Como ya he afirmado en otras entregas a nosotros nos tocó vivir la realidad de la pandemia en medio de una campaña electoral. Ha sido un escenario difícil que en sí mismo ha tenido como precedente la suspensión de unas elecciones y el aplazamiento de otra que por fin será el próximo domingo.

El Covid-19 obligó a los partidos a un cambio en las estrategias de la campaña. Las campañas electorales que se realizan en América Latina y el Caribe tienen como principal elemento las actividades multitudinarias como las caravanas porque son la manera de mostrar fortaleza al presentar a la ciudadanía la avalancha de seguidores lo que a su vez crea una percepción favorable en el electorado, sobre todo en los indecisos y generalmente las encuestas eran importantes, pero no tenían la principal relevancia en una campaña.

Al abrir nuestro catálogo de nostalgias frisada encontramos en nuestras memorias las imágenes de los eventos multitudinarios que realizaba Peña Gómez en la cabecera del puente de la 17 donde se agolpaban entre cien y doscientas mil personas en un cálculo arriesgado de mi parte. Al día siguiente ver ese mar embravecido de personas en las portadas de los periódicos era idílico.

A los políticos les gusta el contacto con la gente, abrazar a quienes puedan, sostener en sus brazos a niños y niñas, recorrer los barrios empobrecidos, conversar con la gente, en fin, todo lo que implique contacto porque quizá sea la única vez que sus seguidores le vean de cerca.

Con la pandemia todo cambió, se imposibilitó el mano a mano, el contacto con la gente, la demostración de fuerzas por la vía de las actividades multitudinarias y esas estrategias se mudaron a las redes sociales azuzando un debate con un amplio contenido de agresión verbal. Como no se podía mostrar fortaleza por la vía de las campañas físicas se sustituyó por las encuestas estableciéndose un record de encuestas en el país con más de cien entre las publicadas y no publicadas.

Esto trajo como agravante que la gente estuviera más pendiente de las encuestas que de las propuestas, por esa razón entiendo que se realizará un voto poco crítico pues se votará en contra de, no a favor de… y eso es importante que lo tomen en cuenta el partido que hasta ahora se perfila como ganador de este certamen. Lo que se vio en la movilización de los y las jóvenes en la Plaza de la bandera no era un movimiento que exclusivamente cuestionaba al poder del gobierno, sino al sistema político en sí haciéndoles saber que habrá una población vigilante de lo que hagan pues no se quiere repetir la historia que hoy se desdeña.

Hoy es lunes y exactamente estamos a ley de seis días para las elecciones. El camino recorrido, a mi juicio, ha sido tormentoso. Hemos visto de todo, pasiones desbordadas que por momentos rayaban hasta en amenazas según pude ver en algunos debates que ocurrían.

Ayer concluyó el toque de queda y el día treinta culmina el estado de emergencia. Aparentemente todo vuelve a la normalidad pues también ayer regresamos a las caravanas, aunque Leonel Fernández llevaba más de dos semanas realizando recorridos y congregando personas, escenas sumamente peligrosas porque demuestran que el cambio de planes, como concluir los toques de cada, no respondieron a una decisión científica ni médica, sino político-estratégico.

En esta semana entiendo que habrá de arreciar la propaganda política y el no estar encerrado devolverá las discusiones a su escenario real que son las calles, las esquinas, los hogares y sacará de estas redes los insultos. Por lo menos eso le veo de positivo.

Ahora bien, lo que sí espero es que tengamos la madurez de entender que el virus no ha desaparecido y que esas actividades nos colocan en la ruta del contagio con más facilidad que antes porque el pico del contagio no ha llegado y solamente en los dos últimos días se han detectado más de setecientos casos.

Para mí el escenario después del día cinco no es muy halagüeño pues presiento una crisis social, política y económica ya que los ánimos han estado muy caldeados de ambos lados. Vayamos a votar el domingo, tratemos de llevar la fiesta en paz, reconozcamos el valor de la persona más que del partido. Sé que eso es un poco difícil porque los partidos políticos se convierten en sentimientos para quienes lo siguen, pero al menos cumplo con el deber de decirlo. Es mejor un "yo te lo dije" que un "debí decírtelo".