En abril de 2007 escribí en esta columna que Condoleezza Rice, quien en su condición de Secretaria de Estado era la tercera figura política de los Estados Unidos sólo después del presidente y el vicepresidente, se enfadaría si se hubiera enterado que miembros del gabinete y otros funcionarios del Gobierno dominicano duplican su salario. La señora Rice apenas ganaba $ 193,500.00 dólares al año, alrededor de US$ 16,125 dólares al mes, una chilata en comparación con los de algunos de esta pobre república caribeña.

Según publicara entonces la prensa y no desmintiera el Gobierno, nuestro ministro de Hacienda, ganaba RD$ 750,000 al mes. Al año hablamos de 9  millones de pesos que a la tasa promedio vigente de 33.50 por dólar equivaldrían a US$ 268,656.71, unos US$ 22,388.06 mensuales, es decir más de seis mil dólares por encima del miserable salario de la pobre señora Rice.

El afortunado administrador del Banco de Reservas, según las mismas informaciones no desmentidas, podría pagarle entonces la universidad a los hijos de la Secretaria de Estado estadounidense, pues su salario anual rondaba los 11.7 millones de pesos, unos 975 mil pesos al mes, los que cambiado a la tasa citada serían unos 350 mil dólares al año, alrededor de US$ 29,100 cada mes, trece mil por encima de la señora Rice, que seguro habría llorado si algún indiscreto en la embajada dominicana le hiciera llegar esas cifras.

Un congresista norteamericano ganaba cerca de 125 mil dólares al año. La cifra se quedaba corta ante la de un senador nuestro que además del salario de 150 mil pesos, tenía incentivos mensuales de 400 mil, más un peso por cada elector de su provincia, que en el caso de Santo Domingo serían otros 850 mil, es decir, 1.4 millones de pesos al mes, que cambiado a la tasa serían US$ 41 mil mensuales, cuatro veces el de su colega de EUA. ¿Para eso son los impuestos, no? ¿Quién habló de crisis?