Huyó Medina con la bandera
En el Congreso de la Feria
Y en la Talanquera.
Si yo fuera Danilo,
Yo no huyera.
1. Difícilmente haya un dominicano que acepte la excusa del temor al contagio del covid-19 del expresidente Danilo Medina para no asistir al Congreso a entregar el símbolo del poder del presidente de la República al mandatario entrante Luis Abinader, tal como se había estilado después de 1978 cuando Antonio Guzmán sustituyó a Joaquín Balaguer luego de una victoria electoral que guarda mucho parecido con la del 5 de julio de 2020: Un hartazgo general de la población ante la corrupción y la impunidad que reinaron durante los mandatos de Leonel Fernández y su sucesor.
2. La copla en contra del abanderado Tomás Núñez puede aplicarse al expresidente Medina, quien creyó que el presidente entrante se cebaría en contra de su persona, como estilaron en el pasado Guzmán contra Balaguer, Balaguer contra Jorge Blanco e Hipólito Mejía contra Leonel y luego Leonel en contra de Hipólito.
3. Luis Abinader rompió con ese círculo vicioso tradicional que todo sicólogo recomienda liquidar si uno desea plantearse como sujeto responsable de su discurso y acciones y que no se victimiza a costa de los errores del otro, tal como aconsejó malamente al nuevo presidente el politólogo ancilar Belarmino Ramírez.
4. Medina se enrumbó directamente a la Embajada Americana a escuchar el sermón de Mike Pompeo, jefe de la diplomacia americana del garrote, al salir de la oficina del presidente del Senado Eduardo Estrella, en franco desafío a su excusa de contagio pandémico. Quizá dentro de veinte años, por la minuta que se registra de toda actividad política de los altos funcionarios estadounidenses sepamos lo que le trató Pompeo a Medina, a quien Donald Trump con su política proteccionista y su unilateralismo vio con malos ojos que el expresidente restableciera relaciones diplomáticas con China, en momentos en que el inquilino de la Casa Blanca torpedea la globalización del comercio a través de una absurda guerra comercial con el gigante asiático, pero lógica para él y su grupo económico.
5. La población dominicana en su mayoría vio con buenos ojos el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con China, pero censuró la forma abrupta en que se hizo, que quebrantó las relaciones de más de 60 años con Taiwán, país que tanta ayuda técnica y préstamos concedió al nuestro. Es verdad que Taiwán es hoy un anacronismo político, sobre todo luego de la resolución aprobada por las Naciones Unidas en la que se reconoció a ese país como un territorio perteneciente a la China continental. La ruptura debió hacerse al modo oriental del confucionismo: toda porción de humanidad es nuestra amiga. O sea, quedar en buenos términos.
6. En mi caso particular e intelectual, mis afectos por la China de Mao comenzaron, si mal no recuerdo, cuando Cayetano Rodríguez del Prado, a solicitud del comité ejecutivo de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER), nos ofreció en el edificio Baquero en 1964 una charla sobre las experiencias de su viaje a China en julio 1964. Antes, en ese mismo edificio Baquero, Asdrúbal Domínguez y Cayetano nos habían hecho un relato pormenorizado de su primer viaje a la Unión Soviética en enero de 1962. Como militante de izquierda del 14 de Junio, era de rigor estar al día en lo atinente a las relaciones internacionales y yo ocupaba ese cargo en el comité ejecutivo de la UER. Por lo tanto, en aquella época leí los libros de filosofía, literatura y cultura de Mao, especialmente su libro Conferencias en el Foro de Yenán y una frase que me resultó paradójica, para aquella época, fue la de que “el imperialismo yanqui era un tigre de papel”. Aunque los Estados Unidos eran la primera potencia mundial hasta que llegó la globalización, después de la derrota del imperio yanqui en Vietnam, comprendí el alcance de la frase. La China era el futuro donde debían echar su mirada los países pobres y no alineados.
