En los últimos días varios hechos de sangre han conmocionado la población negra de las Américas. Entre ellos, el asesinato con cuatro balazos en Río de Janeiro de Marielle Franco, mujer negra, concejala y defensora de los derechos humanos y el acribillamiento con veinte disparos del joven negro de 22 años Stephon Clark mientras se encontraba en el patio de la casa de su abuela en Sacramento, California. Se trata, en ambos casos, de crímenes policiales en donde las víctimas son personas afrodescendientes. Marielle Franco fue asesinada por denunciar la criminalización de las poblaciones negras en Brasil mediante la racialización del crimen en las favelas de Río de Janeiro. Stephon Clark es una de las tantas víctimas de la racialización criminal en los Estados Unidos

La violencia policial es el mecanismo represivo del preponderante sistema social, cultural y de justicia criminal racializado, en donde las personas afrodescendientes e indígenas habitan los poblados marginados, las cárceles y los cementerios.

Es violenta la racialización social que en la República Dominicana mantiene en el limbo jurídico a cientos de miles de apátridas, personas de ascendencia haitiana nacidas en el territorio dominicano y a quienes la ignominiosa sentencia del Tribunal Constitucional 168-13 despojó de la nacionalidad dominicana. Aquí también la racialización cultural determinó que se suspendieran la celebración en Santo Domingo del Día contra la Discriminación Racial y las danzas africanas de Gagás y Guloyas durante la Semana Santa en San Pedro de Macorís. Y es violenta la presión que ejercen empleadores e instituciones escolares para que empleadas y estudiantes se desricen el cabello.

En todo tipo de racialización está  imbricada la mano del Estado como  monopolizador de la violencia. No existe Estado o nación en América, Europa y parte de Asia y África en donde no predomine la racialización social, cultural y criminal de las personas de piel oscura.

Sólo Hollywood con su flamante largometraje Black Panther ha sido capaz de recrear el mítico Estado-nación Wakanda que, imaginado por los libros de cómics de Marvel, hace volar la imaginación por un mundo en donde las personas negras conviven en relativa armonía en la exhorbitante confluencia del poder ancestral con los avances tecnológicos. 

Sin embargo, no constituyen un mito sino una realidad patente, las luchas cotidianas que libran comunidades afro descendientes e indígenas -en las cuales las mujeres jugamos un rol preponderante en la educación y difusión- para avanzar en la toma de consciencia contra la racialización y criminalización de las personas de piel oscura.

La lucha contra la racialización es constante y el mensaje es claro y preciso: ¡Las personas descendientes de africanos e indígenas ocupamos un espacio en este planeta y en esta era que nos pertenece y lo defendemos con tesón en todo momento y a cualquier precio!