Más allá de cualesquiera otras consideraciones positivas, el principal logro del Presidente Danilo Medina y de su equipo administrativo y político ha sido mantener medianamente complacidos o bajo control –mediante medidas de urgencia inmediata, en unos casos, y de urgencia flexible, en otros casos- a sectores sociales y políticos de vocación conflictiva, y sobrellevar sus diferencias intrapartidarias, con el freno puesto sobre sus emociones y los intereses políticos, para focalizarse en sus menesteres presidenciales.

Otro logro mayúsculo ha sido el de sortear hasta ahora, aunque magullado, la campaña supranacional de anular la voluntad ejecutiva de Estado y someterla a sus dictados en procura de aplicar medidas de geopolítica y de otra índole no santa mundiales –padeceremos más brotes epidémicos pautados o ficcionados- cuyo eje central es dominar, sojuzgar y dictar el presente y el futuro, y que vienen a ser parte del derrotero trazado en los años setenta en la declaración o Documento Base denominado “Predicamento de la Humanidad” *, elaborado por una comisión de investigación del entonces famoso Club de Roma, al que se le revestía de una capa de impermeabilidad dizque privada, creada “voluntariamente” por empresarios de diversas partes del mundo.

A estas alturas tendríamos que decir, como decía en su programa de televisión el amigo Ercilio Veloz Burgos, “pregunta un amigo televidente”: ¿hasta dónde y cuándo resulta legal aceptar que residencias familiares y puestecitos de bancas y locales de sindicatos choferiles sean aceptados como supuestos locales de partidos políticos?

La alta aceptación pública del presidente Medina por sus gobernados de todas las corrientes políticas va más allá de las que suelen acumular nuestros presidentes al llegar al punto calendario de inflexión. Es mayor ventaja ese excedido porcentaje hipnotizador que la desventaja de su reducción al porcentaje real de popularidad, de respaldo y de seguimiento político administrativo si separáramos las pajas y los granos.

De todas maneras la aceptación prestada –por aquello de “prestigio prestado”- siempre es inmedible antes de las definiciones electorales con miras a un nuevo período que siempre surte el efecto de reacomodar las simpatías partidarias y de liderazgos personales.

El presidente Medina gobierna en medio de un panorama político caracterizado por la atomización creciente de la oposición y por el desarrollo preocupante y amenazante de los agentes de la arrabalización de cuanto tocan, el sector transporte público, del concho o de las voladoras, hacia la conformación de sus partidos, como el del supra prepotente Hubieres con su Partido Rebelde, el del “sindicalista” casi ñato Antonio Marte y el anunciado por CONATRA.

Ya antes, años atrás, se había conformado un partido de bancas de apuestas, el denominado MODA -¡vaya moda!-, y se anticipa la conformación de otro integrado por “prestigiosos banquistas” (?).

A estas alturas tendríamos que decir, como decía en su programa de televisión el amigo Ercilio Veloz Burgos, “pregunta un amigo televidente”: ¿hasta dónde y cuándo resulta legal aceptar que residencias familiares y puestecitos de bancas y locales de sindicatos choferiles sean aceptados como supuestos locales de partidos políticos?

¡Sálvese quien pueda…y no quien quiera!

Dejando de lado la anterior digresión, podríamos terminar diciendo del presidente Medina que aunque para algunos se presenta débil –justo y equilibrado, a mi juicio-, él ha sabido mantener la majestad del Estado, aún por encima del arrugamiento de su imagen de Presidente de la República Dominicana todas las veces en que el presidente del Haití ocupado se ha hecho esperar ¡hasta por más de una hora!, y todas las veces en que él y gente de su equipo han tenido que desdecirse para obtemperar a resistencias y requerimientos de grupos nacionales.