Ahora que se acercan las festividades navideñas, se me ocurre apropiada la ocasión para hablar de la que considero más perniciosa de todas esas celebraciones: El Día de reyes.
Y digo perniciosa, porque creo que en esta tradición se encuentra el origen de muchas de las frustraciones de mi generación. Me explico:
Se nos enseñaba el mito de que tres reyes llegaron, cargados de regalos, a adorar al recién nacido Jesús y que, desde entonces, esos mismos reyes iban por el mundo, cada noche de cada 5 de enero, repartiendo juguetes y regalos a todos los niños "buenos" del planeta. También aprendimos que uno de los Reyes Magos era "prieto" y (¿coincidencia?) el más pobre de ellos. Melchor, Gaspar y Baltazar pasaban a ocupar, en esos días, todo el universo infantil.
La inocencia fecundaba la ilusión y la esperanza creaba sueños de disfrutes indescriptibles, lo que hacía que, en los días posteriores al de navidad, y hasta la noche de Reyes, los niños nos bañáramos -a diario – sin necesidad de amenazas, nos ofreciéramos de voluntarios para hacer los mandados y hasta permitiéramos que la hermana mayor nos besara sin "acotejarle" su acostumbrado empujón.
Había que hacer una cartita, dejándoles saber a los reyes las cosas que anhelábamos y reforzando, con ejemplos, la buena conducta que nos adornaba. Dicha carta incluía (invariablemente, en el caso de los niños) el pedido de una bicicleta y cualquier otra cosa, que los reyes juzgaran adecuada, por la izquierda. NOTA: yo fui el "carajito" a quien más bicicletas NO le dejaron.
También había que dejar un especie de lo que se conoce como "peaje", debajo de las camas, para los reyes; lo cual consistía de: una menta de "guardia", hierba para los camellos (era en camellos la vaina), un cigarrillo o un tabaco, par de galletitas y (de ser posible, gracias) un refresco colorao. Las cosas empezaban a ponerse feas (claro que en ese entonces no estábamos en capacidad de "coger la seña") cuando la mama explicaba que, debido al hecho de que los reyes se dividían los niños, y que a nosotros nos había tocado Baltazar (el "prieto" y pobre) era posible que no todas nuestras peticiones fueran complacidas.
Y uno se preguntaba: ¿Qué paso? ¿A quién le "menté la madre"? ¡A lo mejor los reyes se equivocaron!! Y volvía a buscar debajo de la cama y tu padre seguía rehuyéndote la mirada y salías a la calle y veías al "marditico" del barrio con un flamante cinturón con dos cananas, dos revólveres, un sombrero de vaqueros y una patineta que te sacaba la última lagrima del alma
La noche de Reyes, uno se acostaba temprano (eso era "de orden") y se pasaba casi hasta la madrugada con un ojo abierto y otro cerrado, esperando alcanzar la suprema dicha de ver cuando el rey dejaba los juguetes.
Y entonces ¡Por fin! amanecía. Y ahí era cuando la puerca retorcía el rabo.
¡Oh las decepciones, las lágrimas, las explicaciones que nos entraban por un oído y salían por el otro…!!!!
Porque en vez de la tan ansiada bicicleta o velocípedo, lo que nos dejaron fue un Ping-pong (una raqueta de madera con una "gomita" larga, una pelotita en el extremo y que se rompía a las primeras de cambio), un revolvito de hojalata con un taponcito en el cañón, un par de medias, un rompe-cabezas, tres "paquitos" de Archie y una pelota de goma que servía para jugar "dándole de la pared"…
Y uno se preguntaba: ¿Qué paso? ¿A quién le "menté la madre"? ¡A lo mejor los reyes se equivocaron!! Y volvía a buscar debajo de la cama y tu padre seguía rehuyéndote la mirada y salías a la calle y veías al "marditico" del barrio con un flamante cinturón con dos cananas, dos revólveres, un sombrero de vaqueros y una patineta que te sacaba la última lagrima del alma.
Y, lentamente, te ibas dando cuenta de que los reyes no eran todo lo buenos que te habían contado y mirabas a tu padre con ojos interrogantes e inexorablemente escuchabas:
— No te apures, mi hijo, que la Vieja Belén te traerá muchos juegos…..
Y ya eso era el colmo de lo que podías soportar, porque bien sabias que la Vieja Belén significaba que estabas frito, que abandonaras toda esperanza de bicicletas y pistolas de agua y que te conformaras con lo que te habían "puesto" los reyes. Por eso siempre he estado de acuerdo con la carta anónima que circuló, hace unos años, en Sto. Dgo., y que decía, más o menos, así:
Señores Reyes Magos:
Uds. se creen muy tígueres porque otra vez me cogieron de pendejo. Me he portado más bien que el carajo y no me dejaron ninguna bicicleta. Encima de eso, tuvieron los cojones de llevarse la hierba, comerse la menta y las galletitas y beberse el desgraciao refresco. Díganle al maldito negro ese Baltazar, que si él no tiene "cuartos" para cumplir, que no se ponga a estar prometiendo vainas, ese azaroso. Estoy seguro que él fue quien se fumó el cigarro. Espero se haya ajogao.
Uds. los tres son una mierda. A Miguelito, que no "apara" ni un coco, le dejaron un bate y un guante de los buenos, y al mariconcito de Cuchito, que es un llorón,
le pusieron una ametralladora, un tanque de guerra y un juego de policía….. ¿Es que Uds. no piensan, eh?
Dice mi hermana que para que cómo quiere ella una muñeca de papel, con vestidos que se recortan, si a ella no la dejan jugar con tijeras y además está hecha de un papel tan malo que no sirve ni para limpiarse la nalga.
Pero a mí está bueno que me pase….. por pariguayo, ya que van como tres veces que uds. me dejan "gueliendo donde guisan". Pero eso sí; este año me pueden borrar de su lista, porque voy a ser más malo que el diablo. Y si saben lo que les conviene, ni se les ocurra pasar por mi calle, porque les voy a meter par de cohetes chinos por el fundillo a sus camellos.
Nunca les voy a perdonar la vaina que me han echado, pues me puse de boca aguá a decir, en la escuela, que uds. me iban a traer una bicicleta, y no me dejaron ni unos malditos patines, pero está bien, quédense con sus jodíos juguetes y métanselos por donde mejor les quepa, que yo sigo con mis carritos de caja e' bola y mis chichiguas… pero ahora es que van a saber lo que es un peine en cabello malo, porque hasta a Santicló le voy a majar los testículos.
Uds. se pueden ir mucho para el carajo y llevarse a la jodía Vieja Belén de ñapa.
Firma,
Macuquín el de la 39.
En mi caso, todavía tengo algunas cuentas pendientes que arreglar con Baltazar. No sé ustedes.