Juan Antonio Alix, en dibujo de Fernely Lebrón

Señores, no quisiera hacer ni una apología ni mucho menos un tratado en pocas páginas sobre el erotismo, que bien sabemos que viene de Eros (Ἔρως),  el dios del amor de los griegos, ya que el Cupido de los romanos con su traje de niño travieso tirador de flechas no podía encender una pasión culpable.

Sabido es que en nuestra lengua y específicamente en España durante el siglo XVIII muchos escritores, no solo Francisco de Quevedo que es quien aparece como el campeón de campeones, por lo menos en la cultura popular. 

Pues bien, conocemos que no solo fue él,  sino que, como bien señala Victoria Galván González, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en su ensayo: La literatura erótica de la Ilustración Española:

«Lo cierto es que la literatura dieciochesca, en palabras de G. Carnero, está atravesada por dos caras: una marcada por la razón, y otra en penumbra, que mira al lado irracional. Desde esta perspectiva, la literatura de temática erótica se explicaría por la diversidad de territorios por los que transita la literatura del siglo XVIII, sin que ello signifique su adscripción concreta a alguno de los dos frentes aducidos por Carnero, para quien el siglo XVIII es complejo, rico, vivo y diverso. En la práctica se observan dos tendencias evidentes: la que trata la poesía de temática convencional, que oculta los más íntimos deseos bajo la apariencia del decoro, y la que aborda el tema amoroso en sus aspectos sexuales.

Por tanto, esta complejidad incluye la poesía de temática erótico-sexual, ampliamente cultivada por autores bien conocidos, como Nicolás Fernández de Moratín, Juan Pablo Forner, Félix María de Samaniego, Iglesias de la Casa o Tomás de Iriarte, entre otros. Para ser precisos no puede hablarse de desatención por parte de la crítica, a la luz de la publicación de antologías de obras concretas y de estudios individuales. En ellos se afirma la naturaleza marcadamente sexual, el énfasis puesto en la expresión de los más íntimos placeres y la apología de los goces prohibidos, junto a la presencia de una sensualidad levemente esbozada. Todo ello provocó la airada respuesta de M. Menéndez Pelayo, que lanzó sus anatemas por considerar este tipo de literatura una mancha y una afrenta para aquel siglo. Esta reacción parece excesiva toda vez que se trata de una producción difundida por vía manuscrita y secreta, que se desarrollaría en espacios particulares, tales como salones o tertulias. En cualquier caso, los estudios realizados hasta el presente apuntan hacia una circulación en ámbitos restringidos, sin obviar la recurrente presencia de esta temática en el marco de la literatura popular.

Concluyendo: «Con respecto a las corrientes del pensamiento, la bibliografía existente destaca la recepción en España del materialismo, el naturalismo, el deísmo y el libertinismo, herejías en boga durante el siglo XVIII. Obvio resulta que las diferentes propuestas teóricas revolucionan de manera palmaria la concepción del hombre o el origen del mundo, toda vez que el conocimiento ha de ser empírico, perdiendo terreno las teorizaciones aristotélicas.»

«Se estableció, pues, una lucha dialéctica entre los círculos represivos del poder y los círculos de libertad de pensamiento, como las tertulias o los salones, en donde se leyeron estos libros. Conviene matizar que en un mismo autor coinciden obras aparentemente opuestas, como, por ejemplo, la escritura de un poema épico sobre Cortés y de otro sobre la materia putanesca, en el caso de Nicolás Fernández de Moratín. Pero estas diferencias se disipan un poco, si pensamos en la posición ideológica innovadora que vertebra sus producciones. En cualquier caso, las actitudes dentro del librepensamiento no son uniformes e, incluso, pueden armonizarse en un mismo autor posturas irreconciliables. No se explica de otro modo que puedan abrazarse teorías anticristianas, manteniendo al mismo tiempo incólume la fe.

Por otra parte, la sexualidad en estos poemas se declara abiertamente no sólo por la elección del tono cómico-paródico, sino también por la posible necesidad de conocer y hacer públicos los secretos y lados ocultos de una colectividad, constatable por la creciente importancia del discurso médico-científico a partir del siglo XVII en Europa (tratados sobre las enfermedades venéreas, sobre la masturbación o sobre la sexualidad femenina) e incluso de la pastoral, que obliga a contar los mínimos detalles de los pecados nefandos, en la línea de lo que propone Foucault (21). Con lo cual esta literatura no haría más que secundar el afán de conocimiento inherente a la Ilustración, aunque en virtud de los mecanismos represivos deba circular por cauces restringidos y marginales.»

