El tema abordado constituye una especie de análisis a la dinámica de delegación política, entre dos partes; los gobernados que a través de su condición de cuerpo social instalan a la otra como gobernantes, dándose una relación de obediencia y mandante. Sin embargo, a pesar de formarse este contrato, el mismo tiene fecha de vencimiento, que dependerá de los niveles de armonía, resignación o tolerancia de los gobernados.   

Resultan incontables los casos de líderes que no teniendo el oído en el corazón de sus gobernados, se aferran a la creencia que eternamente las masas están esperando su diana para rendirse a sus pies, sin embargo, su esquema de dominación solo está en su mente, y lo peor, lo comprueban cuando ya dichas masas no les responden.   

A partir de lo planteado por León Duguit, reforzamos lo dicho. Una cosa es que una clase gobernante llegue al poder por efecto de la legitimización de las normas de la dominación, y la otra es que pierda de vista que estos cuadros se trastocan y se manifiestan través de la desobediencia, la desafección y por un profundo desinterés de estos en sacrificarse, de donde se desencadena el derrumbe de su esquema de dominación y del poder.

Por otro lado, los  Durkhenianos, sustentan un excelente soporte de la dominación. Sostienen que las normas son las bases para que a través de estas, se legitimen las elites instaladas, y en efecto, se generen los cuadros de obediencias por ser estas las plataformas ritualiticas del poder. 

Sin embargo, este poder tiene un punto de ebullición o resquebrajamiento, y es el momento en que la función de dicho poder se vuelve ociosa, cansona, corrupta y con pocas respuestas sociales, lo que deviene en arrastrar consigo, la desconexión de la revolución de expectativas de las masas, lo que a su vez, genera la reacción de las elites gobernantes,  que recurren a la coacción, con su consabido uso de su aparato represivo para tratar de recomponerse en el poder.   

De esto se desprende el choque  de las elites gobernantes con la frustración de los gobernados, y dada las existencias de las condiciones objetivas, surgen entonces, las condiciones subjetivas, lo que al combinarse, dan al traste con el esquema de dominación, expresado con la irrupción de un frenético ideal de ruptura de los lasos vinculantes.

Es importante fijarnos en el criterio del descoyuntamiento de la dominación explicada por Max Weber, y ahora razonada por nosotros, en la que se señala que las masas resultan del simple aglutinamiento de individuos, cuyas perspectivas es el resultado del individualismo, significando que el pensamiento individual cuenta al momento de analizar el desvanecimiento de la cohesión social. (Parsons 1968)

Max Weber, al aportarnos sus tres tipos de dominación legítima: a) Racional, dada de la ordenación normativo-legal. b) Tradicional, basadas en las creencias cotidianas, con arreglo a las tradiciones, y la carismática, con vinculación a la entrega vehemente a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona.), nos permite ver la base de sustentación del esquema de dominación y la fuente de autoridad de una parte contra la otra.   

Sin embargo, estas normas no quieren decir, que con el solo hecho de llegar al poder a través de las mismas como soporte de legitimidad, representan una cadena perpetua para las masas o gobernados, significando, que un poder puede ser legítimo, más, su vencimiento está supeditado a la pérdida de su esquema de control. 

Suficiente es ojear el criterio político-normativo en que Max Weber fundamentada en el código de valores y creencias como soporte del cuadro de obediencia. Plantea que como contenido de los mandatos del poder, los individuos de una sociedad se someten resultando como validez universal para el conjunto. 

No obstante, se plantea que la ruptura de un esquema de dominación tiene un fundamento colectivo, pero, su carácter legítimo-intrínseco es de carácter individual, siendo directamente proporcional a las relaciones de poder que se encuentran en su fundamento.

Por lo tanto, el planteamiento de Weber, respecto a la dominación, aunque descansa en el nivel de legitimidad de la autoridad política, estará siempre supeditado al grado en que ésta satisfaga  a los individuos, primero, y al conglomerado.

Finalmente, son muchas las elites gobernantes que se duermen en sus laureles, de que su liderazgo es insustituible al controlar todos los recursos que otorga el poder.

Sin embargo, al perder de vista que la pérdida del esquema-dominación es parecido al daño silente del cáncer, que da síntomas cuando hay metástasis, respecto a la enfermedad del poder sucede lo mismo, y es que los gobernantes no perciben su rutinizacion y el malestar generado por los Input sin respuestas y la ruptura de la revolución de expectativas de las masas, las cuales asumen una reacción contraria al poder que ellas instalaron.