El sábado 16 de agosto –dentro de dos sábados- el licenciado Danilo Medina completará su segundo año como Presidente de la República habiendo trazado un novedoso derrotero cónsono con su temperamento  en el que destacan mágicamente su estilo llano, sus impresionantes iniciativas y realizaciones en el sector educativo, incluida la campaña de erradicación del analfabetismo, y sus encuentros semanales con grupos de micro empresarios.

Llegará el 16 a su punto calendario de inflexión, para entonces iniciar el domingo 17 de agosto la fase de declive de dos años más, ahora favorecido por augurios promisorios –no faltando algo “de ley”: la tormentosa insinuación de reelección presidencial- que contrastan con presagios nebulosos al juramentarse el 16 de agosto de 2012.

Cuando el viernes 17 de agosto de 2012 llegó tempranito al Palacio Nacional para su primer día de gobierno primaba el supuesto en muchos de nosotros de que gozaría de aceptación política y ciudadana hasta el último de sus primeros 100 días y quizás hasta los posteriores tres meses más, esto es, hasta el último día de febrero de 2013, y que de ahí en adelante Dios iba a repartir suerte. Pero nos equivocamos.

El Presidente Danilo Medina ha solventado muellemente todas las dificultades del ejercicio del poder con la destreza y paciencia propias de quien había acumulado una larga forja de experiencia ejecutiva de Estado, y dentro de ésta el haber sido en cierto modo un Presidente Sombra del exitoso presidente Leonel Fernández, hasta que en 2007 renunció del ahora Ministerio de la Presidencia para competirle la candidatura presidencial por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

 El Presidente Danilo Medina ha solventado muellemente todas las dificultades del ejercicio del poder con la destreza y paciencia propias de quien había acumulado una larga forja de experiencia ejecutiva de Estado

Presidente suertudo –“Noto que mientras más trabajo más suerte tengo”, dijo el ensayista británico Thomás Carlyle (1795-1881)-, ha entronizado en el alma nacional sus imágenes de inalterable, humilde, sensible, bueno, bien intencionado, astuto, trabajador, fajador, incansable, al tiempo de la de un componedor en procura de un punto de equilibrio –de “consenso” en su lenguaje presidencial- en los asuntos de gran trascendencia por los múltiples intereses envueltos.

En cierto modo protegido por la aureola de sus silencios –los silenciosos suelen ser misteriosos- ha abordado paso a paso “sin prisa pero sin pausa”, asuntos y temas espinosos; y ha visitado, sin publicaciones previas, diversas localidades del país e intercambiado con grupos del sector dinámico de la Nación que forman parte de la micro física del poder ciudadano y les ha autorizado recursos económicos en condiciones blandas –en plazos e intereses- para que desarrollen sus proyectos.

Probablemente el abordaje del tema asaz crítico de la naturalización y/o nacionalización, aún en proceso, haya sido el más delicado de su gestión. En ocasiones ha bamboleado como en una cuerda floja y por ello ha recibido fuego por arriba y fuego por abajo, como al hacerse la arepa dominicana. Hasta ahora va bien, más que menos.

Como se puede inferir de las enunciaciones anteriores, el presidente Medina ha tenido sus mayores éxitos al abordar y ejecutar positivamente “lo que nunca se ha hecho”, y, por natural acumulación de puntos, ha convertido una miríada de pequeñas realizaciones en una gran realización. En su conjunto han sido las confirmadoras de sus imágenes positivas.

Sin argumentaciones públicas excedidas ha solucionado asuntos sensibles menores, como cuando, inesperadamente, le dio solución al lacerante caso del desalojo de más de 50 familias pobres que por más de 40 años habían vivido en propiedad ajena de casi mil metros cuadrados de la calle doctor Delgado casi esquina Independencia, de Gazcue. Les construyó viviendas dignas en las cercanías de Boca Chica y concurrió a su inauguración y entrega de llaves en un acto minúsculo, aunque de esos que suelen ocupar un lugar privilegiado en la memoria del agradecido.