Dedicatoria

Inevitablemente al Pueblo Dominicano

CANTO I

La Patria duele como una herida abierta.

La Patria mortifica como el tajo de una cortada

honda en la carne desnuda

y se sufre cuando no estás en ella.

 

La Patria se percibe en la distancia

como un retorcijón de la nostalgia.

Como una llaga enconada que no cura,

como una lesión que no cicatriza ni mejora…

y atormenta.

 

Parcelada en la región feraz de los anhelos,

la Patria es la heredad elemental,

la tierra fértil, primordial

en donde se cultivan nuestros sueños.

 

La Patria es más grande que la realidad

y más real que cualquier fantasía.

Una quimera que se puede manosear cuando se piensa.

Una ilusión que se puede tocar cuando se sueña.

 

La Patria, tierra donde germinan nuestras ilusiones.

Territorio de fatigas y labores.

Patria conuco donde “sentarse

en el umbral de la tarde para contar la siembra”.

 

La Patria atormenta como un dolor temprano.

Apenas se soporta desde afuera y desde adentro.

La Patria late como magulladura

o una profunda pena que te embarga de pronto

sin razón aparente.

 

La Patria es una ansiedad que se hace silencio de improviso,

el presentimiento de una angustia súbita

que te estruja el sentimiento de forma inesperada.

 

La Patria se asume desde lejos como una puñalada

que nos llega hasta el alma.

Nos pega con un golpe de bastón que nos aturde.

Nos sacude como si una fuerza mayor

nos agitara por los hombros.

 

La Patria lastima en la distancia y de repente

es la ausencia la que punza,

la que aflige, la que angustia y martiriza.

 

La Patria se piensa como a una novia nueva,

se añora como a una madre vieja.

La Patria se echa de menos

como a los amigos

como a los contrarios de verdad

y como a los parientes.

 

La Patria huele a hembra pero también a macho,

con los humores del “chivo cojú

o el vaho a monte de los verracos cimarrones.

 

La Patria arde en la carne como una estampa

o hechizo con que se marca el ganado.

La Patria quema como una braza de carbón en el anafe.

Como una astilla de cuaba encendida.

Como una candela prendida en el fogón solero.

Como una quemadura que se ampolla

Cuyo dolor no se alivia, ni se calma.

La Patria araña el corazón como guasábara o como pringamoza.

 

CANTO II

Sin saber por qué

me siento tan lejos de la Patria,

pero tan cerca de sus cosas

que puedo olerla en mi aposento

al despertarme y palparla en mis sueños cuando duermo.

 

No me refiero a la Patria idealizada

o a la Patria pancarta.

Me refiero a la razón de Duarte.

El encabado de Duvergé,

La folla de Luperón.

Al pudor recalcitrante de María Trinidad Sánchez.

A los ojos de fiebre de Francisco del Rosario.

Al coraje uniformado de Mella.

A los versos de Eugenio Perdomo

y sus cantaletas contra los tiranos.

La furia de Cotubanamá y Cahonabó

con olor a breña y a tabuco.

La ira de Uxmatex “bizco o bisojo”.

La tristeza y la rabia olvidada de los indios,

La migaja de su nombre que aún subyace escondida en nuestra sangre.

 

Tampoco me refiero a la Patria imagen de postal,

a la Patria suvenir o de revista.

Me refiero a la tierra y a la gente.

A nuestra forma de ser y las costumbres.

A la complicidad de las auroras

con los cielos sin pausas de la tarde.

A la impertinencia fría de las madrugadas.

A los derrumbes altos de todos los crepúsculos.

 

Me refiero a los naranjos florecidos

y a los limones en flor en las auroras.

Al sabor mañanero del jengibre

en el jarro de lata ennegrecido.

A la utilidad sencilla del apero,

donde descansa inevitable el árgana

para guardar sabe Dios qué cosa.

