Cuando Juan Pablo Duarte dijo que "la política era la ciencia más pura y la más digna, después de la filosofía, de ocupar las inteligencias nobles", con seguridad no se estaba refiriendo a la ciencia y el arte de tomar el Poder. Por el contrario, no tengo dudas de que se estaba refiriendo a la ciencia y el arte de guiar y acompañar a un pueblo en su camino hacia la plenitud, hacia la vida digna. Si en ese camino es necesario el Poder, bienvenido, si no lo es, sobra.
Hago esta reflexión porque siento que la carrera a la que asistimos, en este y en otros muchos certámenes electorales, es por el Poder en sí, nada que ver con plenitud ni vida digna.
Cuando el aspirante al Poder lo persigue como un fin en si mismo, su camino se llena de oportunidades de pactos y concesiones con sectores que también persiguen disfrutar del Poder. Si a eso sumamos el financiamiento de las campañas electorales, tendremos el caldo de cultivo para que de ahí surja cualquier cosa: "El Hombre ya pactó, todo es propicio", dicen…
Es muy importante conocer cual es la motivación íntima del candidato porque de ello dependerá como ese candidato actuará llegado el momento en que acceda al Poder. Una señal que dice mucho de esa motivación íntima es cómo responde el candidato a la corrupción en su entorno cercano. Si la pasa por alto, si desvía la mirada, si no habla de la viga en su ojo y sí de la paja en el ojo ajeno, en fin, si no la enfrenta, eso significa que el candidato entiende que enfrentar esa conducta delictiva puede ser contrario a su interés de acceder al Poder: Si enfrenta al corrupto estará enfrentando grupos económicos que posiblemente son apoyo a su candidatura y de ahí en adelante todo es una cadena. Con su silencio, el hombre ya pactó, todo es propicio, dicen…
Lo verdaderamente importante en esa prueba es que podemos afirmar que ese candidato admite como bueno y válido acceder al Poder pactando con el mal. Y esto nos lleva a una reflexión posterior y es que podemos afirmar que ese candidato persigue el Poder en si mismo, nada de guiar a un pueblo, porque a un pueblo se le guía con el ejemplo; nada de plenitud, nada de vida digna.
No tengo razones para dudar de la honorabilidad personal de Danilo Medina y de Hipólito Mejía. Cuando tracé mi raya, ambos quedaron de mi lado. Pero tanto Danilo como Hipólito tienen gente cercana que está suelta porque aquí no hay Ministerio Público y ninguno de los dos ha trazado esa raya que separa, esa raya que dice: "Yo me debo a mi pueblo, mi deber es acompañarlo y guiarlo en su camino hacia la plenitud, hacia la vida digna. Yo no pacto con delincuentes".
El pueblo dominicano está esperando y nuestros políticos no están a la altura.
Queda patria.