Marxismo, internacionalismo y nacionalismo
Desde el Manifiesto Comunista que escribiera en 1848 Carlos Marx, estuvo claro que la lucha del proletariado o trabajadores para la reivindicación de sus derechos y la instauración de un Estado que estableciera la igualdad y la justicia común, requería de la solidaridad que no le había dado el Capitalismo como régimen político.Era una demanda que debía de tener una expresión en la organización y el respaldo que se categorizó como “internacionalismo proletario”.
De hecho, Marx asumió un papel en las grandes luchas obreras no sólo en Alemania, sino en Francia, Inglaterra y en diversos países europeos, incluido España, dedicando gran parte de su tiempo a la escritura de El Capital, su genial contribución al conocimiento del sistema.
Federico Engels, su gran compañero, dominaba veintiún idiomas y dialectos antiguos y modernos, debido aque la internacionalizacióndel comunismo y la igualdad que ellos propugnabanentre los trabajadores, demandaba que las reuniones y congresos internacionales de los grupos comunistasrequerían de traducciones que, en aquel momento, ellos tenían que garantizar; y Engels, como políglota, asumió esa responsabilidad.
El internacionalismo proletario propugnado por Carlos Marx y Federico Engels, sin embargo, se encontró con la realidad de que el Socialismo no fue un triunfo mundial, sino que se instaló por primera vez en un solo país: Rusia.
La revolución socialista empezó en Rusia, un país imperialista, en función de la confluencia de un conjunto de circunstancias que no es el objetivo de este artículo estudiar, porque allí se presentó lo que Trotski y Lenin teorizaron como “el eslabón más débil”. Rusia, además, era un imperio que tenía muchas colonias bajo su dominio.De ahí que Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) tuvo que enfrentar la realidad de conciliar el establecimiento de un país socialista con la concepción del internacionalismo proletario al asumir el poder de un solo país imperial y el correspondiente derecho de los pueblos a la autodeterminación.
En consecuencia el sentido libertario y de igualdad que implicaba la idea socialista, por un lado; y la necesidad de mantener un comercio integrado que permitiera un desarrollo industrial del proyecto económico revolucionario, los llevó a decidir no mantener a Rusia como un imperio, sino a convertir a las antiguas colonias en participantes, en condiciones de igualdad, en la“Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”(URSS).
¡Qué bueno que la izquierda revolucionaria reivindique la lucha por la democracia, contra la corrupción, la equidad y la igualdad de la justicia que es un reclamo ciudadano! ¡Pero qué desacierto que la izquierda, erróneamente, no ha sabido entender el peligro de la creciente inmigración haitiana, propiciada por las grandes potencias y sus organismos internacionales y por la burguesía que se beneficia de la explotación de esa mano de obra barata
Las naciones que integraron ese nuevo Estado, la URSS, mantuvieron sus nombres nacionales y conservaron sus culturas como parte de la unión.
Esa fue la solución histórica que tomó Lenin y el Partido Comunista Bolchevique al tomar el dominio socialista de una República imperial que reformuló en los hechos y en la teoría las ideas iniciales del“internacionalismo proletario” con la realidad de tener que respetar las nacionalidades.
Durante, y luego, de la Segunda Guerra mundial, las políticas aprobadas por las diversas reuniones socialistas internacionales fue la decorroborar laindependenciade los pueblos liberados por el Ejército Rojo.
En ese proceso bélico, la lucha por la liberación nacional de las colonias de los imperiosqueparticiparon en esa contienda y lograron su independencia nacional, luego fueron aprobadas por las Naciones Unidas.
Otros pueblos, sin embargo, quedaron atrapados en fórmulas enmascaradas, por ejemplo Puerto Rico, denominado como Estado Libre Asociado, o las Islas británicas del ‘Commonwealth’, bajo el dominio británico.
La Segunda Guerra mundial creó un ambiente histórico donde el recrudecimiento del colonialismo y las luchas anticoloniales de los países que estaban oprimidos por las grandes potencias que participaron en la contiendabélica,se expresó con la misma fuerza con que las potencias que participaron en ese evento,luchaban por su independencia o de imponer su opresión.
Las colonias alemanas, italianas y japonesas de ultramarvivieron un momento dedebilitación deldominio imperial; en tanto que las colonias francesas al caer Francia bajo la ocupación hitleriana quedaron en condiciones de independencia. Inglaterra, por su parte, concentró su fuerza en la defensa de su propia nación, lo que debilitó su poderío colonial, creando un caldo de cultivo para el desarrollo de las ideas nacionalistas en las colonias del Commonwealth que se extendían por todos los continentes.
