Ya nos encaminamos al supuesto altar de la democracia representativa y no estamos más que manchados de pintas multicolores; salpicones maliciosos que estruendosamente han atormentado a los que intentamos marchar ante este acto solemne con responsabilidad y orgullo. La presión política ha escalado a tal nivel, que desesperadamente se han visto en la necesidad de tergiversar las intenciones de instituciones que sólo buscan una participación activa de la ciudadanía en procesos que únicamente deberían beneficiarle.

No entiendo en qué momento el proceso electoral dejó de ser nuestro, en qué momento al parpadear me han robado el protagonismo de algo que siempre debió ser mío, algo que siempre debió ser tuyo. Y es que, estas y todas las elecciones son por y para el ciudadano, y el interés supremo del Estado y sus instituciones debería de ser garantizarnos un proceso en el cual podamos no sólo ejercer nuestro derecho al voto, sino también nuestro derecho a la información, nuestro derecho a exigir transparencia y veracidad, nuestro derecho a observar lo que ocurre. Sin embargo la Junta Central Electoral sólo ha optado por interponer trabas injustas que manchan las intenciones de aquellos románticos de la justicia que solamente quieren participar de un proceso el cual, dada su magnitud y las consecuencias que puede acarrear, necesita un contrapeso efectivo.

Me parecen irrelevantes las medidas que está tomando la Junta Central Electoral con relación a sus investigaciones sobre los voluntarios de Participación Ciudadana, ya que en vez de bombardearla, deberían trabajar al unísono con el fin de depurar efectiva y justamente aquellas personas contaminadas que no van acorde a la mística de la observación legítima y objetiva. Pero me atrevo más aún a calificar como paradójica esta actitud combatiente, ya que a todos nos convienen unas elecciones en las que no haya dudas de que la decisión tomada por el pueblo fue un monumento a la representatividad, a fin de cuentas este es el norte de este tipo de instituciones.

Finalmente confieso que pretendo observar en estas y todas las elecciones en las que me permitan participar, porque aunque me encasillo en el grupo en peligro de extinción de los "apartidistas", nunca seré confundida como una "apolítica". Mi intención ahora que culmino la segunda década de mi vida, es nunca olvidar que política no significa partido y que esta ciencia tan hermosa no debe requerir un carnet exclusivo de algún color llamativo o algún slogan pegajoso.

Esto es por la juventud CIUDADANA que quiere PARTICIPAR.