7. Luego de la desaparición de Mao y el ascenso de Deng Tsiao Ping al poder, este dirigente implementó un sistema dual con capitalismo de Estado en el Norte y socialismo en el Sur y colocó, en tan solo 70 años de revolución (1949-2020) a la China como una de las primeras potencias del mundo. No cabe duda de que esta fue una vía correcta luego de su apertura a Occidente, con el restablecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con la Francia de De Gaulle el 27 de enero de 1964 y luego con los Estados Unidos el 1 de enero de 1979, quienes temieron quedarse atrás de Francia y Europa occidental. Este reconocimiento de China Popular comenzó en aquel cuartito del edificio Baquero y se consolidó durante mi viaje de estudios a Francia de 1969 a 1972 a través del grupo literario pro-chino Tel Quel, de cuyas teorías fui seguidor. En su revista homónima aparecían las plumas más brillantes de la Francia de aquel decenio. A mi regreso al país en 1972, publicité esas teorías de Tel Quel en el suplemento cultural del Listín Diario y en los vespertinos Última Hora y La Noticia. En este último diario llegué a publicar una reseña del libro de la telqueliana italiana María Antonietta Macciocchi titulado De la Chine (París: Seuil, 1971) y luego en mi libro Escritos críticos (Santo Domingo: Cultural Dominicana, 1976), figura el programa literario y político maoísta en la contraportada de dicha obra.
8. Pero mi nuevo discurso cambió todas esas ideas con la poética de Henri Meschonnic luego de mi segundo viaje a Francia de 1977 a 1980, poética que situó la ideología del discurso estructuralista y la teoría del signo en la que se basaba la política de partido único y la ideología del grupo Tel Quel.
9. Todo este introito para decir que la China de hoy no es la China de Mao ni la China de la revolución cultural que presenció Occidente. Es un gigante que los países pequeños deben observar con atención y cuidado y en ese juego entre potencias deben andarse con pie de plomo los países pequeños, los cuales, al decir del teórico Stephen D. Krasner, no tienen soberanía (“Cuatro significados de soberanía”, en Soberanía, hipocresía organizada. Barcelona: Paidós Ibérica, 2001, pp. 22-43), y como aconseja Maquiavelo, deben, sin romper con ninguna de ellas, aliarse a la que menos daño les cause, como aconsejaba José Martí en su ensayo de mayo de 1891 “La conferencia monetaria de las repúblicas de América”, incluida en Política de nuestra América (México: Siglo XXI, 1979, pp. 205-206): «… ¿pueden los Estados Unidos convidar a Hispanoamérica a una unión sincera y útil para Hispanoamérica? ¿Conviene a Hispanoamérica la unión política y económica con los Estados Unidos? (…) Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra, manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo, y el que quiere salvarse, vende a más de uno. El influjo excesivo de un país en el comercio de otro, se convierte en influjo político. La política es obra de los hombres, que rinden sus sentimientos al interés, o sacrifican al interés una parte de sus sentimientos. Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él. Cuando un pueblo fuerte quiere dar batalla a otro, compele a la alianza y al servicio a los que necesitan de él. Lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos. El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios. Distribuya sus negocios entre países igualmente fuertes. Si ha de preferir a alguno, prefiera al que lo necesite menos, al que lo desdeñe menos. Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. El caso geográfico de vivir juntos en América no obliga, sino en la mente de algún candidato o algún bachiller, a unión política. El comercio va por las vertientes de la tierra y agua y detrás de quien tiene algo que cambiar por él, sea monarquía o república. La unión con el mundo, y no con una parte de él; contra otra.»
