El abuso sexual ocurre con más frecuencia de la que quisiéramos y aunque ya contamos con leyes que sancionan a los agresores y cada vez son más las instituciones y profesionales que abordan la problemática a nivel terapéutico, la familia tiene un rol importante que jugar.

En la familia formamos personas. Es el lugar donde desarrollamos nuestro bagaje emocional y recibimos los modelos de interacción con el medio exterior.

Esto quiere decir, que así como la familia tiene la fortaleza para resistir esta difícil situación cuenta también con los recursos necesarios para evitarla, en buena medida.

¿Cómo?

Hay áreas en las relaciones con nuestros hijos que son muy importantes como base de la prevención del abuso sexual como son el afecto, la comunicación y el desarrollo de la autoestima.

Un afecto sano, que los haga sentirse aceptados y amados estimula el desarrollo de sentimientos de seguridad, con capacidad para retribuirlo de la misma forma.

En cambio, el desapego afectivo los hace carentes y tienen que buscar fuera de sus figuras parentales y su contexto familiar lo que allí no reciben.

Asimismo un afecto sexualizado los confunde, haciéndoles pensar que la expresión del cariño incluye el toque de sus partes privadas haciendo que lo repitan y lo demanden de otros.

Cuando la comunicación en el contexto familiar es fluida y directa, es más fácil para un niño decir si está siendo molestado o algo le preocupa. El niño tiene la confianza de decirlo con la seguridad de que será escuchado y no provocará reacciones que lo asusten y contraríen aún más.

El desarrollo de la autoestima es un aspecto básico, pues un niño que se quiere y se siente valioso posiblemente no dejará que le hagan daño y se defenderá con mayor destreza.

El tomar en cuenta sus opiniones y reconocer sus lados fuertes los hace sentirse aceptados y valorados.

Las conductas de sobreprotección, que son tan frecuentes, suelen llevar un mensaje de inutilidad pues el niño entiende que sin el adulto es incapaz de arreglárselas con éxito. Un niño de tres años es capaz de comer solo, bañarse, participar en la elección de su vestuario, dar opiniones con relación a lo que piensa y siente. Cuando les permitimos que hagan todo lo que es capaz de hacer, siente que está a cargo de él mismo y se hace menos vulnerable.

Hay otras tareas a desarrollar con los niños, como parte de la prevención que son la protección y el entrenamiento en autoprotección.

La protección incluye las reglas de la familia y la interacción con el medio, la supervisión que hacemos de las actividades de los niños, los controles adecuados sobre salidas, lugares frecuentados, diversiones, amigos, entre otros. La ausencia de los padres en esta tarea pone a los niños  en riesgo, pues muchas veces hemos encontrado el abuso sexual extrafamiliar asociado a la negligencia.

Por último, los niños pueden ser entrenados a partir de cierta edad para que participen de forma activa en su protección; esto es, darles la información necesaria para saber qué hacer ante una situación difícil.

A partir de los tres años, un niño comprende la información básica del conocimiento de su cuerpo;  el nombre de sus partes, incluyendo las partes privadas, quién puede tocarlas y en qué situaciones. Decir NO y, contarlo a quien más confianza le tenga, que ojala sean papá y mamá.

Y mas grandecitos comprenden la diferencia entre secretos  y caricias malas y buenas, aprender que tienen el derecho a decir NO si algo no les agrada. Luego, cómo conducirse en la calle de forma segura, quién es una persona confiable para pedir ayuda y salir de una situación en la que alguien intenta dañarlos.

El conocimiento es poder y este es el objetivo: que los padres y los niños contemos con la información, que nos da el poder de accionar correctamente, nosotros para protegerlos y asegurarles una forma más sana de convivir y ellos para participar y desarrollarse en un contexto más feliz.

solangealvarado@yahoo.com

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