El asesinato de una joven pareja de esposos, que regresaban de un servicio religioso del credo que profesaban, a manos de una patrulla de la Policia Nacional que sin mediar palabras los acribilló a balazos, ha causado una generalizada indignación en la ciudadanía, que ya se encuentra hastiada de las abusivas actuaciones de quienes tienen en sus manos el orden público. No es la primera vez que miembros de la uniformada se ven involucrados en hechos de sangre que han costado la vida a numerosos dominicanos, sin importantes consecuencias para sus autores.
Hemos escuchado muchas veces anuncios sobre la necesaria reforma policial que no acaban de materializarse. La Policía, esa institución que por su estructura y rangos más parece una fuerza militar que una entidad capaz de cumplir con las funciones que le son propias, se encuentra cada vez más "embarrada" y desacreditada por el involucramiento de sus miembros en casos como el que mencionamos y en delitos de todo tipo; aunque reconocemos que en sus filas abundan quienes actúan correctamente.
No es nada inusual que en las policías de muchas partes del mundo existan comportamientos similares y que quienes tienen a su cargo el mantenimiento del orden público en lugar de trasmitir tranquilidad y respeto, provoquen miedo. El que esto ocurra en otros lugares no es para que nos conformemos con lo que tenemos.
Es de conocimiento público que con los salarios que reciben los policías de cualquier nivel no se puede vivir decentemente, ni reclutar y atraer personas con verdaderos deseos de servir y cumplir con su deber. Por esa razón, si se quiere que la anunciada y esperada reforma de la institución sea exitosa, además de una depuración profunda, es necesario incrementar de manera importante los salarios e implementar un sistema de incentivos que promueva la buena conducta. La reforma policial es un problema de múltiples aristas e intereses, pero es un tema de alta prioridad nacional que no admite postergación, que se tiene que enfrentar con determinación y responsabilidad.
Casos como el que consterna hoy a la población no pueden continuar ocurriendo. Como hemos dicho más de una vez, es preferible tener una Policía eficiente, honesta y bien pagada; que una numerosa, mal pagada, ineficiente y corrupta.