Países o pueblos como Tunes, indostanos y pakistaníes, China ocupada por cinco imperios, se destacaron por su lucha anticolonialista.
Terminada la Segunda Guerra mundial, con el triunfo de los aliados sobre el fascismo, el elemento de la descolonización y luego del acuerdo de Bretton Woods –donde se estableció la nueva hegemonía monetaria– la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la descolonización como un principio de las relaciones políticas internacionales, lo cual fundamentó jurídicamente el nacionalismo de los pueblos.
No obstante, este principio no fue asumido de manera real por todas las potencias. Por ejemplo, las viejas colonias inglesas pasaron a tener un estatusde colonialismo encubierto,en el cual los miembros de una comunidad eligen sus parlamentos, pero la figura del rey es la que ocupa la direcciónpolítica, al igual como las colonias en condición de anexión. Las colonias neolandesas, a pesar de haber recibido el nombre de “autónomas”, seguían bajo la dirección del rey de Holanda, en tanto los Estados Unidos mantuvieron su dominio colonial sobre Puerto Rico con el eufemístico nombre de Estado Libre Asociado, y se anexaron las Islas Vírgenes.
E incluso Francia realizó el fracasado intento de reocupar a Vietnam, pero encontró la resistencia de ese pueblo, que obtuvo la victoria a pesar del apoyo que le dio Estados Unidos. A finales del siglo xx y primera década del xxi, muchos de los países caribeños proclamaron su total independencia, en tanto que otros, los más pequeños, decidieron permanecer bajo el amparo de sus antiguas metrópolis.
El hecho es que el consenso mundial de los sectores progresistas, los marxistas incluidos, desde la post guerra hasta hoy es la defensa del nacionalismo, del derecho de los pueblos a su soberanía y a su autodeterminación.
La identidad nacionaly el nacionalismo, aveces con características raciales y étnicas distintas, pero siempre de tipo cultural, basado en un sentimiento de autogobierno, es considerada como un derecho de los pueblos; e incluso ha renacido como una necesidad de lucha a medida que las grandes potencias han tratado de borrar las diferencias nacionales y la identidad de nuestros pueblos, buscando imponer la Globalización y el libre comercio a favor de un beneficio competitivo para sus grandes empresas. En la última década este nacionalismo se ve alimentado, además, por los perjuicios que producen las crecientes migraciones a muchos pueblos en su estatus de vida y bienestar.
En el caso de la isla que compartimos con Haití, el proceso de identidad nacional surgió primero en ellos que en nosotros, y luego nos anexarondurante veintidós años.
La República Dominicana y la República de Haití, dos naciones que tienen culturas, es decir, idiomas, religiones, tradiciones, e historias diferentes, aunque comparten el mismo territorio de una pequeña isla, no tienen la posibilidad, bajo un régimen capitalista, de unificarse, no sólo por las diferencias expuestas.
Por circunstancias históricas, nuestro país no se liberó de ningún imperio europeo en el orto de su nacionalidad, sino de la opresión nacional que durante veintidós años tuvimos que soportar del dominio haitiano.
El hecho es que nuestra Independencia se produjo después de que el pueblo dominicano identificó sus diferencias culturales con Haití, marcó un nacionalismo, como dice Shaeffer, de “aquel sentimiento que unifica a un grupo de personas que comparten una experiencia histórica real o imaginaria y que tienen la aspiración común de vivir en conjunto como un grupo separado en el futuro”.
La República Dominicana es la República Dominicana y Haití es Haití por ese conjunto de factores culturales y políticos que nos diferencian, a pesar de que compartimos una pequeña isla.
Nuestro superior desarrollo económico y cultural nos ha colocado en una situación de solidaridad y de apoyo al pueblo haitiano más allá de nuestras posibilidades, debido a que las grandes potencias mundiales no han asumido la responsabilidad histórica de la pobreza de ese hermano país, las cuales se han limitado a propiciarle casi solo protección militar para garantizar la estabilidad política, social y militar que, de no haberse realizado, pudo haberlo conducido a la anomia y a la anarquía.
Es necesario, pues, la defensa de la nación dominicana, ante el intento de las grandes potencias de hacernos responsables de diez millones de hambrientos, enfermos e incultos ciudadanos, a que nos quieren obligar.
