La crisis de la policía de República Dominicana sin dudas, grave y profunda, plantea  a la comunidad política un desafío sobre su porvenir y una sana seguridad ciudadana. Cada episodio  a lamentar que vive esta institución, de especial significado para la sociedad, sacude sus cimientos y pone en duda su sentido. El siglo V del imperio Romano estuvo marcado por dos acciones de control de la ciudad, expresadas estas en la necesidad de vigilar y hacer cumplir la ley, estos hechos  son  la filogénesis histórica  de esta fuerza de control de la vida pública ciudadana llamada policía.

Como fuerza civil profesional y organizada en la sociedad moderna tiene  sus orígenes en Londres en 1663 al contratar cuidadores que resguardaran las  calles en las noches. En Toronto, Canadá, en  1834 se organiza la   primera policía de América que tiene funciones de vigilar, investigar, arrestar y si era necesario "matar". Una fuerza civil concebida para resguardar  el orden  público y  la seguridad de la persona. Su atuendo u ornamento son un fiel testimonio de su naturaleza en sus orígenes: macana (batón, palo), escudo, bombas lacrimógenas, no armas letales, ni fuerza militar

Independientemente de su ley orgánica y del manual básico policial el rumbo de la policía dominicana en su evolución ha estado marcado por el criterio particular  de cada jefe policial, no por una visión filosófica general y una doctrina de Estado garantista de la libertad personal y la seguridad de los bienes, presupuestos fundamentales en la concepción  aristotélica sobre la felicidad del individuo y la justa  armonía social. La personalidad, el carácter  del generalato y la jefatura ha marcado cada momento  histórico de la policía: cuando esta estructura de mando o mástil de dirección ha estado en manos de gente buena, sana y honesta, "como los hay en abundancia en la policía"; hemos tenido una gran policía para regocijo y tranquilidad ciudadana.  Cuando los arbitrarios, abusadores, mentirosos, corruptos e indisciplinados  han dirigido, tenemos la pesadilla de la cual parece  no hay forma de despertar.

Al senador Manuel Paula, presidente de la Comisión  que tiene en sus manos el nuevo proyecto de ley orgánica de la Policial Nacional, le exhortamos  a ser oportuno y dotar el departamento de Asuntos Internos de la Policía  en ese proyecto de una nueva visión, este no puede seguir siendo un simple departamento adscrito  a la institución teniendo como superior inmediato al jefe policial de turno, la nueva dimensión de reforma debe hacer del mismo una dependencia de investigación y control interno del Ministerio de Interior y Policía, cuyo superior inmediato es el Ministro de turno. La segunda acción pertinente para dar  rumbo cierto a la brújula de  este proceso impostergable  de reforma, es la creación de la Policía Técnico Judicial adscrita al Ministerio Público, con lo que se garantiza al ciudadano una sana administración de justicia y se libera la policía de  su propio germen de destrucción, investigar   de oficio sus  propias faltas.

Es imperativo que el  Estado  de forma retrospectiva reoriente su mirada hacia la  Carta Universal de derechos en su artículo 12 en la que se es categórico con relación a la constitución de una fuerza pública en la sociedad moderna y civilizada: "La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano exige una fuerza pública; esta fuerza se organiza, por tanto, en beneficio de todos y no para la utilidad particular de aquellos a quienes se confía."