 

La Patria es la boca de la amada que se extraña

adonde vive la sonrisa, la palabra

el suspiro, la caricia y el beso.

 

La Patria es una muchacha bonita

que camina descalza por la playa.

Una chica que pasea en domingo por la Ciudad Primada.

Un mujerón que reparte su gracia

por la Ciudad de los 30 Caballeros.

La que se hace marinera en Monte Cristi y Puerto Plata.

Ardiente en Mao, atractiva en Moca,

en Barahona y donde quiera.

 

La Patria es esa vaina que no tiene explicación.

“Ese joder tan puro y no amanece”.

El “se jodió Bayajá”, el “Arriba el Pabellón”.

El sol saliendo, la guardia somnolienta.

El “tercien armas como quiera” tal y como lee la guardia.

El “quisqueyanos valientes alcemos” y  otras cosas.

 

La Patria es una abstracción,

es un concepto, un sentimiento.

Es algo que se siente y no se toca.

La Patria es lo que no tiene componte,

lo que se debe hacer,

también lo que se hace.

 

La patria es “la mala maña”, el arrugón,

“las mariposas de San Juan”

la plena y la pena de Azua, las sabanas de Higuey.

El arrayán y la crianza del Seíbo.

El acordeón que se estérica en la distancia

rasgando a corte de cuchillo el velo negro e inmenso

de la noche con olor a bayahonda.

La güira que acompaña nuestra ira y nuestro orgullo.

La tambora que acompasa nuestros sueños.

Una conjura de guitarras entre el aguardiente,

el tabaco y la mujer impostergable.

 

La pareja que baila con la lámpara apagá.

“A lo oscuro metí la mano

a lo oscuro metí los pies.”

El amor debajo de los puentes.

El amor en la playa o con la confabulación de los arroyos.

“Los que se van por detrás de la palma”.

Las muchachas que se llevan y se dejan llevar.

 

Todas las cosas creadas y por crear.

“La maña vieja que nunca será costumbre.”

Las cosas que se hacen “por la buena o por la mala”,

porque la Patria también es ese rincón de rabiosa espuma

donde el mar encrespado se hace resaca,

furia y viento huracanado.

 

La Patria es vida en sus más simples e íntimos detalles.

Abrir una puerta, salir a la calle, vender una cosa,

empeñarla, prestarla, ponerse la cachucha al revés,

ir a la farmacia, al colmado, a la pulpería, al ventorrillo.

 

Meterse en el supermercado.

Rascarse la cabeza, montar la bicicleta.

Arrastrar algo por la cera, no encontrar algo

por despiste, que de pronto aparece como un regalo

de la casualidad o de la suerte.

 

Sacar la basura, barrer la sala.

Echarle agua a la cuneta.

“Deber a las veinte mil vírgenes”.

Echar maíz a las gallinas, cargar el gato,

Pasear el perro o irse sin rumbo a “cruzar calles

y a enderezar esquinas”.

 

La Patria es una morena gorda que atiende su fritanga.

Un redondel de gallos, la traba y la gallera.

La vendutera de frutas, la marchanta y el pregón.

Las primas, las vecinas, las comadres.

Las mujeres que usan rolos como adorno,

La tenaza, el pajón, el peine caliente,

el desrizado bajo la divisa indiscutible de que

“la que quiere moño bonito tiene que aguantar jalones”.

El amargo de berro, el Agua de Pachulí, el Agua de Florida, el alcoholado.

La empleada y el muchacho de la tienda y los mandados.

 

La Patria es picardía y “voceadera”,

“Coger la de Villa Diego”, entregarse a la maldad.

La parranda y la alegría para marear la pena

y tratar de truquear el infortunio.

 

La Patria también es el tipo que se inventa pendejadas.

El que vive hablando caballadas.

El que no se calla con sus plumas de burro.

El del acumulo, el bultero y el fabulador.

El que no sirve ni para “tentar gallinas”.

El que se sueña los números de la lotería.

