Aunque constituyen apenas el 0.2% de la población hispana (alrededor de 854 mil personas, más de la mitad mexicanos), los casi quince mil dominicanos y dominicanas que según las cifras oficiales viven en Georgia han dado lugar a una incipiente, pero creciente colonia que va poco a poco afianzándose y ganando espacios, concretamente en determinados nichos comerciales.
Se trata, a grandes rasgos, de una comunidad esencialmente fajadora, emprendedora, que ha sabido aguantar e incluso expandirse en un contexto global de crisis, y en un estado eminentemente anglo y afroamericano, con un territorio tres veces mayor que la República Dominicana (153, 910 km²) y una de las legislaciones antiinmigrantes más duras de todo Estados Unidos.
Cuando se le pregunta a un dominicano cuáles factores le motivaron a migrar de Nueva York, Nueva Jersey, Massachusetts o Florida al sudeste estadounidense, de inmediato salen a relucir el clima subtropical (ni muy caluroso en verano ni tan frío en inverno), el más bajo costo de la renta (alquiler), la seguridad y hasta detalles como la amplia disponibilidad de espacios para aparcar el vehículo, que suavizan bastante el ritmo de vida en las urbes desarrolladas.
Una buena parte del flujo de dominicanos hacia Atlanta, Lawrenceville, Norcross y otras grandes ciudades de Georgia, se produjo a raíz del “boom” del sector construcción por los Juegos Olímpicos del 1996, que marcaron sin duda un antes y un después en el desarrollo del estado y de los latinos en términos demográficos.
Tanto así, que la población hispana creció a nivel estatal un 96% en la última década (2000-2010), más del doble que el 43% registrado en el resto de la Unión Americana. Durante el mismo período, la cantidad de criollos pasó de poco más de tres mil (3,233) a 14,941, según la Oficina del Censo.
Oportunidades y trabas
Aunque sigue creciendo a un ritmo sostenido, la comunidad dominicana tiene de frente trabas y retos importantes, que merman sus posibilidades de consolidarse como una de las más prósperas entre los diversos núcleos de inmigrantes.
Un obstáculo es la carencia de asociaciones u organizaciones influyentes e incluyentes, que puedan canalizar oportunamente apoyos o representar a la comunidad ante las instancias estatales. Cabe destacar, en este orden, iniciativas como la Asociación Dominicana Internacional (ADI) y la recién constituida Casa Dominicana, que apuntan a suplir esta necesidad.
Empresarios como Ramón Ellis, uno de los primeros en radicarse allí y oficial consular de la RD en Georgia, atribuyen a la gran dispersión geográfica y al pobre dominio del inglés buena parte de esas dificultades.
“Aquí los dominicanos vivimos muy dispersos, lejos unos de otros, debido a la geografía estatal; tenemos dominicanos viviendo a cuatro o cinco horas de Atlanta, en ciudades como Savannah, que hacen frontera casi con La Florida”, explica el único funcionario del Gobierno dominicano en todo el estado.
Otro “de los mayores problemas es que más del 70% de los dominicanos no habla inglés, y por eso muchos han venido pero no pueden conseguir empleo” en un territorio donde los hispanos son solo el 8.8% de la gente.
No obstante, para muchos “no hay un estado mejor que éste para uno establecerse”. La frase es del comerciante y activista comunitario Manuel Galván. El éxodo masivo de muchos mexicanos hacia otros estados, por las leyes y políticas antiinmigrantes, “deja un espacio abierto para los dominicanos conseguir trabajo aquí”, afirma Galván, quien vino de Chicago hace tres años.
Tanto Galván como Víctor Ramírez, presidente de la ADI y del programa Atlanta/Salcedo (Sister Cities), coinciden en señalar a la ausencia casi total del Estado dominicano como una de las mayores trabas para el desarrollo de la comunidad.
Ramírez atribuye a una “falta de visión de nuestros gobernantes” esta dura realidad que implica, por ejemplo, que ahora haya que volar de Atlanta a Nueva York o a Miami para renovar la cédula u obtener un acta de nacimiento o divorcio, tras el abrupto cierre de la oficina local de la Junta Central Electoral (JCE), a mediados del 2012.
Pero, a pesar de todo, los dominicanos siguen llegando y dando la batalla día a día. Aún son pocos con relación al Alto Manhattan, sí, pero de probada destreza y calidad los comerciantes, profesionales, estudiantes, microempresarios o simples trabajadores criollos radicados en Georgia.
Y para muestra basta Al Horford, el capitán y figura más popular del equipo de baloncesto Atlanta Hawks, de la NBA, escogido para orgullo de su tierra como Atleta del Año de Georgia, gracias a sus logros y ejemplar trayectoria dentro y fuera de la cancha.
Otros puntos radiantes de esta pujante comunidad -de la que fui parte y a la que agradezco con humildad todas sus atenciones- son el auge exponencial de los salones y barberías dominicanos, una de las mayores fuentes de empleo a nivel estatal; así como de nuestros bodegueros en el “downtown” de Atlanta, y la floreciente oferta de restaurantes criollos en el denominado “Estado del Durazno”.