposición transitoria aludida no dejan lugar a duda ni a buscar subterfugios, ni chicanas jurídicas, ni componendas de intelectuales y versados juristas ni tampoco acudir al famoso bajadero “balagueriano”.
La constitución ha de ser sagrada, respetada y honrada por todos los ciudadanos, sobre todo por los gobernantes. Violar e irrespetar la constitución de la República por un presidente como Danilo Medina que se ha empecinado y obsesionado por la reelección, tendrá un alto costo para la democracia y la institucionalidad de la nación; sería castrar la voluntad de todo un pueblo que clama, como los empresarios, iglesias, partidos de oposición, marcha verde y lo más granado de la sociedad civil. Sería aniquilar y obstruir la alternabilidad en el poder, el contrapeso de los poderes del Estado, el estado social democrático y de derecho y la soberanía popular. Traería además graves repercusiones en el plano económico y social.
Un país que respete sus instituciones, el tema de la reelección en la actualidad no tendría cabida, sentido ni lógica jurídica y estaría fuera de agenda bajo cualquier óptica o discusión. Simplemente no hay campo abierto para la reelección presidencial porque la ley suprema lo prohíbe.
Qué bueno que el Tribunal Constitucional acaba de dar un rudo golpe al primer intento por habilitar al presidente Medina hacia la reelección, rechazando un extraño recurso de inconstitucionalidad incoado por un joven abogado que pretendía la nulidad de la vigésima disposición transitoria de la carta magna del 13 de junio del 2015, declarando inadmisible dicho tribunal de alzada esa acción, a sabiendas de que detrás del susodicho abogado está la mano ancha y larga del oficialismo gobernante.
Fue muy correcta la decisión que hace unos días tomara el Tribunal Constitucional, dado que cualquier solicitud de declaratoria de inconstitucionalidad de la constitución deberá siempre postularse de inadmisible, porque a mi juicio, cualquier recurso de inconstitucionalidad sobre la propia constitución de la República está condenada al abismo y al fracaso total.
Parecería que nos falta mucho camino por recorrer y andar para considerarnos un eficiente, eficaz y verdadero estado de derecho. Pero hay sectores que siempre juegan al caos y al desorden institucionalizado. Creo firmemente que el solo hecho de modificar la constitución vigente, para permitir un nuevo período presidencial de Danilo Medina, sería un suicidio para la democracia y la institucionalidad del Estado.