 

La curiosa ensimismada que lee la taza, la mano y la vela.

La que traduce los melismas del destino

en el café de cualquier hora.

La que se monta en la ignorancia

y disque maneja los misterios.

El que brinca para arriba, le da una jodienda

y sufre un ¨patatús¨ delante de la gente.

 

La Patria de la lluvia de cuando caen “burros aparejados”

y se desfonda el cielo.

La llovizna que cae sobre el techo de zinc

insinuando otras cosas.

Los obeliscos con género.

Las palmas del malecón.

Las amapolas, el flamboyán y la anacahuita.

El calor y el sofocón insoportable.

 

El remolino en la sabana y la aniega en la quebrada.

La briza refrescante del Mar de los Caribes.

La amenaza dentada de los arrecifes y los acantilados.

 

La Patria del que pica más que el sol de las doce.

Los pedilones, los pedigüeños y los pica-pica.

El viejo que empendejece entre las palmeras.

La vieja a la que le da el yeyo, el ataque y la pataleta.

 

El que quiere saber más de la cuenta.

El que “sabe más que el lápiz”.

“El que quiere vivir del más pendejo”.

El avivato, el trascendido, el necio.

 

El que está más perdido que el hijo de aquel piloto gringo.

El recostado, el arrimáo, el amemáo y los lambones.

La Patria de los locos de cepo.

La Patria de los que se hacen los locos,

Pero que no se comen su excremento.

El que está más loco de la cuenta

como un reloj de peso.

 

La Patria es Tatica, la chiquitica de Higuey

cómplice de nuestras glorias.

La virgen milagrosa del naranjo.

Es el orgullo de ser lo que somos.

Ni más ni menos, sólo eso mismo,

“Y hacernos los pendejos y no nos maten chiquitos

Para que nos dejen llegar a buey”.

 

La Patria de las primacías coloniales.

La de las viejas iglesias, los ancianos fuertes,

Las puertas, los fortines y la vetusta muralla.

Los viejos cañones olvidados

entre la decrepitud de lo pasado,

que son el sexo dormido de otros tiempos.

 

La Patria es un carajo secreto entre los dientes

que masculla nuestra rabia.

La Patria es “un pleito de cuchillo a media noche.”

“El palo del chivo”, “el palo de la gata”, la trompada,

la galleta, la patada, la mordida,

la tabanada, el cocotazo y el pescozón.

 

CANTO III

La Patria es el que trabaja sin cesar y para siempre.

El que nunca se cansa.

El que no descansa.

El que “no tiene acabadera”

y no se sienta nunca.

El del “capú y no te abajes”.

El hombre que se juega la vida

por un “quítame esta paja”.

 

Los come cachaza.

Los come vidrios.

Los de los rebuses.

Los de las rabietas

Los del torozón.

El “come candela”.

 

El que no se quiere “morir en la víspera”

Aunque nadie se muere en ella.

El que espera la amanezca,

el que amanece porque “al que madruga Dios lo ayuda”.

Y los que estando “metido en romo” en la enramada,

“les importa un carajo que el sol salga

por donde le dé la gana”.

 

La Patria de los que se mueren como machos de verdad.

Los que “no le comen pendejadas a nadie”.

Los que “no cogen corte”, ni creen en cuentos de camino.

Los que acaban y se acaban con los zapatos puestos.

Los que gastan las suelas andando y desandando.

 

La Patria de los que se quieren morir

y “su muerte les sabe a gloria”.

La Patria del Doctor, el Profesor y del Moreno.

La Patria de “los bolos y de los rabuses”.

La Patria de Los dictadores y los presidentes breves.

 

La Patria de las manifestaciones y los grandes mítines.

De los letreros con faltas ortográficas,

de las movilizaciones, las marchas y las caminatas.

La Patria del micro mitin, las caravanas y los bandereos.

De “decir las cosas como son.

La Patria “de ser como el otro quiera

y a mí mismo me convenga”.

