El día se levanta con noticias de mujeres golpeadas y asesinadas, en compañía de los hijos. Fenómeno de sociedad que desborda las capacidades de las autoridades. Miles de agresiones se registran, si bien que el 80 % de la victimas no denuncian al agresor, a lo que se agregan las incalculables y diversas tipología de agresiones sexuales, con un alto porcentajes de embarazos en adolescentes.
Los hogares lo conforman mujeres solas, criando hijos producto de una noche de amor, de una violación, o de una relación agotada. La disfuncionalidad familiar, norma desde siempre el desarrollo humano de la sociedad, llenando las calles de niños abandonados.
El fenómeno de la paternidad irresponsable toca el quehacer social de nuestros hombres, políticos, empresarios, religiosos, ciudadanos de a pie y esposos abnegados puestos en evidencia el día de su entierro, cuando aparece aquel hijo que nadie conocía.
Entre gestos de desamor y abandono, la gente verbaliza emociones y frustraciones a ritmo de bachata y reggaetón, la paternidad irresponsable se celebra, se practica y se acepta en todos los estratos sociales, los hombres procrean y abandonando sin consecuencias.
El histórico abandono lo ilustra “el hijo de crianza” ,que los padres biológicos dan con la esperanza de ser alimentado y educado ,so pena de ser explotado laboral y sexualmente. Siendo la práctica de colocación de niños exitosa para muchos, pero poco frecuente hoy día, cuando los hijos se mandan a la a pedir o se negocian.
La violencia hacia la mujer y la paternidad irresponsable son una desgracia. Como prioridad nacional debe despenalizarse el aborto y el Código Penal adaptarse a la dimensión del feminicidio
La paternidad no asumida está confrontada al ADN, al desvelar historias novelescas, de hombres que han negado, ser padre, otros que descubren no ser, tras una gestión de nacionalidad. El ADN ha facilitado el pago de pensiones, reclamos de herencias y enjuiciamiento de farsantes y psicópatas como “el Pastor del semen divino”, Melvin Quiroz condenado apenas a 15 años tras usar su “semen para sacarle el demonio”, a mujeres de su iglesia ,embarazando algunas, a las que el ADN les ha devuelto un padre violador.
La paternidad irresponsable, evoluciona en el tiempo y en la intensidad del deterioro de la sociedad, ya que tener un hijo tiene cierta significación en el imaginario colectivo generando expectativas de acuerdo , al nivel económico de los padres , y, fortalece esas deficiencias que trae el hombre local en la construcción de su identidad masculina colmada, entre otras cosas, por la procreación, aunque no se asuma. Preñar dice mucho del “prestigio” del macho.
Nuestros hombres crecen y se multiplican, sin enfrentar las consecuencias de procrear, replicando el abandono del cual suelen venir, pasando de la paternidad irresponsable a la violencia de género compulsiva, que ensangrienta las familias, desconociéndose el daño que la paternidad irresponsable, genera en la sociedad.
Siendo la paternidad considerada también un “accidente” para ciertos padres- los “hijos son un accidente “-, que se repite y que puede conducir a la tragedia, con hijos productos de erecciones fallidas de impotentes a ultranza, de todos los niveles sociales y educativos.
La presencia de un embarazo se vuelve inoportuna, no sola para el futuro padre sino también para su familia, para el status y la apariencia. Cuando la madre se niega a abortar, puede ser eliminada junto a la criatura, registrándose crímenes horrendos como el de Emely Peguero, (16 años) asesinada por el novio en complicidad con la madre del hombre hijo consentido.
Como es sabido un embarazo tiene muchas motivaciones que, no necesariamente están ligadas al deseo de la mujer de tener una descendencia estructurada y planificada. De aquí que la paternidad no solo es cosa de hombres, es sobre todo cosa de mujeres, capaces de tener un cuerpo que les pertenezca, sabiendo decidir cuándo y cómo tener un hijo que terminaran educando solas.
El tema de la violencia hacia la mujer es complejo ,pero hay que frenarlo ya, aun mas cuando la paternidad irresponsable esta tan presente, e incide en el derrotero de la familia. El Estado tiene que garantizar las condiciones para que los individuos vivan en sociedad, velando por la calidad del ser humano que se construye.
Parar la violencia hacia la mujer, requiere de reglas y valores, que se adquieren en el proceso de socialización en la familia y la escuela, educando sin tabú en torno a la sexualidad. Mediante el diseño de políticas públicas el Estado debe transmitir a la ciudadanía las condiciones para vivir y procrear, sana y responsablemente en especial a las mujeres, para que puedan planificar la procreación, y no estar sujeta a un conglomerado de varones, que desde el Congreso Nacional, las iglesias y o otras instancias determinan su destino y de esos hijos sin padre.
La violencia hacia la mujer y la paternidad irresponsable son una desgracia. Como prioridad nacional debe despenalizarse el aborto y el Código Penal adaptarse a la dimensión del feminicidio, implementando medidas urgentes que frenen la impunidad, porque cuando estas conductas disfuncionales se instalan en las sociedades son extremadamente difícil de erradicar. La realidad muestra que se ha banalizado la agresión a la mujer, y, el irrespeto a la vida forman parte del quehacer cotidiano, donde los valores morales y existenciales no tienen significado alguno.