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El poeta vivo en su poesía
Hace muchos años que en mis andanzas por el país me detuve en Matanzas, la antigua comunidad que casi borró del mapa el tsunami de 1946, donde solo quedó en pie, milagrosamente, la iglesia de maderas que no estaba lejos de la playa, y por curiosidad, pregunté como hacía en cada pueblo donde había alguien que escribiera, por el poeta Plinio Quiñones Florimón. Un sobrino suyo que andaba por ahí me regaló lo que tenía, unos originales mecanografiados y una vieja foto aparecida en un periódico nacional, que reproducimos más adelante. Entonces escribí un artículo donde cometí el error de no aclarar que Plinio había dejado descendencia; de modo que luego me excusé con su hija.
No hace mucho vi en Internet al poner su nombre a ver si en la web estaba mi artículo con datos biográficos, que ahora ni recuerdo en cuál de los periódicos donde colaboraba se publicó, y sorpresivamente encontré este dato: En un cuadro que indica la portada, aparecen estas palabras: Título: Páginas Sueltas, Poesías. Plinio Quiñones Florimón El legendario poeta de Nagua. Editorial Círculo Rojo, Colección Poesía, Páginas 120, ISBN 978-84-9076-843-3. Formato tapa blanca 13 €, tamaño 15x21cm.
Empero el libro fue registrado aquí en Santo Domingo, ya que el registro de propiedad intelectual es el nuestro lo encontré al cliquear sobre la editorial, http://editorialcirculorojo.com/poesias-de-plinio-quinones-florimon/
Un libro de Francisco Sobrevela Aguado
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El poeta en su medio
Plinio Quiñones Florimón nació en San José de Matanzas en 1919 y falleció allí en 1947. Era hijo del farmacéutico cubano Francisco Florimón, a quien llamaban Don Quiñones y de la matancera Eladia Florimón. Nunca fue a una escuela, su padre lo alfabetizó, ocurrió que un profesor golpeó a su hermano mayor Héctor Pío Quiñones y su padre no envió a ninguno de los demás a una escuela. Estamos frente a un autodidacta pleno, solo superado en el tiempo y en la calidad estética por Parmenio Reyes Báez (1903-2006) y Franklin Mieses Burgos (1906-1976), el primero por decirle a su padre el poeta Juan de Jesús Reyes que no quería ir a la escuela, y este decirle que no fuera, o el del capitaleño con apellido de prosapia, que aprendió a leer a los catorce, siendo ambos, como el matancero lectores apasionados.
Plinio empezó a escribir poemas muy joven y aunque su vida fue breve (28 años), dejó una obra importante y una gran cantidad de poemas con diversos temas, a pesar de las estrecheces y de la falta de bibliotecas públicas en los pueblos del país.
Olvidado en su pueblo, ahora capital provincial, la ciudad de Nagua, nos hemos impuesto, como deber provincial ineludible, el rescate de su obra, lamentando no poseer el libro citado para ver la forma en que distribuyeron sus versos; si lo hicieron por temas o por fechas; hemos decidido hacerlo por nuestra cuenta, como si este no existiera, ya que el autor falleció hace más de sesenta años; además no nos vamos a lucrar con ello, sino simplemente a ofrecer ahora a nuestros lectores, y en el mes de octubre en la Extensión de la UASD en Nagua, una exposición de su obra.
A lo mejor con el link que damos, alguno comprará el libro por los trece euros, más los gastos de envío, y podrá cotejar lo que haremos. Yo no lo hago. Nunca compro online; no soy del millenium.
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Poemas de Plinio Quiñones Florimón
Por haber nacido en una época donde a las gentes les importaba e interesaba la poesía, Plinio tuvo contactos con damas prestigiosas de San Francisco de Macorís a quienes cita o dedica versos y suponemos que Domingo Moreno Jimenes en sus viajes por el país, igual que cualquiera persona distinguida que visitara su pueglo, lo conocería. Juan Sánchez Lamouth, que solía viajar a Nagua donde tenía como amigo íntimo a un médico sobrino de Aída Cartagena Portalatín, me hablaba siempre de él, y muchos amigos, como Mario Luis Ortega en San Francisco de Macorís me referían su poema Camino malevo el más famoso y más declamado en sus tiempos, que muchos saben de memoria, que ofrecemos a nuestros lectores junto a otros de diversas temáticas, para que se tengan una idea de lo que preocupaba y de lo que cantaba el Poeta de Matanzas, de Nagua.
