La más excelsa noticia para los discípulos y seguidores de Jesús, después de su crucifixión, fue la que le dio María Magdalena el domingo temprano en la mañana cuando fue a la tumba, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Ella fue corriendo a contarle a Pedro y al discípulo, Juan, a quien Jesús quería mucho, que el sepulcro estaba abierto y no sabía lo que había sucedido al Maestro.
La Magdalena le hizo saber a Pedro y a Juan: “¡Se han llevado del sepulcro al Señor…!” Los dos discípulos fueron corriendo al campo de enterramiento y vieron que la tumba estaba vacía. El martirizado Maestro y predicador había resucitado, respondiendo así a las profecías y los anuncios hechos por el mismo Jesús quien dijo: “El Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros para que se burlen de Él, lo golpeen y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará”. (Mateo 20:18-19).
Jesús de Nazaret fue crucificado en el Calvario, el viernes anterior al domingo de la fiesta pascual de los judíos. La forma del padecimiento y muerte de Jesús, dejó consternados a su madre María, a las mujeres acompañantes. Los íntimos seguidores masculinos de Jesús, excepto Juan muy querido por Jesús, se escondieron por temor de ser apresados como lo fue su líder y director espiritual, quien fue crucificado en el Calvario y sepultado en una tumba nueva facilitada por José de Arimatea, un fariseo de noble sentimiento; pero el domingo temprano, María Magdalena fue al sepulcro y descubrió que el Señor no estaba allí. Ella pensó que se lo habían llevado; más él mismo se le apareció y la llamó, ¡María!
Esta señora de Magdala, quien fue liberada por el milagroso sanador de espíritus malignos, se mantuvo junto a Jesús, quien le propició una vida nueva. Estuvo con Él todo el tiempo, incluyendo al pie de la cruz. Dio demostración de fidelidad, y el domingo de madrugada, descubre que su Señor había resucitado, y es ella quien hace el anuncio de la tumba vacía a la comunidad de seguidores de Jesús.
La excelsa noticia de la resurrección de Jesús el Cristo, “el incomparable”, como lo describe el doctor John Stott, es la culminación de la vida, pasión y sacrificio de redención. Su victoria sobre la muerte y la tumba es fuente de consolación de los penitentes, esperanza de salvación y vida eterna para los creyentes.
La resurrección de Jesús el Cristo es motivo para cambiar el dolor en gozo; es inspiración de confianza; es sentido de triunfo sobre la muerte; es germen de la fe, “pues, Dios también nos tiene en cuenta la fe, si creemos en aquel que resucitó a Jesús, nuestro Señor, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para hacernos justos”. (Romanos 4: 24).
Hubo sensación de fracaso en la mente de los seguidores de Jesús, mas ayer como hoy, su victoria sobre la muerte nos redime, nos asegura la vida eterna y por eso glorificamos a Dios, diciendo: “¡Canta alegría, cristiandad! Cristo en su resurrección, muestra la seguridad de una eterna salvación. ¡Aleluya!”