Santiago de Chile, Hong Kong y París, entre otras grandes capitales, han sufrido actos de violencia en tiempos recientes, con muertos, heridos y destrucciones de bienes públicos. ¿Qué ha pasado?
Emmanuel Macron subió el precio de la gasolina y Sebastián Piñera el costo del pasaje del metro. En esas capitales y también en la nuestra, donde el público ya reside principalmente en las afueras, tales incrementos afectan mucho el bolsillo de la población. En Hong Kong el tema es muy distinto: un proyecto de ley de extradición a la vecina China dictatorial.
Pero se trata de ciudades en países de gran desarrollo económico, auténticos modelos de crecimiento. En el índice de competitividad global de esas tres ciudades Hong Kong está en el tercer lugar, París en la posición 15 y Chile en la 37, esta última con el mejor rango de toda América Latina.
Cómo bien apuntó recientemente J. D. Sachs, de la Universidad de Columbia para explicar lo de las ciudades es mejor fijarse en el reporte mundial del 2019 sobre “la contentura” (happiness) preparado por la Gallup donde se pregunta: “¿Está usted satisfecho o insatisfecho con la libertad de escoger lo que hace en la vida?” Allí Hong Kong, París y Santiago de Chile sacan muy malas notas. Chile, sorprendentemente, posee uno de los peores índices sobre la distribución del ingreso, la famosa curva de Gini, unos pocos grandes ricos y muchos pobres. ¿Es culpa de los “Chicago boys” chilenos discípulos de Milton Friedman y de políticas que establecieron en los años 70-90? Aparentemente los gobiernos liberales ulteriores de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet no lograron mejorar la distribución del ingreso. Algunos, equivocadamente, han querido culpar de la violencia chilena a infiltrados chavistas y castristas. Tampoco han jugado un papel los muchos haitianos residentes allí quienes, por el contrario, muy recientemente organizaron una impresionante recogida de basura. Hay allí unos 19,000 dominicanos, de los cuales 10 mil están documentados. Estos tampoco han jugado un papel en los disturbios.
Cosas raras están pasando en el Caribe. Desde el mes pasado Estados Unidos ha devenido en un exportador neto de energía y hasta envía gas natural a AES en Panamá para su distribución en Centroamérica, pero Puerto Rico tiene que importar gas natural desde Rusia, ya que si lo trae desde el Golfo constituye cabotaje, es decir transporte entre dos o más puertos americanos, lo que obliga, bajo el Jones Act, a utilizar barcos de bandera americana muy anti económicos. El año que viene Danilo Medina y su sucesor no podrán decir que somos la economía de la región que más crece, pues en Guyana se proyecta un extraordinario 80%, debido a su primera exportación de petróleo. Dios quiera que el ejército chavista no invada a ese país alegando que ese petróleo está en territorio venezolano. Fue precisamente el cónsul inglés en Santo Domingo, Sir Robert Schomburgk, quien, previo a su llegada aquí a mediados del siglo XIX, determinó la frontera entre esos dos países. En una ocasión escribimos un artículo titulado “Haití saudí” donde analizaba las implicaciones para la agricultura dominicana de un hipotético descubrimiento de petróleo en Haití y la consecuente exhortación a todos sus ciudadanos a retornar a la patria a disfrutar de la bonanza, como ocurre en Arabia Saudita. Pero la actual violencia en otra ciudad, Puerto Príncipe, se ha debido a inflación y corrupción.
En Chile una encuesta del PNUD mostró que la preocupación por la democracia aumentó de 20% en el 2012 a un 40% en el 2016. En nuestro país una encuesta internacional de hace pocos días, después de las primarias y la salida de Leonel Fernández del PLD, preguntó si aquí se necesitaba un cambio en la forma de hacer política y de gobierno. Un 69.3% estuvo muy de acuerdo y un 22 algo de acuerdo.
Pero en nuestro país, apenas unos “peregrinos” han viajado a la capital para protestar por supuestas usurpaciones de sus tierras. ¿Continuará reinando la paz en nuestra Varsovia?