Las pretensiones reeleccionistas del presidente Fernández agudizarían los desequilibrios que actualmente caracterizan a la economía dominicana y peor aún impediría los cambios necesarios para reorientar la política económica y, de este modo, contrarrestar el deterioro de los principales indicadores económicos y sociales.
La economía dominicana funcionó desde el 2005, aplicando los fundamentos que respaldan las políticas sugeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). De ahí que los resultados macroeconómicos entre 2005 y 2007 restablecieron los fundamentos, permitiendo que el crecimiento económico logrado estuviera acompañado de desequilibrios manejables tanto en las cuentas internas como externas.
El primer acuerdo con el FMI terminó durante los meses finales del 2007 y el gobierno decidió esperar antes de reeditarlo. En aquel momento se arguyó que la economía dominicana estaba blindada y que la crisis internacional no afectaría su desempeño. Llegadas las elecciones presidenciales del 2008, la política fiscal fue expansiva tal y como ocurre durante los ciclos electorales en el país; y a partir de ese momento las estadísticas muestran un marcado deterioro de las finanzas públicas y de las cuentas externas, no obstante a los esfuerzos del gobierno para revertirlo.
Aún cuando el gobierno retoma el acuerdo con el FMI en el 2009, esas tendencias negativas no desaparecieron y las principales variables macroeconómicas continuaron deteriorándose.
El Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo (MEPYD) intentó cambiar el rumbo de las políticas públicas y devolver sostenibilidad a las finanzas públicas y del crecimiento económico a través de la promoción de una Estrategia Nacional de Desarrollo (END). Sin embargo, la política fiscal continuó siendo expansiva y no guardó la debida coordinación con la política monetaria, con lo cual las distorsiones continuaron profundizándose.
El MEPYD intentó convencer a la opinión pública de la seriedad de los cambios propuestos mediante la contratación de dos firmas consultoras internacionales. La primera de Jacques Atalli y la segunda liderada por Ricardo Hausmann de la Universidad de Harvard. Attali, concluyó que la dificultad esencial de la END radica en la falta de credibilidad de las políticas públicas frente a la población.
El segundo equipo de consultores enfatizó en la falta de coordinación de las políticas de corto plazo, calificándolas de imprescindibles para la sostenibilidad del equilibrio macroeconómico y del crecimiento. Los fundamentos de la política mediática del bienestar de la presente administración quedaron sin sustento a partir de estos dos informes.
A pesar de todos los señalamientos críticos en torno al funcionamiento de las políticas públicas (macro y sectoriales) y al daño que producen, el gobierno no da señales para modificar su estrategia.
Pareciera que el presidente se aferra a sus políticas. Según Robert A.J. Dur (1999), el político reeleccionista queda atrapado por sus políticas ineficientes, ya que si las abandona podría dar muestras de incompetencia, perjudicando su proyecto político frente a sus electores. Esta conclusión supone que los votantes no comprenden los efectos negativos que las políticas ineficientes producen sobre el bienestar de la población.
Cabe destacar que las huelgas de trabajadores y campesinos y las protestas de la sociedad civil (empresarios, profesionales, iglesias) que a diario se producen a lo largo y ancho del país prueban inequívocamente que el supuesto del autor no se aplica en el caso dominicano.
En medio de estas circunstancias el presidente Fernández anunció sus pretensiones de aspirar a un tercer mandato presidencial consecutivo, independientemente de los obstáculos constitucionales y sobre valorando el bienestar mediático de sus políticas.
¿Podría la reelección del presidente Fernández revertir los efectos negativos de sus políticas públicas? Para hacerlo, tendría que proponer cambios sustanciales en sus políticas económicas y reconocer que las mismas no tuvieron los resultados publicitados durante 2008-2010. Este reconocimiento podría presentar al presidente como un estadista inexperto. Aun cuando no reconociera sus errores, los efectos de sus políticas que han golpeado severamente a la clase media y a los trabajadores han sido percibidos correctamente mediante el deterioro del bienestar social, lo que sería indiscutiblemente una apreciación de incompetencia frente a la población.
En este caso, lo que más importa es que la percepción de los electores produciría un cambio de mandatarios y de políticas económicas pretendiendo recuperar el bienestar perdido durante estos años de prosperidad mediática.