10. He sintetizado la tesis de Krasner en mi libro Política y teoría del futuro Estado nacional dominicano (Santo Domingo: Editora de la UASD, 2012, p. 17) de la siguiente manera: «Es evidente que con la aplicación de esta doctrina del shock [de Naomi Klein] a cualquier país donde ese conglomerado industrial, comercial y gubernamental encuentre resistencia, oposición o una posición revolucionaria contraria a los intereses de la coalición internacional, toda noción de soberanía y respeto al principio de la no intervención de un Estado en los asuntos internos de otro Estado sale sobrando. A esta soberanía teorizada por primera vez por el francés Emer de Vattel en su libro de 1758 (Le droit de gens) es a lo que Stephen D. Krasner le llama soberanía westfaliana y a la soberanía que puede prescindir o no de la existencia del Estado para que otro Estado lo reconozca oficialmente como nación, territorio o país beligerante, el referido autor le llama soberanía legal internacional. Y llega Krasner a la conclusión de que los dos tipos de soberanía, que tuvieran cierta vigencia hasta el siglo XX, pero entre potencias solamente, es un ‘hipocresía organizada’ para el reparto de las naciones, Estados y territorios pequeños y débiles entre los imperios, como acaba de ser expuestos por Naomi Klein con su doctrina del shock.»
11. A propósito del pie de plomo con que debemos andar como país con respecto a nuestras relaciones con China, ya que las restablecimos y es un fait accompli, reitero que Krasner ofrece una solución, la cual debe ser de tacto, de prudencia, pero astuta como la zorra, según aconseja Maquiavelo. En mi libro citado, p. 17, me preguntaba lo siguiente: «Ante los imperios y su doctrina del shock, ¿qué posición debe adoptar un país pequeño y débil como la República Dominicana, con un Estado santanista, autoritario, sin nación debido a la exclusión del pueblo en su formación?» Y me respondí así: «A pesar de las vicisitudes, Krasner diseña una salida estratégica cuya eficacia depende de la inteligencia de los gobernantes y los gobernados: «el antagonismo mutuo entre los fuertes ofrece ocasiones para maniobra a los potenciales países objetivos’.» (Krasner, libro citado, p. 60). Para desembocar en la solución que Krasner ofrece a los estados pequeños que no tienen soberanía: «Los Estados más débiles buscarán siempre oportunidades de escapar a las limitaciones que los poderosos les han impuesto para presionarlos. Los resultados, incluidas las propias instituciones, son producto de los intereses y del poder de los actores.» (Soberanía…, p. 89).
12. El expresidente Medina y el ahora presidente Abinader, quienes conversaron con Pompeo, sabrán cuáles “son esas limitaciones que los poderosos les han impuesto para presionarlos” y en el caso de nuestro actual mandatario, este sabrá, en el estudio del juego y la lucha entre potencias imperialistas, cómo maniobrar con un Donald Trump que negocia con su par colocándole una pistola en la sien, pero el otro, más débil, se cerciorará de que a aquel Atila le queda posiblemente de plazo en el poder hasta enero de 2011, porque según la intención de voto de los ciudadanos de aquel país, Joe Biden y Kamala Harris le llevan 11 puntos porcentuales de ventaja en la encuestas, algo muy difícil de revertir. Los gobernantes demócratas estadounidenses permiten a veces un margen de libertad a los países latinoamericanos con el que no transigen los presidentes republicanos. Y es en medio de ese margen donde deben colocarse los países pequeños y débiles como el nuestro, a pesar de que con los demócratas (el loco Wilson y Lyndon Johnson) hemos salido perdedores al ordenar ambos las dos ocupaciones militares de que hemos sido víctima.
13. En consecuencia, lo único aconsejable para el rector de la política exterior dominicana es dotarse de paciencia china, la cual, en virtud de la filosofía confuciana, sabe esperar todavía, si es necesario, cien años para que Taiwán vuelva a figurar como parte del territorio continental y el presidente dominicano debe poseer la astucia maquiavélica para sortear y torear todas las adversidades del juego de las potencias.
