En los Estados Unidos, la gente se despierta cada día teniendo que encarar los efectos demoledores de la empecinada decisión del presidente conservador Donald Trump, de revertir derechos sociales que habían humanizado la vida de los sectores marginados, tras intensos y largos años de acciones reivindicativas que detonaron reformas implementadas por los gobiernos progresistas.
Esta semana los medios hicieron acopio de algunas de esas reversiones. Las imágenes muestran al rubio melenudo Trump con su típico tupé acartonado por la laca y una sonrisa de oreja a oreja mostrando orondo el decreto mediante el cual revoca el "Fair Pay" (pago justo) y el "Safe Workplaces" (espacios laborales seguros).
A partir de la revocación de estas reformas, las empresas no serán sancionadas por discriminar a los empleados pagándoles menos del salario mínimo, ni por no cumplir con las normas de seguridad en los lugares de trabajo. En consecuencia, las compañías que discriminen contra los empleados o violen las reglas de seguridad, recibirán millones de dólares del gobierno.
Asimismo, las familias de lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales (LGBTI) sufrieron un fuerte revés en las conquistas reivindicativas que encontraron su culmen en el reconocimiento de derechos civiles durante las administraciones de Obama.
Trump eliminó del censo del 2029 la opción de declarar la orientación sexual y la identidad de género. De modo que las personas LGBTI no serán censadas y, en consecuencia, no figurarán en el conteo poblacional ni en los programas sociales, si es que algunos de dichos programas sobreviven al aluvión regresivo de Trump.
Y, mientras esto sucede en el centro del capitalismo feroz, en la República Dominicana, las insuficiencias del reformado sistema de salud y del régimen de la seguridad social determinan que pensionados de algunas áreas laborales centrales para la economía nacional, como el sector tabacalero, no reciban servicios de salud o lo reciban a medias después de haberse dejado la piel en esas corporaciones.
Indiferente a los desmanes del capitalismo local en la calidad de vida de nuestros ancianos, la Directora de la Gerencia General de Salud, en una práctica al más puro estilo trujillista, exige a los empleados asistir obligatoriamente a los ejercicios militares en conmemoración de la Batalla del 30 de Marzo encabezados por el presidente Medina.
El corolario de este nefasto cuadro reaccionario lo constituye la propia esencia del legado reformista: una caterva de leyes y reglamentos que sirven para aliviar temporalmente los perversos efectos de un capitalismo que es en esencia injusto y depredador.