Tres problemas con que hay que lidiar todos los días en las vías que, por su condición de públicas, están a expensas de ser abusadas por estos depredadores. El calificativo aplica para el 100% de los primeros, dedicados por entero a emprender agresiones violentas contra los ciudadanos que se desplazan por sus cotos de cacería.  Por desgracia también aplica para un porcentaje que veo crecer cada día entre quienes, llamados a solicitar un intercambio voluntario con métodos agradables, han optado por el acoso a conductores y peatones.  El asaltante, vendedor ambulante irrespetuoso y mendigo que se cree colector de impuestos, se están imponiendo como estampas de las calles en un país donde, no hace tantos años, la delincuencia era esporádica, la simpatía del pregón inspiraba comerciales y la deuna sonrisa con bendiciones,solidaridad sincera en billetes o monedas. “Memorias venerandas de otros días…”

Como me he referido a los delincuentes en otras entregas, me limitaré a describir el paraíso donde viven, roban y se expanden como una peste:Vías públicas sin vigilancia efectiva de las autoridades que monopolizan la oferta de ese servicio, transitadas a pie o en vehículos por individuos desarmados, con  escasa formación en defensa personal y poco dispuestos para socorrer víctimas en el momento de la agresión; genéticamente codificados para preservar vida sobre bienes materiales, renuentes a presentar denuncias o querellas cuando son víctimas o identificar malhechores cuando del delito son testigos.Piensa que el asaltante pertenece o está asociado a la Policía Nacional yel robo, si lo denuncia,no será investigado; si lo hacen en su caso y al ladrón lo atrapan con las pertenencias que le sustrajo, tendrá que asumir el alto costo de transacción de un sistema judicial que suponía libre de cargos.

Del tribunal le dicen que es alta la probabilidad de encontrar ministerio público apático frente a defensoría pública diligente.  El abogado que nada cuesta al malandro, a pesar de estar convencido de su culpabilidad, encontrará algún fallo de procedimiento que lo devolverá a lo que eligió de oficio. Recuperará su celular, con los mensajes donde recibió las estéticas fotos de celebridad en boga, pero ahora tiene enemigo peligroso. En la corte se grabó su rostro,  todas las coordenadas para encontrarlo, y se entretuvo en planificar escenarios de venganza acorde a sentencia del juez: contra usted, si sale libre; combo familiar, en caso de ir por unos meses a cárcel donde aprende a refinar su método delictivo o conocer otros más peligrosos.  Este es un rollo del que se empezará a salir cuando negocios y personas asuman la autodefensa como principio y la pongan en práctica, pero brinco al terreno colindante de los malos imitadores de “Aguacates Juan” en los mercáforos.

Lorenzo Vicens, en su genial novela de negocios, luce que se inspiró en un vendedor atípico a los que hoy se encuentra en los semáforos.  Relata un estilo en extinción para ofertar productos o servicios de manera educada, esa que induce una compra o despierta el interés de conductores y acompañantes.  El diálogo fugaz, amable y mutuamente beneficioso  entre Juan y la señora rica sobre cuáles se deben usar en el guacamole, es cada vez más raro.  Una jauría de acosadores es lo que ahora cae sobre los carros. Mientras el pollito amarillo de cuerdas se lo prueban en el bonete, hay otro que levanta sin pedir permiso el brazo del limpiavidrio derecho.  Se queda en la primera sílaba de la maldición cuando, a su izquierda, lo interrumpe untuntún desconsiderado en la ventana que ordena dar un vistazo a un zapote, chequear cientos de cargadores calaveritaso  cachivache y mascota de temporada.  El acelerón final a la presión lo recibe cuando el vidrio delantero recibe el impacto de una esponja mojada voladora, con mezcla viscosa que presume de orina, saliva y jabón, servicio por el que se le solicita de manera insolente retribución mínima de diez pesos.

Si la conductora es una dama, el abuso adquiere categoría de acoso sexual por parte de  muchos que, al igual que los violadores, nadie sabe cuál parte del NO fue que no entendieron.  La luz roja es de alerta máxima  donde, como reacción automática, hay que pegar las rodillas, usar una mano para cerrar el escote y con la otra abanicar un NO que sólo les provoca risa burlona.  Los que así actúan tal vez son un eslabón importante en la cadena de crímenes y asaltos recientes contra mujeres. Podrían estar rentabilizando su lascivia pasando, vía celular, a ladrones o asesinos en motores,información oportunasobre el vehículo y pertenencias visibles de una potencial victima, acompañada, por supuesto, de una descripción vulgarmente calificada sobre vestimenta, rasgos y atributos de la dama objetivo.

Rodeados de tantos salvajes,  quienes solicitan limosnas han terminado adoptando sus hábitos. Han dejado de verse como mendigos bíblicos. Se sienten colectores de impuestos, con derecho a exigirle que se manifieste en la solución de su alimentación, ocio o enfermedad.  El ambiente no es de caridad, es de cobro compulsivo, y su aporte lo considera de fariseo, no de viuda pobre. De ahí que el agradecimiento, las pocas veces que se da, sale entre dientes y ¡ay de usted, si trata de ignorarlos buscando algo en la guantera, sintonizando el radio o atendiendo una llamada de celular! Se detuvo en un área reservada para su base imponible, donde no tiene derecho para aislarse del entorno en la privacidad del interior de su auto. ¡Tutumpote de mie…!

Lo peor de esta calaña, sin embargo, está en la explotación de los niños haitianos por parte de sus familiares.  Este espectáculo deprimente, del que ya se es testigo en cualquier esquina, ahora estrena la modalidad de asentamiento familiar frente a los centros comerciales de la ciudad.  La familia pionera está en la Churchill, frente a La Sirena y el Blue Mall, todavía en su etapa de pasadía.  Faltan trámites para armar el muñeco de conseguir los permisos informales necesarios para poder pernoctar y formalizar la primera villa miseria de una importante vía comercial, atrocidad sin nombre al esfuerzo empresarial local y referente vergonzoso para los millares de haitianos que aquí viven y trabajan honradamente. ¡Virgen!