14. Hay que asumir con toda responsabilidad que la siguiente situación es una herencia de los responsables del fracaso de la tercera república: Federico García Godoy y Américo Lugo, dos ilustres pensadores de nuestras vicisitudes históricas, afirmaron que en 1921 los caudillos que se prosternaron en Washington para firmar el plan Hughes-Peynado cedieron, mediante ese acuerdo, la co-soberanía de la república a los Estados Unidos. Los firmantes de aquella ignominia, creadores “la escuela de cobardía” en el país que dura hasta hoy, fueron los caudillos clientelistas y patrimonialistas que se negaron a perder sus privilegios y a colocar por encima del interés personal el interés de la república: Horacio Vásquez, Federico Velázquez, Francisco José Peynado, Elías Brache, Luis Felipe Vidal y Enrique Jimenes. Desde aquel día nefasto, cada vez que se celebran elecciones presidenciales en nuestro país, las distintas clases sociales dominicanas esperan expectantes que el gobierno los Estados Unidos, según su criterio, nos libre del “mal gobernante” y nos envíe la señal del candidato por el que hay que votar.
15. A este propósito, me vino a la mente el sueño de Martin Luther King cuando oí y vi al presidente Luis Abinader recordarles, a los miembros del gabinete y a otros altos funcionarios juramentados el domingo pasado en el Salón de Embajadores, que, además de cumplir la Constitución y las leyes, estaba entre sus obligaciones “defender la soberanía del país” y ante aquella exigencia burocrática no pude menos que pensar apesadumbrado en cuánta razón tiene Stephen D. Krasner cuando afirma con rotundidez que los países pequeños no tienen soberanía.
16. Arturo Martínez Moya plantea en “Evolución de nuestro comercio exterior” (Hoy, 17/8/2020, p. 11A) que «tenemos el reto de recuperar la totalidad o un alto porcentaje de los RD$ 390 mil millones que perdimos en PIB en seis meses, para a partir de 2021 iniciar un proceso de crecimiento sostenido con empleos productivos, para reducir los elevados desequilibrios acumulados (fiscal y deuda).»
17. Para lograr esa meta, otro articulista, Eduardo Klinger Pevida, dice en “Prospectivas de las relaciones entre la RD y China Popular” (Hoy, 17/8/2020, p. 11A) que reconoce que los Estados Unidos son “nuestro principal y predilecto socio económico comercial”, pero que esa situación no nos puede cegar y proclama que «seamos menos dependientes del [comercio con EEUU] aumentando los intercambios con el resto del mundo, del que China es parte. Más intercambio con EEUU no conlleva menos con China ni con nadie.» Y concluye su artículo con la siguiente afirmación: «Este país no puede ignorar el potencial que encierran las relaciones con China. La región ha sabido tener pragmatismo y sentido de oportunidad. China es el segundo socio comercial regional, pero primero en la mayoría de las principales economías, las que exportan volúmenes multimillonarios de bienes. Solo si EEUU pudiera asumir esas importaciones cambiarían de dirección, lo contario sería un servilismo incongruente con el interés nacional.» Y, finalmente, recomienda lo siguiente: «En la ‘guerra’ de EEUU con China no debemos tener espacio, aunque seguramente Pompeo intentará presionar y dar lecciones.»
18. Por último, en un artículo diseminado en su cuenta de las redes sociales, el economista Ruddy Santana va en la misma línea de Klinger Pevida al recomendar al gobierno cuatro puntos con respecto a las relaciones comerciales con China: «1) A pesar de la deuda política que Abinader tiene con Trump, no comprometerse con los componentes anti-chinos de las propuestas de un gobierno que muy probablemente tiene sus días contados. No tiene sentido dañar las relaciones con la economía más grande del mundo en poder de compra para acompañar un gobierno que probablemente no exista en enero de 2021. 2) Reafirmar la disposición del país de hacer negocios con todo el que observe las normas y regulaciones establecidas a nivel mundial. 3) Contener el impulso ideologizante que el canciller Roberto Álvarez desea darles a nuestras relaciones internacionales. 4) Continuar impulsando el intercambio comercial con todo el mundo, en especial con quienes se han comprometido a no obstaculizar la globalización como la UE, China, Corea, Japón y demás.»