Hace poco un sacerdote de esos cuyas declaraciones se vuelven tendencia y levantan una indefinida cantidad de reacciones, utilizó una palabra famosa y de complicada reputación; lo hizo en forma peyorativa y viniendo de él más tomando en cuenta el término usado, no me sorprende en lo absoluto. Cualquier cosa que huela a mujer e incluya algún reclamo, situación de riesgo, salud, derechos, lo que sea, si la palabra mujer está incluida puede conducir a uno de los términos más gastados, usados y abusados: Feminismo.

He sido “acusada” de feminista, como si tal cosa fuera algo malo. Me da un poco de risa y es que no entienden nada. Decir lo que se piensa y pensar lo que se dice, atreverse a ir en contra y no esconderlo, decidir cuándo callar y cuándo dejar ir las iras y la inconformidad, y no sentir culpa por nada de esto, esas conductas, que en lo ideal serían norma para cualquier persona en pleno uso de sus facultades mentales, si son exhibidas por una mujer, es feminismo. Desde que esa “etiqueta” entra en la ecuación, ya no hay marcha atrás. Habrá menos atención, menos méritos y todo pasará por el cedazo que representa el citado vocablo. Y si en todo lo anterior cambio a la mujer y coloco a un hombre, se trata de seguridad en sí mismo, fortaleza, un sujeto para admirar; nadie pensaría en machismo, todas las miradas irán a él y será validado; habiendo dicho esto, para muchos puedo pasar por resentida solo por aclarar o distinguir cómo un mismo escenario se observa en formas distintas según el sexo de los actores envueltos.

Del párrafo anterior puedo recrear una cantidad sin fin de situaciones donde un mismo contexto cambia por completo si la figura protagónica es hombre o mujer, pero ese no es el objeto de este artículo. Si usted llegó hasta aquí, significa que se ha salido poco o mucho de la caja y se ha permitido cuestionar algunas cosas o quizá sea solo curiosidad. De igual forma, ¡qué bueno!

El mundo ha cambiado muchísimo desde que las luchas feministas empezaron a cosechar logros que costaron años, vidas y sacrificio. Hoy, en medio de tanta distracción mediática, lavados de cerebro, publicidad y demás artimañas de poder, es vital entender que el feminismo ha cambiado y que si en algunas áreas de su ejercicio no lo ha hecho, deberá hacerlo. El feminismo que limita su mirada a la mujer, adolece de una parte importante; es imperativo reconocer que falta un protagonista: los hombres.

Es tarea del feminismo actual adentrarse a lo que significa ser mujer, no solo como ente social, que de hecho lo hace, me refiero más bien a la mujer en su esencia femenina. No se es feminista solo por nacer hembra. El feminismo es una filosofía práctica que no se conforma con pechos y órganos reproductivos, va mucho más allá, a la estructura y médula de la sociedad y sus integrantes; no es un chaleco que te pones y te quitas según convenga. Lamentablemente, también es un discurso mudo dentro de mujeres que apenas se representan ellas mismas, que se extravían dentro del ruido cotidiano de un universo social que más que tomarlas en cuenta las usa, mientras ellas no se dan por enteradas ni tienen idea del poder que poseen; están escondidas bajo escombros de sobrevivencia disfrazada de cualquier cosa, incluso confort, costumbre y comodidad. Lo que es adentro es afuera, y buscar la forma de darle voz a ese discurso es tarea número uno del feminismo de este tiempo, para luego, traducirlo a la práctica.

Entrar al mundo de lo femenino toma tiempo, conlleva fuerza y valor; es así para el hombre y para la propia mujer. La sociedad actual, tal y como ha sido diseñada, deja poco espacio para el autoconocimiento y el empoderamiento; si no sabe del poder femenino, al menos lo sospecha, entonces lo distrae ante los ojos de la misma mujer, que no llega a enterarse de su valor y termina siendo parte del juego – ocurre lo mismo con los hombres-. Al final, las mujeres terminamos divididas y las más ingenuas piensan, incluso, que algunas luchas iniciadas no tienen que ver con ellas y no se acercan. Ese es un síntoma inequívoco de la falta de reconocimiento del poder femenino que habita dentro de ellas. Hablar de feminismo a mujeres que lo único que tienen por referente de su poder se relaciona con la apariencia, es como hablarme a mi del teorema de Pitágoras, el cual nunca entendí ni me interesa.

Una tarea pendiente del feminismo actual es la inclusión de la otra parte. Incluso resulta gracioso citar que el feminismo no existiría sin el hombre. El feminismo actual no está llamado solamente a reivindicar a la mujer, también debe incluir y reivindicar al hombre, aunque sea en aspectos diferentes. Sin esa reivindicación, la tarea está hecha a la mitad y no acabará, jamás. Los modelos culturales insertados en la psique colectiva no solo han encapsulado a la mujer, también lo ha hecho con el hombre, imponiéndoles modelos que ya empiezan a pesar. Se trata entonces de la construcción de un nuevo feminismo, igualmente de una nueva masculinidad. Y no nos engañemos, el modelo machista ha sido construcción tanto de hombres como mujeres. Por lo mismo, ambos sexos deben ser rescatados y reivindicados.

No se trata de hacer una lista de quién pagó el precio más alto, quién puso más sangre, quién ha sacrificado más. Igual esto ya lo sabemos. Hablo de este presente, de reconocer nuestras diferencias, tan necesarias como complementarias entre ellas, de incluir revaloración y respeto en dicho reconocimiento. No es superioridad o inferioridad, no es igualdad, es diferencia entendida, justipreciada y aceptada. Léase bien que no estoy hablando de derechos, esos sí que deben ser iguales para ambos sexos y logrados en base a competencias y calidades; penes y vaginas quedan fuera.

Ni siquiera cuando se hable del género social, que aduce que ciertas destrezas físicas y mentales relacionadas a la biología de los sexos y los niveles de productividad, se dan mejor en uno y no en otro. Esto no tiene base científica y más aún, hay poblaciones en el mundo que confirman que en trabajos, estrategia de desarrollo, administración de recursos, y en cualquier actividad laboral, mujeres y hombres reportan resultados igual de satisfactorios.

Los derechos, de la naturaleza que sean, deben ser rescatados y replanteados, ya que su aplicación en ventaja de hombres y perjuicio de mujeres, sencillamente y sin discusión carecen de justificación. Es abuso, discriminación y punto.

La revaloración entre hombres y mujeres, con una mirada alejada de prejuicios, deberá ocurrir. Esta tarea incluye revoluciones internas en cada quien, y por consecuencia, una revolución social en los escenarios necesarios. Es solo cuestión de tiempo.