Filósofos y pensadores han tratado de entender o por lo menos de explicar el sentido de la existencia humana, y de manera fundamental, ese enigma llamado vida que con un simple perfil o una ficha policial, es valorada como útil o no, con derecho a decidir si sigue existiendo.
En 1942 Albert Camus, expresa en su novela El extranjero y la Náusea una noción filosófica del absurdo, que va más allá de lo carente de lógica. Lo describe como “un sentimiento que procede del divorcio entre el hombre y el mundo, y que le genera la pérdida de toda esperanza”. Esta pérdida de esperanza en el caso de la seguridad ciudadana, en la mentalidad policial, se expresa irónicamente, como un sin sentido de más de 20 siglos de preguntarse: ¿qué es el hombre y de donde viene? ¿Cuál es el sentido de la vida? Todo parece que Platón, Sócrates, Aristóteles, Kant, Hegel y desde Kierkegaard hasta Sartre perdieron su tiempo en teorías y pensamientos vacíos, en el que buscaban un sentido de la existencia y la vida; visto así, desde la perspectiva de la mentalidad policial.
El fin último del hombre, del ser y la vida ¿Cuál es? Siglos de meditaciones la policía dominicana lo tiene resuelto sin muchas epistemologías o hermenéuticas. Basta con una ficha, un intercambio de disparo, una redada, o perfil sospechoso; razones estas más que suficientes para aplicar la doctrina de la legítima defensa, el constreñimiento o estado de necesidad con un intercambio que vomita tiros en una sola dirección, la del sospechoso. Para los defensores de este método, Kierkegaard era un disparatado, cuando decía: “mirar al otro como un ser dueño de su misma existencia”.
El Quijote de los derechos humanos desde su comisión plantea que la ley recién aprobada sobre reforma de la policía es inconstitucional, porque desnaturaliza esa institución, convirtiéndola en un cuerpo armado. ¿Quién es el inconstitucional, la posición del Dr. Manuel María Mercedes o el proyecto de ley recién aprobado?
Aunque parezca un absurdo, el reclamo de la Comisión de los Derechos Humanos y su presidente, es la posición constitucionalmente contradictoria con el texto de la norma constitucional en su artículo 255, que dice: .- Misión. “La Policía Nacional es un cuerpo armado, técnico, profesional, de naturaleza policial, bajo la autoridad del Presidente de la República, obediente al poder civil, apartidista y sin facultad, en ningún caso, para deliberar”.
Ahora, ¿a que intereses obedeció en la reforma constitucional del 2010, constitucionalizar la policía, integrándola al texto constitucional? Esta acción absurda de reforma colocó la policía en el mismo plano de jerarquía, siendo ella dependencia, con el Ministerio de Interior Policía que es su estructura jerárquicamente superior; además, de establecer de forma bárbara su naturaleza de cuerpo armado e igualándola con el estamento militar. Esta realidad absurda y aberrante es la verdad jurídico-constitucional de la institución llamada a ser un cuerpo civil para el servicio y la seguridad ciudadana.
El tollo no está en la ley, sino en la Constitución que tenemos. Con esta traba normativa, no hay posibilidad de una verdadera reforma policial y de una ley apropiada a su naturaleza, sin antes pasar por una modificación de la constitución en su art.255. El problema de alcanzar un ideal de institución policial es más que de tecnologías, salarios, vestuarios, equipamiento, entrenamiento, generalatos, ley orgánica, insignias y escalafón. Es vital una transformación en la mentalidad policial de respeto hacia la dignidad de la persona humana, para poder entender su naturaleza y función; acompañada, necesariamente, de una doctrina de ingreso y permanencia en correspondencia con la primacía de su naturaleza civil que le es propia.
No habrá éxito en la reforma, sin antes descontitucionalizar la policía, en otras palabras sacarla del texto constitucional.
“Sólo quien conoce las causas de los fenómenos puede preverlos, y estará por ello en condiciones de dirigir y organizar el trabajo humano” (Aristóteles).