I.- Sociedad y política clientelar
1.- Ninguna persona puede ser juzgada en su accionar sin antes tomar en consideración su ubicación de clase social, y el ambiente en el cual desarrolla sus actividades; el aislamiento no cuenta para analizar un fenómeno social cualquiera, siempre hay que partir de lo que representa la colectividad, la sociedad humana
2.- La decisión de un individuo a inclinarse a una posición, tomar una actitud, o comportarse en una determinada forma, es el resultado de factores diferentes que influyen en su conducta al momento de actuar o abstenerse de obrar. La participación, la intervención no está desvinculada de una realidad, de un entorno.
3.- Las taras sociales, los vicios presentes en un medio específico no surgen por mandato divino, ni por decisión personal individual. Las impurezas se alojan en un cuerpo social como consecuencia del deterioro de su base y superestructura, lo que determina el agrietamiento ético y moral de la generalidad de los miembros de la sociedad.
4.- La imperfección, la irregularidad en el accionar político de los dominicanos y dominicanas, desde el punto de vista de la decencia, no lo podemos ver al margen del sistema social bajo el cual estamos viviendo.
5.- La política clientelar nace y se desarrolla en un medio social deteriorado en el orden económico, ético y moral, y en el cual está ausente la sana conciencia, el buen entendimiento, el correcto discernimiento, el sentido de honor y decoro. La inconsciencia es caldo de cultivo para el político clientelista.
6.- El clientelismo echa raíces en un ambiente en el que se reduce al ser humano, porque se rebaja el que hace de donante, como el que se humilla como donatario. El actor clientelista disfrazado de humilde demuestra desfachatez y simulación, a la vez que modifica la conducta de los que intervienen en la operación clientelar. Deshonrar es de la esencia de la politiquería sin principios, porque conduce a la ignominia, abyección y vejación.
7.- En la politiquería clientelista que se hace en nuestro país, muchas personas son captadas sin el mayor esfuerzo y con la menor inversión, por el estado de postración, aplanamiento y abatimiento que se encuentra gran parte de la población. La debilidad a nivel de conciencia política guarda relación directa con la opresión social y la desigualdad de oportunidades.
8.- En la politiquería de clientelismo, desempeña papel predominante el que tiene posibilidad de hacer la función de auxiliador, mediador oportuno. El patrocinado se debe a quien lo apadrina, y en todo caso lo acoge para defenderlo; el favorecido con el regalo proveniente del politiquero, no tiene opción, porque su mente está cautivada; lo que recibe en donación lo debilita mentalmente, lo cambia de eficiente a apático, de enérgico a decaído, de fuerte a enclenque, de autentico a falso. Luce un individuo descabezado, desilusionado, diluido en lo absoluto.
II.- El daño que genera en el alma popular la política clientelar
9.- Si los que pusieron en práctica la política clientelar tenían como objetivo dañar a amplios sectores de nuestro pueblo, pueden decir a boca llena que lo han logrado, porque son notorios los efectos nocivos que ha hecho surgir esa forma de accionar en el ambiente político nacional.
10.- El político dadivoso aparente hace una inversión con lo que entrega simulando desprendimiento, y el que recibe el donativo queda atrapado en la red tendida con el regalo como carnada. La donación se convierte en un legado que marchita, con el agravante de que la víctima no entiende la urdimbre, la celada que se le preparó con el obsequio.
11.- El que acepta una dadiva con ribetes políticos resulta altamente perjudicado, aunque de inmediato no se da cuenta del estropeo de que está siendo objeto por el menoscabo a su persona, ya que su voluntad es limitada y la libertad de pensar queda atrapada al aceptar la donación.
12.- El clientelismo conduce a la simpatía condicionada, al aniquilamiento del libre pensamiento, y destrona la decisión a elaborar proyectos para salir adelante. El poseedor de iniciativas se convierte en tímido, perezoso e indolente. Una vez la política descansa en favores, ayuda o beneficio de cualquier naturaleza, los beneficiarios dejan de ser agentes promotores de cambios sociales para convertirse en personas privadas de pensamiento propio. El favoritismo crea agradecimiento, predilección ciega a quien hace posible el trato de favor. El asistido responde a quien lo ampara.
13.- Capturada la voluntad del ciudadano o la ciudadana mediante una atención material o un gesto de aparente fineza, en lo adelante su estado de ánimo se torna débil, listo para ser dominado por aquel que se presenta como muy generoso, pero que no es más que un aprovechador politiquero. El beneficiado por el favor flaquea, inmediatamente está entregado, es un ente alicaído.
14.- El clientelismo siembra en la conciencia de las masas populares la falsa idea de que son desventuradas, que les espera un futuro traumático, y que deben confiar solamente en quienes las protegen con agasajos ocasionales; elimina de la conciencia popular todo signo esperanzador, momentos halagüeños y optimismo.
15.- El condicionamiento que crea el clientelismo, arrebata a las masas su deseo de luchar; y las induce a no confiar en los cambios sociales que requiere la sociedad para el bien de todos y todas. Ellas llegan a creer que han sido condenadas a permanecer envilecidas eternamente para recibir el regalito envenenado y ponzoñoso que las intoxica.
