En un despacho fechado en Caracas y ampliamente reproducido por la prensa continental, la agencia Efe le atribuye al presidente Nicolás Maduro haber dicho en una actividad política esta joya de la literatura chavista: “ A veces sale gente por ahí que se les desvaría la cabeza y que (dice que) Maduro está negociando. Hay que ser bien malvado para decir eso. ¿Ustedes creen que soy capaz de negociar y traicionar al pueblo? Hay que ser bien perverso y malvado…”

La verdad es que los únicos que han hablado de negociación han sido el propio Maduro y los tres expresidentes invitados por el gobierno venezolano para buscarle supuestamente una salida a la crisis que tiene a esa nación al borde del caos: los señores José Luis Rodríguez Zapatero, de España; Martín Torrijos, de Panamá y Leonel Fernández, de República Dominicana. La oposición ha sido escéptica desde un principio, por entender que el propósito real de Maduro es postergar el referéndum revocatorio para evitar unas elecciones que echarían del poder al chavismo.

De manera que la perversidad y la maldad que el señor Maduro le atribuye a quienes hablan de negociación en su país es una confesión sincera de sus verdaderos propósitos y un gigantesco desprecio a la ingenuidad de tres expresidentes que nada buscan allí, a menos que no sea preservar lo que ya la comunidad internacional entiende como un régimen que desafía lo racional por su alto nivel de impopularidad, anacronismo e incompetencia. El diálogo, cualquiera sea su propósito, es una negociación dirigida a conciliar intereses entre partes en conflicto. De manera que el señor Maduro ha sido esta vez muy claro en cuanto a sus intenciones.

Si esta confesión no les basta a los tres expresidentes, a la oposición venezolana no le quedarán dudas acerca de dónde emanan la perversidad y la maldad que impiden allí una solución negociada. Y que nadie me diga a mí que esos tres no saben lo que hacen.