 

La Patria de Manolo, del Coronel y los Palmeros.

La de las “botijas, botijuelas, baúles y “porta jefes”.

La de los lanceros y de los monteros.

 

La Patria de la noche más alta de febrero.

de la necesidad de volver a Capotillo.

La Patria de la Patria y por la Patria.

La que venció a las potencias extranjeras.

La que sacó a todos los intrusos

y a los entrometidos de la Patria.

La vencedora siempre, descalza, y a “mano pelada”.

La valiente, y heroica siempre,

La Patria que “a la guerra a morir se lanzó”.

 

La Patria del cañonazo y de los balazos.

La del fundazo, el leñazo y el trancazo.

La de “Ponme la mano para que me conozcas”,

La de “Métete conmigo para que sepas que el gas pela”.

Y de la advertencia sabia de qué

“debajo de cualquier yagua vieja

te sale tremendo alacrán”.

 

La Patria es un remanso de aguas frescas y palmeras,

Llanuras encantadoras y montañas enhiestas.

Y más allá la playa cual límite del mundo

donde se baña siempre desnudo el horizonte.

 

Esta es la Patria vegetal, mineral, animal y emocional.

La Patria del “que no da la india por la colorá”.

El que cae preso o se le pega el tiro

por estar de intruso en el medio.

La del lío, y la del reperpero.

La de la galleta o la del sacudión.

 

La Patria es el que masca el andullo

O se lo fuma en cachimbo.

“El que no presta su mascá”

por más compadre que usted sea.

 

El que “tiene tabaco en la vejiga.”

El que tiene los juegos muy pesados.

“El que le gusta bailar con Lola

porque Lola baila bueno”.

 

La Patria es lo que se habla,

lo que se bebe y lo que se come,

pero es también lo que se baila,

lo que se goza, lo que se canta.

Lo que se tararea camino del conuco o del empleo

lo que se pita o se silba en el tapón de las 12.

 

La Patria es “Juanita Morel que baila su merengue”

y no le interesa irse a Puerto Rico en yola.

La Patria del “llegó Juanita cargada de lejanía”.

La Patria del situado, el acumulo y de las remesas,

La Patria de lo que trajo el barco.

La Patria del ven acá y qué es lo que está pasando.

La Patria de los gobiernitos y los gobiernazos.

 

La Patria es el machete,

ese forjador de libertades,

esa vieja prótesis de nuestra vergüenza,

que ¨sirve hasta para remedio¨.

El cuchillo del lance,

el cuchillo del pleito agrio en la madrugada fría.

La figa, la puya y el “lengua de mime”.

“El más tieso que un juso”,

que alude a esa pértiga de gloria

con la que se forjó la independencia.

 

El revólver, el cachafú y la pistola,

La carabina, la escopeta o el fusil.

El hierro aquel sin el que el dominicano

no se siente un macho de verdad.

 

La Patria es la raya por la que hay que morir

si llega a ser preciso.

La del no pasarán, y si pasan…

Coño, entonces hay que sacarlos para proteger nuestra pobreza.

 

Eso que me tiene jarto.

Eso que “me tiene al coger la loma”.

Eso que me tiene hasta la coronilla.

Lo que me tiene “más aburrido que el carajo”.

 

La Patria es ese ardiente rincón del medio día.

La adolescencia de sol en que vivimos.

La estancia del “hasta aquí llegó esta vaina”.

Lo que va “como caña ´pal´ ingenio”.

 

La ruta recurrente de huracanes y tormentas.

La Patria donde “enterraron su mierda los piratas”.

Donde se fueron de parranda las banderas.

La Patria inmarcesible e imperecedera.

La Patria de la mujer que amo y que deseo

y en cuyos ojos la noche inmensa se hace estrecha.

 

La Patria es la mulata de curvas tentadoras

Y de cintura estrecha que nos encandila,

la que nos arrebata el sueño y nos alebreca el alma.