16.- La persona dominada por el clientelismo se hunde en el desprecio porque se ve apabullada por lo que recibe y apenada en su interior porque se le derrumba por completo el orgullo personal, al sentirse prototipo de escoria social, un espécimen badil, la bagatela de la politiquería, la minucia del medio político.
17.- Una vez el clientelismo sirve para contaminar la conciencia de los individuos se convierte en un aliado para corromper y pervertir, orientado siempre al mantenimiento del oscurantismo político, y por vía de consecuencia el statu quo.
18.- En la medida que la politiquería clientelar pinta al pueblo lo nefasto, fatídico y siniestro, también le hace creer que lo único posible, favorable y conveniente para su presente y futuro es mantenerse atado a la política de favores, porque siendo mimado y favorecido con obsequios siempre estará en buenas, supuestamente en igual condición económica y social que su protector.
19.- La política clientelar hace daño a la lucha democrática, porque quita a los hombres y mujeres del pueblo confianza en sí mismos, induciéndoles al fatalismo, derrotismo y conformismo. Les hace creer que su dicha y porvenir depende de favores, de que se conviertan en queridos de cualquier politiquero.
20.- El clientelismo conduce a las masas a la desilusión, a desalentarlas para que permanezcan arrodilladas esperando las migajas que les tiran los que controlan el poder. A esa política desesperanzadora hay que responderle incentivando a los afectados, estimulando a los lesionados, motivando al pueblo para que se libere de toda clase de desigualdad, así como de las ataduras que ponen los partidos del sistema impidiendo la movilización de las masas populares.
III.- Generalidades del clientelismo politiquero
21.- En el clientelismo no toda persona puede manejarse con soltura, porque ese fenómeno tiene componentes cambiantes en su precio. A veces el que se vende se cotiza caro, y la inversión llega a onerosa. De ahí que la mercancía política deseada llega a ser gravosa, y en ese caso se dice que conseguir el voto de fulano de tal cuesta como un ojo de la cara, aunque para un dispendioso nada es nada.
22.- En algunas ocasiones el clientelismo debe hacer una fuerte inversión para satisfacer sus pretensiones politiqueras, aunque en un mercado moralmente devaluado como el que existe hoy en el país todo depende del momento. La necesidad y la doblez de conducta fija el precio de quien se vende.
23.- En la medida que la sociedad dominicana se hace más cochina políticamente hablando, el mercado de clientes políticos abunda, y se afinca hipocresía, duplicidad y disimulo. La indecencia y el descaro favorecen la adquisición de mercancías políticas menospreciadas.
24.- El que se mueve en la política clientelar tiene que estar preparado para tratar con sujetos inestables emocionalmente, de comportamiento desequilibrado; prestos a columpiarse, moverse de un precio medio a uno bajo, de creerse trascendental o insignificante, de venderse como de oro a cobrar como de cobre. Llegar a creerse en el grado de sustancioso, y transarse como una vulgar inanidad, minucia reducida a la nada.
25.- Aquellos que ejecutan el clientelismo no requieren de méritos para incidir en la política; les basta la mercancía dinero para hacer favores políticos, convirtiendo a amplios sectores de la sociedad en acólitos, ciegos adláteres de quincalla, cobistas sin conciencia
26.- El clientelismo ha hecho posible que el accionar político dominicano se nutra de grupos insignificantes y proceder dudoso, lo que ha espantado a las personas descollantes, prominentes en sus círculos laborales y sociales. Conviene a la politiquería clientelar colocar en igual plano de respeto y consideración al que oscila, pasa de un extremo a otro, que aquel que permanece firme, aferrado a sus principios, y nunca da muestra de ser una moneda política fraccionaria.
27.- El objetivo de los políticos clientelistas es venderse como adivinadores y magnánimos; les hablan al pueblo del futuro feo que le espera, a la vez que se presentan como santos políticos que han llegado al mundo para ser protectores, cargados de benevolencia, armados de hidalguía y gran nobleza, y que como esplendidos siempre estarán al lado de los necesitados.
28.- El político curtido en el clientelismo se presenta como ángel llegado del cielo, un bendecido de Dios y alma del señor; que orina agua bendita y que, por tanto, no tiene nada de perverso. El seria, algo así, como un querubín que merece ser mimado.
29.- Aquellos que hacen política de clientelismo han de estar armados de una actitud esquiva, listos para evadir; sortearse como serios o vagabundos; dispuestos a dar el frente o evitar cualquier confrontación; con la mente puesta para accionar firme e invariable, o voluble e inseguro.
30.- El clientelismo, formando parte del mundo comercial, tiene su lenguaje adecuado; de ahí que es común escuchar palabras vinculadas a esa actividad lucrativa, como oferta, demanda, reducción de precio, queja por alto costo, súplica para reducción de paga, solicitud de prórroga para cumplir, así como otros términos de operaciones bursátiles.
31.- En la medida que el clientelismo predomina en la politiquería, los grupos carentes de valía bajan más y más hasta llegar a ser vistos como agachados permanentes; y por más que pretenden subir se recortan en su baja estatura moral. Los pigmeos políticos jamás llegarán a ser espigados, porque el material humano del cual están formados solo tiene solidez para aguantar a un achaparrado, un retaco.