Lo ocurrido el pasado 17 del mes en curso, solo acontece en sociedades como la nuestra. De ocurrir en sociedades con un cierto nivel de desarrollo social y político, el resultado fuera otro y la sentencia de la historia frente a una conducta tan abominable, marcara a quien la manifestara, como el ciudadano que no entiende su rol y ultraja la investidura que le obliga a actuar de otra manera y con sentido de jefe de Estado.
Quien compareció frente al país, fue el precandidato con ínfula de candidato del Partido de la Liberación Dominicana, ínfula que viola y vulnera el sagrado derecho democrático de otros miembros de ese partido, que , con igual derecho les asiste la oportunidad de disputar, a él o a cualquier otro, en justa competencia la candidatura en cuestión.
El Presidente Medina, quien había guardado un silencio culposo ante la peor conducta de jefe de Estado alguno, en su afán de trastocar la norma constitucional en beneficio propio, con una pseuda reforma que sólo garantizó la reafirmación de su egocéntrico deseo de perpetuarse en el poder al precio que fuere necesario, aún usando el mecanismo de imponerse a sangre fuego.
Toda predicción en su discurso de los temas que abordaría y cuáles no abordaría por delicadeza ética, parecen haber fallado. Esperábamos que tratara en términos de responsabilidad de Estado por tratarse de situaciones significativa de la crisis social y política: las bases morales de la reforma constitucional y la reelección desde una perspectiva de Estado, el tema migratorio y todo lo que ello implicaba y, el problema del reajuste salarial del sector público y privado. De los tres temas centrales de la problemática nacional solo abordó un aspecto de uno de ellos, la reelección. Abordaje circunscripto al lanzamiento de su campaña a la reelección. No fallaron los predictores, falló el presidente en el manejo pertinente de su obligación política y moral.
Vimos el pasado 17, al candidato en campaña, no al jefe de Estado en el cumplimiento de sus obligaciones, y lo peor de todo, usando el más preciado de los recursos de Estado, su investidura, para hacer proselitismo reeleccionista, en claro uso y abuso de poder. Veamos que dice el Gran Maestro de la Democracia Dominicana, Juan Bosch, de una conducta como la de Danilo Medina:
“Estamos cayendo en un lodazal; y si los líderes políticos no le ponen un alto a la carrera de insultos y de infamias y de mentiras en que está hundiéndose el país, le abriremos la puerta al próximo dictador. Que no se haga nadie ilusiones; la democracia no puede establecerse sobre bases tan sucias y tan débiles como las que estamos echando aquí. La democracia es una manera de vivir, no sólo un sistema de Gobierno, y el fundamento moral de la democracia es el respeto mutuo; el respeto entre los hombres, entre los partidos, entre los grupos sociales.”
“No es moral rebajarse a tanto para llegar a la Presidencia de la República. Los que hacen eso para llegar a la Presidencia, harán cosas muy feas si llegan al poder. Si nosotros tuviéramos que lanzar anónimos a la calle, si tuviéramos que inventar mentiras y calumnias, si tuviéramos que usar una cinta sonora falsa para engañar al pueblo, no estaríamos luchando, porque no aceptaríamos la Presidencia de la República a ese precio. La Presidencia no es un botín de guerra que se debe conquistar a sangre y fuego.
La Presidencia es una carga muy pesada, y quien reciba esa carga no puede estar manchado por la maldad ni el odio ni la lujuria ni la mentira ni la calumnia. El que gane las elecciones tiene que hacerse perdonar la victoria, porque todo ganador deja atrás gente enconada, y no puede hacérsela perdonar si no usó métodos limpios en la lucha. Una Presidencia ganada con trampas y sin escrúpulos será la puerta de entrada de una dictadura, pues quien hace cualquier cosa, por incorrecta que sea, para ser Presidente, hará después cosas peores para mantenerse en el poder” (De la Presidencia al PLD. Discursos fundamentales, pág. 25-26, Juan Bosch, Ediciones Fundación Juan Bosch, 2013.)