La tentación de carnes firmes

que se tongonea en la velada,

en la juntadera o en la fiesta

o simplemente cuando camina remeneando su gracia

por la calle hacia algún lado.

 

Las estrellas reflejadas en los ojos de la hembra bonita,

que “está como quiere estar”.

El cocotero retorcido junto al mar inmenso.

El manantial, el pozo y la laguna.

El Compadre Pedro Juan con sus dilemas.

El aguacero y la brisa casual en la montaña.

 

La Patria es el “por ahí María se va.”

El “Dolorita si tus ojos me dan pena.”

El carajito que juega en el río a las panqueadas.

Las niñas y los niños que se bañan en cueros en la lluvia.

El que llora porque tiene hambre.

El limpiabotas, el limpia vidrios,

el parqueador y el jardinero.

 

La Patria es todo lo que aprecio y todo lo que tengo.

Lo que no tengo y quiero o quisiera tener

Más temprano que tarde.

Lo que debo compartir con los más pobres.

Todo lo que fue y lo que ha de venir.

Por lo que hay que luchar y seguir fuñendo,

antes de que algunos mal nacidos

terminen por “jodernos la Patria”.

 

La Patria es también la mano de dominó,

el yaguacil, El trúcamelo, el desafío,

el juego de pintintín, la vitilla y la pelota.

El perico ripiao y la bachata.

La Patria del que está buchú.

Del que esta “jarto como una chincha”.

Donde se está “cayendo el cielo”

y “no cabe ni un alma”.

 

La Patria elemental de los que no tienen nada

y sólo tienen la Patria como herencia,

la Patria solidaria,

la Patria compañera.

 

La Patria del talento silvestre y de la inteligencia innata.

Donde “se dan hasta las malas palabras”.

Donde se fabrica la improvisación.

Donde “se tropieza muchas veces con la misma piedra”.

 

La Patria del carro de concho,

los motoconchistas y la voladora.

La sirvienta de nalgas prominentes viendo su novela.

El sereno con su radio lidiando con la madrugada.

El triciclero, el platanero, el billetero y la rifa de aguantes.

El “que juega por necesidad y pierde por obligación”.

El que “se hace cocote” y se queda sin pescuezo.

 

La Patria del piropo y de los mirones.

La Patria de los vagos en las esquinas.

De los “come bocas” y los “lengua larga”.

 

La Patria de los venduteros.

La Patria de los convertidos.

La Patria alegre y jovial a pesar de sus miserias.

 

La Patria es la novia con la que se “come gallina”.

con la que se pasea de las manos por el malecón,

el Mirador o la Calle del Conde.

La del beso de amor interminable.

La del apretón, la del estrujón.

 

La Patria es una vaina que se quiere y que duele.

La única cosa que de verdad tenemos.

Eso que es mío y es de todos,

pero de nadie más, ¡carajo!

 

La Patria es “un pedazo de tierra defendida”.

Aferrarse al terreno, pagar la deuda de la crianza.

 

La Patria es la defensa de lo que tenemos y tendremos.

Lo que se lleva en el macuto o la funda de ropa

de los que se van, pero que siempre vuelven.

 

La Patria es el mejunje sagrado del sancocho.

El con-con, el coconete, el frío-frío y la raspadura,

la aristocracia del café recalentado.

El ritual obligado y madrugador del mondongo y la patica.

 

La infusión de plantas de la tierra y la tisana.

La friega en la fiebre y los remedios.

El destino inefable de los pasmados y los apalastrados.

Los mordidos por perros con la peste, y los tullidos.

 

La Patria son los cuentos de “Juan Bobo y Pedro Animal”,

El majarete, el pan de maíz, la champola y “el morir soñando”.

El “mabí de Cacheo” y del “palo de indio”

y “qué viva la guardia y la policía

que son los pollos que el gobierno cría”.

 

El tan-tan de los palos de Anamá

que en la noche lóbrega

se escuchan tierra adentro.

