(Ilustraciones de Odalís G. Pérez)

En este mundo global, nuestra mirada no debe, ni puede estar restringida o acuñada a una definición, ni a una perspectiva epistémica. Hoy, el saber mismo trasciende el estatus de las argumentaciones cercadas por el esquematismo de las ideologías lineales, cerradas, y, su vocinglería panfletaria.

Asumir las políticas de Estado, planteando la economía desde un limitado concepto de los mercados, la producción, la comercialización y los consumidores, sin sostener un enfoque de apertura, abierto, es cerrarle a nuestra nación los senderos del desarrollo integral que nos pertenece.

Nuestro país, en todo el proceso de su convivir "democrático", no ha contado con un registro institucional de los valores económicos generados por la llamada "economía naranja". El Banco Central de la República Dominicana, no registra cifras confiables, precisas y transparentes de los incontables rubros generados desde nuestra activa "economía naranja". Eso ha sucedido, no por la ignorancia de nuestros gobernantes, sino por la estrechez de enfoque dado por nuestros economistas, quiénes NUNCA han tenido en cuenta la innegable economía naranja.

Además, los partidos que han asumido el poder político en este país, no han tenido la voz pertinente de culturólogos y/o de gestores culturales que dominen los resultados de la "economía naranja" en nuestra sociedad.

Para Felipe Buitrago, la economía naranja "es el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual" (Ver su obra "La Economía Naranja", 2013. Obra financiada por el Banco Interamericano de Desarrollo-BID).

La "Economía Naranja" abarca un amplio e innovador campo del saber, de los que podemos mencionar los siguientes: La Economía Cultural; la Economía del Conocimiento; las Industrias culturales y convencionales; las Industrias creativas y las áreas de soportes para la creatividad.

La "Economía Naranja" está vinculada íntimamente al poder político, económico, financiero, tangible e intangible de la lengua y de la cultura. Su basamento de eficacia se fundamenta en el hecho de convertir el talento, la creatividad, la imaginación y la innovación en dinero; en divisa. Y eso es ya una realidad innegable en las economías mundiales. De ahí su influencia hoy, en la funcionalidad de la política exterior de los Estados.

Hoy en día, cualquier partido que se autodetermine como un "partido moderno" y no tenga la economía naranja en sus planteamientos funcionales, está en la edad de piedra. En este mundo global, la "economía naranja" ha de estar vigente de manera activa, en todos los espacios ideológicos, donde se procure alcanzar el poder estatal.

Es imperdonable que nuestros gobiernos pasados, salvo el del líder Juan Bosch, en su Constitución del 1963 y en sus breves acciones de Estado, pudo acuñar una concepción de valor económico e identitario a nuestra Economía Naranja; pero la ceguera ideológica de la oligarquía nacional de ese momento histórico, asociada con los intereses geopolíticos del Pentágono (Poder Norteamericano) y las iglesias nacionales, contribuyeron a que hoy, la Economía Naranja, sea una quimera en las estadísticas gubernamentales nacionales.

En la "Economía Naranja" el sujeto no es una cifra, un código o una excusa contable, no. Aquí el sujeto se constituye en un activo generador de ideas que se convierten en divisas. Las ideas o los juicios, aquí tienen un valor, entran a formar parte de los bienes y servicios de nuestra nación para el mundo.

Es de ahí que en los organismos políticos, como la COPAL, el Foro de Sao Paulo, MERCOSUR, El ALBA, hoy, ya comienzan a teorizar sobre la importancia estratégica de saber defender y aplicar la "Economía Naranja", como parte del patrimonio político que fortalezca nuestros principios democráticos de soberanía y/o respeto a nuestro derecho a la autodeterminación, como país latinoamericano y caribeño.

Nuestra realidad política y económica, merece tener ya, en su agenda de prioridades estatales, la defensa de nuestra Economía Naranja, como uno de los soportes de nuestro producto interno bruto (PIB) y como fundamento de nuestros valores identitarios, como nación.