Entre 1930 y 1988, un período de 58 años, equivalente a dos generaciones, se sufrió una dictadura en por lo menos uno de los dos países que comparten a isla Española. Cuando Trujillo (1930-1961) fue ajusticiado ya existía desde 1957 la de los Duvalier, la cual tan solo desapareció en 1988, pero el gobierno democrático de Leslie Manigat tan solo duró 134 breves días. El militar Raoul Cedrás sería presidente hasta 1994.
La Minustah llegó en el 2004 y se quedó hasta el 2017, eliminando al ejército haitiano (al igual como ya había ocurrido en Panamá y Costa Rica) y creando una policía, pero de apenas 15,000 agentes. La coexistencia de democracia en toda la isla es, consecuentemente, una experiencia poco común entre nosotros, lo que nos obliga a dar seguimiento a lo que ocurre políticamente en Puerto Príncipe.
Jovenel Moise fue elegido democráticamente como presidente en febrero del 2017, por lo que los reclamos de su renuncia carecen de justificaciones y de ahí la actitud a favor de Moise por parte de Estados Unidos y la comunidad internacional, reflejándose en importantes visitas recientes de funcionarios norteamericanos a Puerto Príncipe. Las relaciones entre el presidente Medina y Moise han sido buenas y se ha notado la reducción en las críticas por parte de funcionarios haitianos a la política migratoria dominicana, algo que era muy común durante gobiernos haitianos anteriores.
Pero los haitianos cometieron el error en 1987 de adoptar en su Constitución el modelo europeo, donde el primer ministro tiene más poder que el presidente y a Moise le han renunciado cuatro primeros ministros en apenas dos años, manteniéndose el cargo vacante desde marzo pasado. Peor aún, todos los diputados cesaron en sus cargos este primero de enero, al igual que dos terceras partes de los senadores, al no haberse podido celebrar elecciones congresuales en octubre pasado. Consecuentemente, el presidente Moise ahora está gobernando por decreto.
Desde que en julio de 2018, por recomendación del Fondo Monetario Internacional se decidió aumentar el precio de la gasolina, que era subsidiado por el Estado, han tenido lugar violentas huelgas. Moise eliminó importantes contratos con suplidores privados de energía, lo que ha provocado largos apagones por falta de pago. Bandas de criminales no han podido ser controladas por una policía con sueldos atrasados. El viaje por tierra a Cabo Haitiano ahora ha devenido peligroso dadas las actuaciones de esas bandas, las cuales a veces son contratadas por empresarios para que destruyan los negocios de la competencia.
La moneda local, el gourde, se ha devaluado en un 50% (equivalente a una devaluación de nuestra moneda a 75 pesos por dólar) y la inflación ha subido un 20%, en contraste con el 4% dominicano. El PNB ha decrecido en un 1.2%. Hoteles como el Best Western han cerrado y Delta Airlines ha suspendido sus vuelos a Haití. El hambre creciente ha aumentado los viajes en yolas buscando llegar a Estados Unidos y también la presión por cruzar nuestra frontera.
La comunidad internacional ha devenido apática con relación a nuestros vecinos. República Dominicana, por el contrario, aprovechando la condición temporal de miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, logró convocar una reunión para discutir los problemas haitianos, pero debido a la oposición de China (Pekín busca presionar para que Haití deje de reconocer a Taiwán), el Consejo no tomó ninguna acción. La única preocupación de Trump es que no se repita el éxodo masivo de haitianos hacia la Florida de 1994, cuando unos 15,000 llegaron allí y tuvieron que ser trasladados a la base militar e Guantánamo. Una repetición de ese éxodo podría costarle las elecciones.
¿Qué puede hacer la República Dominicana, el país extranjero más afectado por esa crisis? No puede hacer lo que hacía Trujillo, controlando políticamente a Haití a través de sobornos y amenazas. Pero podemos hacer otra cosa que también hacía Trujillo, castigar severamente a los militares que se lucran del éxodo ilegal de haitianos.
Después de caída la dictadura recuerdo haber visto una fotografía de nuestras tropas alineadas presenciando el desgarre de las insignias de un militar que había deshonrado su uniforme lucrándose del tráfico de haitianos.
¿Será eso repetible? ¿O ya es demasiado tarde?