La democracia del mangú y el arroz con habichuela.

La Patria del zafacón, la masita,

la yaboa y el “añuga guardia”.

 

La Patria es un merengue que sonando en un patio

trasmonta la distancia tronchando lejanías,

llegando sin querer a donde quiera que estés y te dirijas.

 

La Patria se lleva prendida como un beso en los labios,

como un sello en el corazón.

Como una marca en el brazo.

Como un tufo de ron o de cerveza.

 

La Patria es rebuscar en la bandeja la torreja,

el bollo y la batata.

El chicharrón, el panecico y la yuca blandita,

El maíz mimí y las empanadas.

 

La Patria de los Chinos de Bonao,

Los Cocolos de San Pedro,

los Prietos de Samaná y los Congos de Villa Mella.

La tendedera de ropa, el jabón de cuaba,

la batea, el locrio, la sopa y el asopao.

 

La Patria se lleva en la maleta y en el alma como un bulto.

Te sigue donde vayas y no puedes desprenderte de ella.

Te sale donde quiera y como quiera.

 

La Patria son las palmas, los mangos y el cazabe.

El limoncillo, el mamón, la guanábana y la lechosa.

el apellido del ron, la cerveza y del tabaco.

La Patria inevitable.

 

La Patria es el escudo y la bandera,

El himno nacional que cuenta nuestra historia.

El jolgorio, la chercha, el bochinche y la bulla.

El sentimiento del cual no quiero ni puedo prescindir.

Una suma de cosas incontables,

una abstracción de lo que fuimos

que se hace carne y sangre.

La Patria es la Patria y sólo eso, coño.

 

El mulataje irredento, los blancos de mentira y los jabaos,

Los blancos de la tierra,

El: “yo soy negro, pero soy de aquí”.

“Tan dominicano como la batata”,

el jocico y la tripita.

 

La Patria es el sincretismo sin el cual nada se explica.

La síntesis de lo que somos.

El resumen de nuestra idiosincrasia.

 

Los que andamos por el mundo

llevamos la Patria en un paquete intemporal

que no dejamos.

La Patria te hace celaje como un muerto.

te hace asomo como un aparecido.

 

La Patria son también los resguardos y los escapularios.

Los amuletos y las oraciones.

La extrema unción de los recuerdos.

La cruz de ceniza, la cruz de flecos de palma,

Los vientos de la cuaresma y las chichiguas,

La Magnífica al revés, el Ave María, el Padre Nuestro.

El santiguarse, el persignarse, el ensalmarse.

 

La dependencia de la chepa

como articulación de la esperanza.

Los días de guardar, la cruz de palo y los velatorios.

Los nueve días, el luto, el ayuno y el rosario.

 

La Patria del cuco, los difuntos,

los muertos que aparecen y los desaparecidos.

La Patria de los enllavados.

La Patria de los que están pegados.

La Patria de los habladores y de los “jabladores”.

De los que dan “cotorra y muela”,

atentos por demás a las bolas, al rumor y al cuchicheo.

 

La Patria de ser “como Blas, ya comiste y ya te vas.”

La Patria del “amor y el interés,

que se fueron al campo un día

y más pudo el interés que el amor que le tenía.”

 

“La Patria de la leña que lleva el burro”,

“La Patria de la leña que yo te doy”.

De la maldición del carbón y del desmonte.

El crimen de los taladores de montes vírgenes,

“donde tienen sus casas los ríos”.

 

La Patria es lo que no se le puede perdonar

a los traidores y a los chupamedias.

y hasta esos pendejos conjurados contra ella.

 

La Patria es “primero la misa después la novena”,

“fiesta y mañana gallo” carajo,

“unos prenden velas y otras traen flores”,

“donde lo demasiado hasta Dios lo ve”.

 

La Patria de los discursos, los decretos,

las proclamas, los mensajes y los anatemas,

de los pactos que se hacen para romperse,

de los borrachos, los colmadones y las pulperías.

