La trilogía fílmica de El caballero oscuro (Batman Begins, The Dark Knight y The Dark Knight Rises) del director Christopher Nolan, como advertía hace unos años -en comentario de la segunda película mencionada que es extensible a toda la saga de Nolan-, es “una obra que puede ser interpretada semiológica, escatológica, teológica, filosófica y políticamente” (La política de Batman, Hoy, 21 de agosto de 2008).
La mayoría de los análisis desde la perspectiva de la filosofía política de estas películas se han concentrado -como es de presuponer- en el protagonista Batman, a quien casi todos los estudiosos -quizás influidos por el momentum y la discusión teórica del estado de excepción, desatada a partir de la guerra global contra el terrorismo que se inicia a raíz del 11/9/2001- presentan como un vigilante nocturno representativo del dictador excepcional de Carl Schmitt, que toma la justicia en sus manos para reestablecer el orden, la paz y las libertades en Ciudad Gótica. No tanta atención han prestado los filósofos y pensadores políticos a los rivales de Batman, en especial al Guasón, quizás, en el caso de este último, porque su carácter manifiestamente caricaturesco -tal como lo personificó Jack Nicholson- no daba buen material para mayores elucubraciones teóricas. Todo esto cambiaría con la llegada del actor Heath Ledger, que le daría profundidad y sentido al rol de Guasón, y que aportaría con su voz suave y raspada las célebres frases del personaje en The Dark Knight que resumen su filosofía política:
“¿Parezco un tipo con un plan? No. ¿Sabes lo que soy? Soy un perro persiguiendo un auto. Pero no sabría que hacer si alcanzara uno. / Soy un agente del caos. ¿Y sabes lo que tiene el caos? Que es justo. / Introduce algo de anarquía, altera el orden establecido, y el mundo se volverá un caos / Yo no soy un monstruo… solo estoy mas adelantado”.
¿Qué tenemos aquí? Ante todo, el Guasón no está loco o, por lo menos, no desde su óptica de que, tal como comentó Alan Moore a la hora de escribir la historia de la novela grafica The Killin Joke, “la locura y la cordura solo son partes de un mismo día”. Y si lo está, no obstante su proclama de que no tiene un plan, puede afirmarse como Polonio respecto a Hamlet que, “aunque todo es locura, hay cierto método en lo que dice” y, añadiríamos, en lo que hace. Su método es, tal como confiesa el propio Guasón, la creación del caos organizado. Dice que no es monstruo, justificando su total carencia de valores éticos y morales, sino que tan solo está adelantado a su tiempo. En esto no deja de tener cierta razón, aunque habría que convenir con Gramsci, que “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.
Y es precisamente aquí donde encontramos la política contemporánea de la creación del caos planificado. Como afirmaba Milton Friedman y como nos recuerda Naomi Klein, “solo una crisis -actual o percibida- produce el cambio real. Cuando la crisis ocurre, las acciones que son tomadas dependen de las ideas existentes”. Fue lo que hizo Mao en China con la revolución cultural que destruyó todas las jerarquías y a todos sus adversarios; lo que hizo Pinochet en Chile al aprovechar el shock del golpe a Allende para eliminar la oposición de izquierda e introducir las reformas de los Chicago Boys; y lo que hace Maduro en Venezuela fomentando la represión, la inflación, el hambre y la emigración masiva para así asegurar no tener que enfrentar ninguna oposición viable.
Sin embargo, quien más se asemeja al Guasón es Trump. Trump, al igual que el Guasón, no tiene un plan, que no sea, en el caso de Trump, aprovechar cada día para socavar alguna institución del Estado de Derecho, llámese judicatura, Reserva Federal o derechos fundamentales. Como le dice el Guasón a Batman, “ustedes tienen todas esas reglas y ustedes piensan que ellas los salvaran”. Esas reglas no nos han salvado ni nos salvaran de Trump ni del eterno retorno del fascismo. Lo que nos recuerda que el “gobierno de las leyes” de un Estado de Derecho necesita mujeres y hombres, de carne y hueso, que las apliquen y que no olviden que, en palabras de Friedrich Nietzsche, “quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, también éste mira dentro de ti.”