La influencia o interrelación de la espiritualidad en torno al “el bien y el mal”, debe percibirse a partir de la aceptación del significado de estos dos conceptos, ya que varían de época en época, en distintas opiniones filosóficas, distintas culturas y creencias religiosas.
Cuando se habla de “el bien y el mal”, generalmente se piensa en las dos nociones como cosas o estados rivales, como dos poderes que chocan, influencias incongruentes o fuerzas antagónicas.
La presencia de “el bien y el mal” se conoce como “dualismo” y en “la creencia religiosa de pueblos antiguos, consistía en considerar el universo como formado y mantenido por el concurso de los dos principios igualmente necesarios, perpetuos y por consiguiente independientes uno del otro.[1] [1](Diccionario de la Lengua Española, XXI Edición).
Por “dualismo” se conoce también, un sistema metafísico que afirma que “el bien y el mal son manifestaciones o productos de primera clase, separados, pero iguales”.[2] (Ob. Cit.).
Para el pensamiento y la teología cristiana, “el bien” es: lo debido, lo razonable, lo perfecto, lo acertado, lo que se hace de buena manera, lo conveniente, lo justo, lo verdadero…
“El mal” para los teólogos cristianos es: lo que se aparta de lo lícito y honesto, es desgracia, calamidad, enfermedad, dolencia, pecado, lo imperfecto, lo que se hace contrariamente a lo debido…
El cristiano está llamado a poner cuidadosa atención a citas bíblicas y expresiones populares, que fácilmente pueden confundir la aceptación de lo que es “el bien” y “el mal”; esto es así, por las siguientes razones:
El Salmo 139:12 dice: “! La oscuridad y la luz son lo mismo para ti (Señor Dios)¡”
Dichos populares: “No hay mal que por bien no venga”; “Toda decepción es una bendición”.
Por otro lado, se debe descartar que “el mal” no fue creado… no es una figura… no es un personaje… no es como a veces se pinta, como un ser flacucho con rabo, nariz aguda, cacho (cuernos), pintado de rojo, con expresión de malévolo y cara de sínico; “el mal” es la ausencia de “el bien”.
A pesar de lo antes expuesto, la coexistencia de la presencia de “el bien y el mal” en el mundo es una verdad innegable e inconfundible. El misterio de esta evidencia es difícil de explicar y hay personas de mucha sensibilidad que se embrollan al pensar o hablar de esta inescrutable realidad.
De ser cierto que es difícil, reflexionar sobre la dualidad de la bondad y la maldad, no es menos cierto que destacadas figuras del pensamiento han ponderado y escrito sobre el dolor, el sufrimiento y la angustia, que están en franca oposición a la salud, la felicidad, la tranquilidad espiritual de los seres humanos, paz entre los pueblos, la ausencia de perturbaciones y catástrofes en el planeta tierra.
Desde los albores de las crónicas históricas del mundo occidental, hay indicios de que los pensadores han observado y discutido el fenómeno de la existencia o presencia del conflicto de “el bien” y “el mal”, entre la muerte física y la perspectiva de la vida eterna, entre la pureza y la corrupción, entre el bienestar físico y las enfermedades, entre la tormenta mental y la tranquilidad emocional.
Cada día surgen más inquietudes y se hacen más preguntas sobre el conflicto permanente entre las fuerzas que emanan de las virtudes que son contrapuestas por el poder de la maldad.
Muchos se preguntan: ¿qué es maldad? ¿Quién o qué la auspicia? ¿De dónde proviene? ¿Desde cuándo ha existido? ¿Por qué el Creador y Omnipotente Dios permite “el mal”?
Toma interés especial en nuestros días, el hecho de pensar, hablar y preguntar sobre el espinoso asunto de las fuerzas antagónicas en el mundo y especular o filosofar sobre esto. Así sucede por las facilidades que nos brindan los medios de comunicación al mantenernos saturados de informaciones que son escuchadas por la radio, vistas en la televisión o en la pantalla de las computadoras (ordenadores).
El concepto filosófico y concretamente el pensamiento religioso, a su nivel más avanzado, profesa que hay “un solo Dios”, el Arquitecto, Creador, Omnipotente, Sempiterno y Ser Celestial.
La gran mayoría de la población mundial está en un dilema espiritual, emocional y a veces de fe, porque se preguntan: Si hay “un solo Dios”, Creador. La pregunta más perturbadora es entonces: ¿de qué lado está Dios?