La verdad honda y lironda es que el marketing se creció en la época de la globalización, se expandió y entró en un laberinto atmosférico de comercio y negocios como nadie pudo haber soñado jamás. Ha impuesto sus parámetros y la fuerza vigorosa de su imagen confabulando su naturaleza imaginativa redescubriendo "nuevas realidades" para entregarle a la mente una ficción que se transfigura como verdad. No podemos en ocasiones discriminar en quien creemos: en las palabras que transportan ideas e imágenes, o en el "hecho"; desde luego que este último se refiere a la realidad, a los eventos, al comportamiento, a lo que acontece , aunque evidentemente las palabras y la manera de decirlas y entonarlas con su carga emocional convincente, persuasiva e interesada trastorna a los hombres que las reciben en su aparato subjetivo.
A qué viene esta disposición introductoria. Pues que en los últimos 20 años la palabra ha tornado en su esencia comunicativa y estructuración de su lógica que le es consubstancial, en falacia manipuladora que engaña, manipula y nos persuade de que sólo en ella y su discurso radica la verdad de los hechos. El mundo social de hoy sustituye, reemplaza y sobredimensiona el discurso, la fluida narración que construyen los hablantes. Pierden los "hechos", quedan disminuidos y desnaturalizados en la esencia objetiva al afrontar la mente humana. No sabemos a ciencia cierta cómo apreciamos los acontecimientos en su real complejidad. Todo dependerá del cristal con que se mire; parece una perogrullada, siempre ha sido así, pero en la política, en los negocios, en el espacio doctrinario, se importantiza la imagen y los hechos son una especie de estrella fugaz que se desvanece al ser tocado por las palabras impulsadas por el embrujo del discurso y la diversidad de opiniones superficiales.
Algunas organizaciones le dan primacías al marketing, se preocupan hondamente por la "Civilización del Espectáculo", como suena y titula su obra Mario Vargas Llosa; el cine, el documental, la T.V., la prensa toda, se afincan en el sensacionalismo. Los hechos crudos, reales, descarnados, como tales no tienen tanto valor; su valor lo representa su sensacionalismo, su significado social por el impacto que trae consigo al estrellarse en la mente colectiva de la gente. Entonces nos acostumbramos a ese discurso, a ese simulacro, a esa falacia y se avivan en escalada las polémicas entre grupos sociales, personas y autoridades. Dichas polémicas suelen darse por cuestiones insignificantes, aunque reconozco que la sociedad global con su arraigo egoísta y megalómana produce estas consecuencias
con sus efectos dañinos en violencia, narco, drogas y delitos in crecento. En la misma polémica cruzada de los candidatos norteamericanos Clinton y Trump se advierte un fuego de palabras sin ideas programáticas ni proyectos; importa más el peinado de uno, y la neumonía de otra. Todo se ha degradado, las trivialidades toman la rienda en un mundo social de simulación y "elegancia".
Estamos confundidos y no sabemos cual caminó tomar, la juventud aún más, no tienen modelos y los pocos que quedamos es una generación que se disuelve porque cumplió su destino terrenal y mueren con su nostalgia de revolucionario, antitrujillistas, cristianos militantes, hostosianos, caamañistas, boschistas, peñagomistas, balagueristas, comunistas, catorcistas, socialistas: principistas. Así que están presenciando una gran estirpe social y política que se nos va, como todo lo que nace y se desarrolla; poseían y tienen la empatía, la relación reciproca de los hechos con la palabra, son auténticos, no conocieron la hipocresía, cometen errores como humanos y abrigaron utopías sin la manipulación tan cruel de estos días. Preferimos ser utopistas, auténticos, espirituales y guiarnos por el sentido de la vida.
Como en todos los tiempos, sin embargo, una buena parte de esta nueva generación se levanta mediante el furor de los estudios y el trabajo ennoblecedor para reconstruir el destino de la sociedad dominicana; en verdad que es una "elite", una parte del pastel, aspira a vivir en una mejor sociedad que le permita desarrollar sus potencialidades y disfrutar de calidad existencial y un entorno saludable. Luchan por ese propósito y piensan con criticidad; su tarea será inmensa desbrozando malezas en el camino tortuoso que han de transitar, aunque "querer es poder", siempre y cuando se sepa lo que se quiere, tal como sentencio Orison Swett Marden en obra bajo ese título, que leímos de mozalbete hace aproximadamente 50 años. Ellos harán parir la relación biunívoca de hechos y palabras: la verdad en su búsqueda permanente, porque las sociedades no se suicidan, aún veamos autoridades y personas tapándose los ojos para no contemplar la realidad política y social dramática que vive el pueblo dominicano. Los discursos aún bien hilvanados no pueden sustituir los hechos por mucho que a fuerza de repetición quieran los hablantes interesados. ( léanse las Altas Cortes y otras lindezas).