La suspenden a cada rato de la escuela –relataba el chico- y nadie en el curso la soporta. Ella le grita a todo el mundo, y ayer le dijo tantas cosas feas a la profesora que la hizo llorar. Todo el mundo le tiene miedo. Bueno, casi, porque yo no. –continuaba mientras en la mente de la madre se formulaban miles de preguntas en torno a la protagonista del relato- Ella me metió en problemas hoy, -continuó- La profesora creía que yo no había hecho la tarea, y yo le dije que si. Y lo que pasó fue que Naya tomó mi hoja, borró mi nombre y puso el suyo. Cuando la profesora lo descubrió la mandó a la dirección.
¿Pero cómo es posible que permitan que una niña ponga a todo el curso en jaque? ¿Es que no saben dar disciplina? …Pero mami, ella no es una niña, es una adolescente. Es la más grande de todo el curso. Tiene como 14 años y todos los demás tenemos 10. ¿Y qué hace una joven de 14 años en quinto curso? –preguntó intrigada la madre, que para entonces traía un extraño cuadro mental del personaje en cuestión, debido a los constantes cuentos- Ha repetido el quinto varias veces! Decía el chico enfáticamente. Es más, ha repetido casi todos los cursos, y si sigue así, va a repetir otra vez. Ella nunca hace los trabajos ni las tareas. Es una looser (perdedora).
No te refieras así de ella. Eso no está bien –replicó la madre tratando de limar las asperezas que el rechazo le inspiraba en torno a la problemática chica.- Es obvio que se porta así porque debe tener serios problemas en su casa y con su familia. Yo no sé, contestó el niño, pero nadie quiere ser su amigo. Ella maltrata a todo el mundo. Bueno, entonces debemos orar por ella. Esa niña necesita mucho más ayuda de la que la escuela puede brindar.
Al día siguiente, a la hora de salida, el niño reportó a su madre que necesitaba lavarse las manos con urgencia, porque sentía asco de algo que había tocado. ¿A qué le pusiste la mano? –preguntó con intriga, tras revisarlo y no encontrar mugre alguna- Es que… titubeaba, con una expresión mezclada en el rostro, entre asco y miedo a lo que su madre haría. …es que, Naya me dijo que le tocara los pechos hoy en clases. ¿Qué? Replicó la madre con espanto. ¿Y tú qué hiciste? ¿Se lo dijiste a la profesora? ¿Dónde pasó eso?
La mujer trataba de entender en qué momento algo así pudo suceder. Si acaso la desordenada chica había logrado acorralar al niño en un lugar solitario, y… ¡Dios ¿qué habrá hecho esa demonia?, pero antes de que la histeria se apoderara de ella, el chico explicó: La maestra nos sentó en grupo en la última hora. Naya estaba en mi mesa. Y ella dijo que yo era cute (bonito) y me preguntó si yo quería tocarle los senos. Yo le dije que no! Pero ella se abrió la blusa delante de todos y metió su mano en los bracieres, se toco los senos y luego tocó mi mano, y me dijo ¡ves!, ahora te las unté, es como si me las hubieras tocado. Y por eso quiero lavarme. Itisdiscousting! (Es asqueroso).
Al siguiente día otro reporte se acumuló en el ya gordo expediente de la susodicha, con la solicitud de que, dentro del curso, la profesora no permita que se junte con el niño. De ahí a diario llegan otros relatos y reportes. Mientras, aunque no se sabe cuáles circunstancias han arrastrado a esa chica a semejante actitud ante la vida, lo cierto es que, ella si requiere una ayuda mayor de la que la escuela puede ofrecer. Por eso, su expediente está siendo presentado ante Jesús, porque Él vino a salvar lo que se había perdido.
Juan 8: 1-11y Jesús se fue al monte de los Olivos.Y por la mañana volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba.Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio.
Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo.
Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.
¡Bendiciones!