Es necesario que la izquierda revolucionaria dominicana entienda que la actitud de pasividad “humanitaria” y silente con las cuales asumen el gran problema de la avalancha inmigratoria haitiana que afecta nuestro pueblo, nada tiene que ver con la igualdad y el internacionalismo proletario que propiciaba Carlos Marx, y que Lenin superó al incorporar a las antiguas colonias del Imperio ruso en el marco de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Y además, el primer Congreso por la Internacional Comunista realizado después de la revolución rusa, estableció el derecho de los pueblos a la autodeterminación como un principio revolucionario; no como una desviación o excresencia inhumana y "revisionista”.
Cuando escucho a “los Vincho”, organizados en la Fuerza Nacional Progresista y al ingeniero Espaillat Nanita argumentando el interés de las multinacionales de apropiarse del oro, la plata y otros yacimientos minerales que está detrás de la presión de las grandes potencias para que aceptemos a los casi diez millones de haitianos en nuestro país y sus posiciones en defensa de nuestra nación, entiendo lo lejos que la llamada izquierda revolucionaria dominicana está de un pensamiento teórico y político que hoy es imprescindible para que la sociedad dominicana, y en especial, la clase media, pueda brindarle el respaldo para poder llegar al poder.
¡Qué despilfarro político colocar en primer plano la lucha por la recogida de la basura o el arreglo de las calles por encima de la lucha en defensa de nuestra soberanía e independencia nacional!
¡Qué bueno que la izquierda revolucionaria reivindique la lucha por la democracia, contra la corrupción, la equidad y la igualdad de la justicia que es un reclamo ciudadano!
¡Pero qué desacierto que la izquierda, erróneamente, no ha sabido entender el peligro de la creciente inmigración haitiana, propiciada por las grandes potencias y sus organismos internacionales y por la burguesía que se beneficia de la explotación de esa mano de obra barata; y sobre todo, las consecuencias que esta inmigración tiene en el mantenimientodel bajo costo del trabajo de los dominicanos!
Desde el punto de vista del desarrollo nacional, la masiva inmigración haitiana se expresa en un retraso del necesario proceso de la tecnificación de la agricultura y nuestra industria de la construcción que significa esa “sobrepoblación flotante” de hambrientos trabajadores haitianos sobre nuestro país.
Tampoco interpreta la izquierda dominicana el real significado que esta invasión repercute en la “pobreza monetaria y social” de nuestros trabajadores, en la medida que las haitianas ocupan alrededor de un 30% de las camas de las madres dominicanas parturientas, los gastos en general de los gastos de salud, educación, y otros servicios.
El Estado dominicano no ha sido capaz de resistir las presiones de las grandes potencias y sus organismos para enfrentar la avalancha de la inmigración haitiana.
De asumir la izquierda y otros sectores progresistas, que hoy están en la oposición política esta realidad, les permitiría realizar una crítica fundamentada en lo relativo a este aspecto, a los sectores dominantes del país.
¿Cuál ha sido el resultado de ese supuesto “humanismo” solidario con el pueblo haitiano?
1-Que se han desconectado del sentimiento y la identidad nacional, por lo cual el pueblo no se siente en ellos representados.
2-Que han permitido que esa sentida bandera de lucha nacional se haya convertido en el clafón de avance y trompeta de lucha de la Fuerza Nacional Progresista y el “Polo Soberano”; y que junto a esa defensa nacionalista ellos conformaran un claro núcleo de ideas derechistas, como lo es la lucha contra el derecho humano de los gays y contra el derecho de las mujeres a decidir sobre los embarazos, haciendo más difícil combatir estas últimas retrógradas posiciones.
Y es que, en realidad, ellos tienen razón en la lucha en defensa de la soberanía de la patria o nación dominicana y en la denuncia que realizan de la actitud de imposición de las grandes potencias que quieren abandonar sus responsabilidades internacionales y hacernos responsables de la solución de la situación de miseria y retraso en que está sumido el pueblo haitiano.
La lucha en defensa de la soberanía de la nación dominicana es un sentimiento nacional; y la izquierda “marxista” revolucionaria dominicana tiene que asumirla, si quiere ser la expresión del sentimiento y los intereses de nuestro pueblo; y no delegarla exclusivamente a otras fuerzas políticas como la derecha más conservadora, que en muchos otros aspectos les son opuestas.
Políticamente es erróneo, incorrecto e inexplicable que hayan dejado esa bandera exclusivamente a los sectores de derecha, los cuales también tienen el derecho y la obligación de participar en la lucha en defensa de nuestro país.
Lo que es imperdonable es que la izquierda dominicana no haya comprendido la trascendencia que tiene en estos momentos históricos la defensa del interés nacional y se haya desligado del sentimiento general de la población dominicana que bien entiende su identidad y asume su nacionalismo ante el peligro de la avalancha de la inmigración haitiana.