Camino malevo
Camino resbaladizo
a veces ancho y estrecho
que serpentea cabezudo
como muchacho travieso.
Camino que te complaces
engañando al caminante,
que parece que terminas
y entonces… sigue adelante.
Con tu pescuezo estirado
acostado muellemente,
como si no te importaran
los apremios de la gente.
Te vas, te vas, más te estiras,
tu final ya no lo alcanzo,
de tanto esperar que acabes
me desespero y me canso…
¿Y a ti qué te importa eso,
tú te vas, crecer pareces,
no sé tú me entretienes
y para aburrirme, creces.
Puentes, charcos, hoyos viejos,
los pones en mi sendero,
a un redoblado esfuerzo
por entretenerme paro.
Y sigo, sigo adelante,
no importa ese lodazal,
no importa ese palo grueso
que no me deja pasar…
Yo seguiré mi camino,
andaré tu lomo prieto,
llegaré hasta tu cabeza,
pasaré por tu pescuezo,
Y evitar que el sol se acueste,
tengo que llegar allá,
aunque tú, te pongas bravo,
aunque tú, te estires más.
Matanzas, diciembre 9, 1944
La cosecha
Las espigas
vencidas
por el peso
del fruto de provecho,
inclinan las cabezas pensativas
como imitando rezos.
El oro de sus granos
agiganta los ojos del labriego,
que sueña con la próxima cosecha
y con los tiempos buenos…
Y brilla en la visión de su mirada,
y aletea en su frente pensativa
un sueño, que se mece en las pasadas
compensadas fatigas…
Y mientras
en los árboles
el viento se ha dormido,
y en la quietud del campo se destaca
un murmullo de nido,
y vuela
un pájaro,
y la estela
imperceptible
que deja su vuelo,
es como una oración que sube al cielo.
9 de diciembre de 1944.
Anochecer
Descolorido el sol muere en poniente.
La noche paulatina derrite su negrura
como pulsando el tiempo;
y de la comba azul y semioscura
como una risa plena de inocencia
brota, sangrienta y pálida, la luna.
Deja el viento su música en las ramas,
se descuelga la paz, ya cada cosa
de celestial solemnidad se inflama.
Hay en los aires como un rezo mudo.
Y en los caminos largos
que vienen de acullá, como cansados,
poniendo nota viva viene un hombre
con un saco de viandas, perforado.
Diciembre 9 de 1944
Entrégate sí, pero desnuda
Entrégate sí, pero desnuda
con la mórbida gracia que naciste,
exenta de cosmético y pintura
que en los antojos de mi amor no existe.
Entrégate núbil, temblorosa
con el carmín rojizo del rubor
que yo sienta que tu cuerpo se me adhiere
en el incendio propio del amor.
Cuando te tenga así, pura y radiosa
y aprisione tu carne primorosa
en la cárcel estrecha de mi abrazo;
sentiré que tu cuerpo se tránsfuga
y al espasmo final, veré que sudas
con el sudor rendido del fracaso.
Melancolía vesperal
La tarde está triste, todo está pasivo.
Ni un gajo de brisa las hojas remece.
La calma más vasta dilata su abrigo;
un ancho silencio tan solo florece.
Yo voy por la senda mirando y callado.
Contemplo la mansa quietud de las aguas.
En el cielo cruzan anchas nubes negras
como alocamiento de inmensos paraguas.
Qué tarde que tiene contornos más tristes.
Qué mudo sosiego que el ambiente viste
de vago ropaje de sorda amenaza;
que lentas las horas entre esta tristeza
caminan, se atascan como entre malezas,
mis pasos reclaman la paz de mi casa.
Matanzas, 26 de noviembre 1946
Nota final: Este poema en la colección que poseo es el último de los que escribiera el poeta. En noviembre de ese año su pueblo ha desaparecido casi por completo desde agosto 4. Él muere el año siguiente. Por lo tanto leyéndolo ahora, 72 años después, comprendemos perfectamente su enorme tristeza, y su deseo de morir. No otra cosa es ese último verso de ese soneto irregular por las rimas, no por la métrica, bastante rara: son versos dodecasílabos, logrando que los sonoros versos de seis sílabas constituyan un claro hemistiquio: “mis pasos reclaman/ la paz de mi casa”, que indica. no solo el hastío de vivir que trasluce el poema, sino el deseo de morir, de ir de nuevo a la casa eterna, al lugar mágico desde el cual todos vinimos.
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La fotografía