 

La Patria de los “aguajeros” y de los “allantosos”.

La de los “bulteros”, “agüizotes y limpia sacos,

de “los tigres” y de “los leones”.

La Patria de los envidiosos y de los egoístas.

 

La Patria de los revoltosos y los bochinchosos.

De los comegentes y los arretados.

La Patria de “los más guapos que las armas”.

 

La Patria de los héroes fusilados.

de los que “solo van a pie a la gloria “,

de los que jamás “pelan el diente”,

de los que “no dan para atrás ni para coger impulso.”

La Patria de los que nadie “coge de pendejos.”

 

La Patria de Juana Saltitopa

de los obcecados y los “cabezas duras”.

La de “meter la pata” y de sacarla a tiempo.

La Patria de seguir para adelante,

aunque nos lleve el diablo.

 

La Patria de ponernos de acuerdo en lo preciso.

Del “te veré caer y te jodiste”.

La Patria de “hacer de tripas corazón,

aunque los corazones de tripas no sean buenos”.

 

La Patria de lo que debe ser y nunca ha sido.

de lo que no se puede permitir bajo ningún concepto.

de lo que ha de llegar y nunca llega.

La Patria de “los ciclones batateros”

y de los “chapeos bajitos”.

 

La Patria de “los mangos bajitos”.

De los amigos de lo ajeno.

De los salteadores y los “ladrones de camino”.

De las jicoteas, de las botellas y de las mamajuanas.

La Patria de la pava esa “que ya no pone a donde ponía”.

 

La Patria de los chivos “jarto’e jobos.”

Del que “corta el bacalao”, o lee al revés y al derecho.

La de los matatanes y los tutumpotes.

 

La Patria de los “come hombres”,

de las décimas, las salves, los versos y de los cantos,

de las ciguas palmeras, las cuyayas y de las lechuzas.

La Patria del ruiseñor, las rolas y los guaraguaos.

 

La Patria es “una vaina que está bien

y otra vaina que está mal”.

La Patria de los corchos

y de los que como quiera que los tiren caen parados.

 

La Patria de la arepa y de la torta amarga.

La Patria del plátano majado y el patacón pisao.

La Patria de la jigüera, la pejiguera y el “jarro pichao”.

 

CANTO IV

La Patria por la Patria y en la Patria,

La Patria para siempre,

La Patria sempiterna.

La Patria perpetua.

La Patria inacabable.

La Patria por los siglos de los siglos

De nuestra Patria, amén.

 

La Patria interminable.

La Patria que “pica y hace roncha.”

La del “párate ahí no te me vayas”.”

La del morir peleando.

“La Patria de joderse y de no haber nacido”.

 

La Patria del cambrón y de la bibijagua.

La del “que tenga miedo que se compre un perro prieto”.

Del “que no se quiera morir que no nazca”.

De la deuda social que no se paga.

 

Todo esto es la Patria y falta más por referirles.

La Patria no se gasta ni se acaba

ni mucho menos se termina o se concluye.

 

Queda mucha Patria por delante.

Hay Patria por un rato.

Hay Patria “por un tubo y siete llaves.”

Que no hay pero que valga.

“Ni trompo embollado”.

Ni “capuchino en banda”.

Ni cuento de camino alguno.

Ni historias tristes de soldado.

Ni cartas debajo de la manga.

 

No hay contra, ni concho, ni caramba

que atenúen la grosería necesaria.

“Qué no hay plazo que no se cumpla,

ni deuda que no se pague”.

 

Por más que usted vea o no quiera ver.

Por más que se voltee o se ponga de lado.

Por más que se vire el “vironai”,

O se apareje la carga.

Por más que se tape los oídos

o se haga el más sordo de la cuenta…

La Patria es de nosotros y de más nadie.

“La Patria es la Patria, carajo”

y “todo lo demás son pendejadas”.