Dicho esto, estamos en condiciones de abordar a nuestro autor, que si bien llegó un siglo después, tenía esta ilustre tradición española, él que fue tan españolizado que según algunos participó junto a los de la Anexión, pecado político o nacionalista que otros rebaten, diciendo que luchó junto a Luperón, pero una cosa u otra, en nada opacan su brillante ejecutoria de poeta popular, y por eso no festejamos su nacimiento, sino su muerte, que es el momento en el cual el escritor entra de lleno en la historia.

Como otros compañeros hablaron de la vida y de la obra de nuestro poeta, me voy a detener en lo que me he propuesto comentar, que se trata de sus famosas décimas La Bicicleta, que entre otras cosas denotan lo al día que respecto a los usos y costumbres actuales tenía Alix.

No hemos podido encontrar por más que hemos fatigado textos en internet, especialmente, desde cuándo hubo bicicletas en el país. Por de pronto, veamos desde cuando se inventó este vehículo maravilloso:

Según datos de Internet la Draisina, como se le llamó originalmente, fue inventada por Karl Drais en 1817, era de madera pero no tenía pedales y había que moverse con los pies. Un herrero llamado Kirk Patrick MacMillan creó los primero pedales pero no tenía cadenas.

En 1861 un tal Ernest Michaux se le antojo ponerle pedales a la rueda delantera. En 1873 James Starley inventó una rueda delantera más grande. Y Thomás Stevens en 3 años le dio la vuelta al mundo en bicicleta colaborando a su conocimiento universal.

Sin embargo, fue en 1885 cuando John Kemp Staley la perfeccionó con cadenas y ruedas de aire.

De modo que estamos hablando de un invento que llegaría a nuestro país a fines del siglo o a principios del XX.

De ahí a que las damas de sociedad la usaran hubo quizás un buen trecho. Incluso no sabemos desde cuándo se le quitó la barra que fue lo que permitió que las damas, que usaban faldas, pudieran montarse en ellas.

La lectura de las décimas que componen La bicicleta, nos indica lo que la autora que comentamos decía respecto a esas escrituras un poco escatológicas, que circulaban manuscritas.

A mí me ha sorprendido que estas décimas precisamente, se la supieran de memorias damas cultas y que en el prestigioso colegio de monjas de La Vega, donde estudiaron las Hermanas Mirabal, circulaba manuscrita la famosa bicicleta alixiana, y  no hace mucho conversando con una que fue amiga y compañera de estudios de Minerva, al hablarle de los poemas eróticos suyos, me recitó, haciéndome la historia, a Préstame tu bicicleta.

De que Alix habla de unas mujeres de la sociedad santiaguera, es evidente. Primero, no todo el mundo podía adquirir una y en cuanto a las mujeres, fue más una moda que una razón de trabajo o de oficio.

Veamos: Se dirige a una hermosísima doncella. Estamos hablando de cierto respeto a la mujer y sobre todo a su elegancia. Las feas o las pobres, que era casi lo mismo, no montaban bicicletas.

 

La bicicleta

Préstame tu bicicleta,

hermosísima doncella,

para yo apretarle el timbre

cuando esté montado en ella.

Si me prestas tu vehí

culo tan interesante,

te montaré por delante

frente a frente tú de mí.

Que los dos corriendo así

en unión la más completa,

con polvos de tu cajeta

nos podremos empolvar.

Conque si quieres gozar

préstame tu bicicleta.

Yo cogeré un pedal

y el otro tú cogerás,

y así gozaremos más

meneándose cada cual.

Y no lo tomes a mal

si te causo alguna mella

por esa maldita estrella

con que nace la mujer,

pues te amo con placer,

hermosísima doncella.

Como debe ser de noche

ese bonito paseo,

tú verás que es un recreo

mejor que pasear en coche.

No me hagas ningún reproche,

ni me vengas con melindre,

procura que siempre cimbre

tu vehículo lanudo,

y prestámelo a menudo

para yo apretarle el timbre.

Arréglate el quemador

de tu linterna bien hecha;

y no te apures por mecha

que tengo una superior!

Que te vendrá lo mejor

porque es larga, gorda y bella,

y si tú, joven doncella

me prestas tu bicicleta

ya sabrás lo que es cajeta

cuando esté montado en ella.

 

No sabemos por qué razón, con todas las insinuaciones sexuales que hace Papá Toño Alix, con su gracejo particular y con su nota de humor, las muchachas burguesas de su tiempo no encontraron que eran décimas eróticas sino apenas de insinuaciones sexuales.

Hoy, ni esas ni las otras realmente escandalosas que lindan la pornografía más descarada, sonrojan a nadie. Al fin del cabo: Alix solo hizo algo normal a los ojos del lector sin prejuicios de estos tiempos, aunque sin la Santa Inquisición, de tarde en tarde, aparecen todavía gentes de las cavernas.

 

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La fotografía

Festival de cayenas en el Res. Pedro L. Cedeño