I.- La palabra y su uso en la política

1.- Los seres humanos manifiestan sus ideas por  medio de  las palabras; en  cada juicio transmiten un sentir; su pensamiento  está encerrado en un término con  el cual simbolizan  lo que quieren  llevar a la conciencia de  otros.

2.- El exponente al hacer uso de un  vocablo dice lo que en ese momento  desea  sea escuchado; tiene un objetivo a alcanzar con lo que habla o escribe. Lo que se dice de viva voz, o por  medio de un escrito, puede ser valorado tomando en consideración  el que  habla o escribe.

3.- La palabra la utilizamos para obtener un resultado positivo o negativo al oído de quien la escucha o  a  la vista de quien  la lee. Con las palabrotas causamos desagrado; con la escritura delicada agradamos.

4.- En las actividades llevadas a cabo por la persona en su  medio social,   la palabra es de gran significación. De ahí que  es común escuchar  “fulano de tal es de palabra, se le puede tomar la palabra,  sabe cuando empeña su palabra porque es formal, cumplidor y sumamente escrupuloso”.  Aquel que no honra  la palabra es  identificado  como  irresponsable e incumplidor.

5.- La palabra sirve para definir el comportamiento político,  la conducta de los que en ella participan.  El discurso, la  disertación de aquel que se dirige al público  dice quien es por medio de sus palabras.

6.-  El actor político persigue  con su exposición que quien le escucha conozca su forma  de pensar, la concepción política que anida en su conciencia. La disertación  hace posible  que el auditórium se forme una idea  de quién hace uso de la palabra y trata de captarlo con su sermón.

7.- En la disputa política cada quien está interesado  de que su alegato se imponga por encima de la  disertación del contrario, porque  en el pugilato oral es posible  valorar la dicción  y justeza de los argumentos de los polemistas.

8.- En la controversia política  no siempre está presente la elegancia del debate porque  entre  los que discuten   es posible  que uno de ellos  no esté preparado para competir con nobleza. El mediocre cuando está imposibilitado de refutar a su contrario con fundamentos recurre  al deshonor, la descalificación  y la indecencia.

9.- La discusión de contenido político e ideológico  debe ser llevada con altura, cada quien  manejándose  con actitud digna, sin herir ni fastidiar  con lenguaje miserable y de descrédito. La respetabilidad  del contendor  no debe ser zaherida  para mortificarlo,     ofenderlo   en su estima.

10.- En el enfrentamiento de personas con sentido de mutua consideración,  la polémica elegante sobre ideas políticas se advierte con facilidad,   muy diferente a quienes dañan el correcto proceder utilizando expresiones que motivan repugnancia. El lenguaje político atractivo está diseñado  para emplearlo  con   palabras encantadoras que deleitan  a quienes las escuchan.

11.- El dirigente político  acreditado no hace uso de términos que reducen su condición  de  posible orientador,  creando  con relación a su persona aprensión y desagrado;  termina convirtiéndose en un individuo infecto a cualquier círculo de   sujetos  que  generan  gusto, satisfacción  con su presencia.

12.- En nuestro medio abunda hoy el político anodino  sin prestancia y de actitud  vulgar.  De su garganta sale el lenguaje soez, puramente chabacano,   propio de su limitación educativa; demuestra  con su proceder que es un individuo de mal gusto, de baja estofa; incapaz de compartir con gente fina, educada. Su  mundo es el berrinche, el enfado y el permanente acaloramiento.

II.- El debate político con ideas vacías

13.- Un análisis sereno y desapasionado de lo que ha sido en los últimos años  el  debate  político en nuestro país, nos lleva a la conclusión  de que es muy poco lo que se ha logrado, porque el mismo ha sido llevado sin contenido social entre  los diversos actores que inciden en las deliberaciones.

14.- En lugar de poner como tema a discutir asuntos de fondo, de trascendencia, se ha polemizado sobre minucias de puro formalismo, triviales,  que no conducen al cuestionamiento del sistema,  induciendo a que el  pueblo preste atención a pequeñeces,  sin  adentrarse a la esencia de los  problemas, todo con el fin de que no se llegue a un conocimiento profundo de lo que en sí es de  interés para  las mayorías.

15.- Aquellos que recurren al palabrerío altisonante no toman en cuenta lo que  interesa a la comunidad;  lo  utilizan   como engaño,   encubriendo  la realidad del país; con  su  hojarasca politiquera  persiguen  que queden  en el aire las dificultades sociales, para que reine la apariencia y así todo queda como que los problemas no existen   en la realidad.

16.- A la sociedad en general le interesa lo social, no lo individual. Los puntos de naturaleza social son los que hay que someter al debate  político para encontrarle la solución más conveniente. Además, cada contendor  está en el   deber de   polemizar utilizando  su lenguaje ideológico, lo  que  permite saber cuales políticos encarnan los intereses esenciales de la mayoría y los que representan los de la  minoría.

17.- Con el uso de las fraseologías  se   confunde al pueblo,  induciéndolo  a no incentivarse  a luchar por lo que genera cambio en la base económica, y  también le quita  impulso  a la lucha social que es la que  contribuye a eliminar   el velo que cubre las lacras del sistema.

18- La utilización de la verborrea  por los políticos  revela en ellos oportunismo para evitar enfrentar  los problemas de fondo,  reduciéndolos a un reformismo perfumado,  y guiando las masas al conformismo.  Allí  donde procede  un cambio de fondo, el politiquero   adapta su lenguaje  a la conveniencia de los que se aprovechan del orden establecido.

19.- Las palabras huecas  hay que sustituirlas  por las que tienen por finalidad llevar al pueblo a actitudes favorables;  las ideas tienen que ser elaboradas en forma tal que lleguen a quienes van dirigidas y las reciban con meditación, calor y entusiasmo.

20.- La prédica política  y social  ha de ser enviada  en  forma tal que aquel a quien  se le dirige la comprenda y la haga suya. Procede difundir en el ambiente  político nacional ideas que lleguen a quienes propugnan por cambios de contenido democrático, que serán bien recibidas por los sectores sociales  afectados por los intereses de  la minoría ligada  al atraso y  a grupos  extranjeros que lesionan al país  impidiendo  su desarrollo e independencia plena.