Las once relaciones advertidas en el fraseo de la palabra cambio, incitan a renovar, no solo actitudes, sino también cuerpos de representación y aproximación en el arqueado político y accional, cuyos ejes permiten entender y a la vez propiciar cardinales de sentido que representan los mundos posibles o reales de algunos “trogloditas” de la información que todo lo han manipulado con el ropaje o el influjo seleccionado que usa el poder como arma para combatir aniquilar, adecuar, alterar, negar, propiciar y manipular en el ámbito electoral.
En efecto, tanto las voces públicas como las voces privadas, hacen suyas las vertientes de un electorado y unas elecciones, debido a los esfuerzos lingüísticos y comunicativos acentuados por un concepto tubular de verdad que “exprime” hasta la más particular estructura propagandística, tal y como se puede observar en la cartografía política del momento actual y en el espacio político dominicano, donde la palabra cambio ha sido vaciada de su extensivo y verdadero contenido significativo. La direccionalidad del término se aleja de las entradas lexicográficas que presenta el Diccionario del español actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino, Ramos, (Ed. Aguilar, Madrid, 1999, pp. 824-825)
Los campos semánticos y lexicales de la entrada cambio nos muestran, a su vez, el campo semántico intensivo y extensivo de propiedades verbales del término.
La acción de cambiar en el discurso político dominicano, puede mostrar acepciones léxicas y significantes insospechables, como aquellas de que “El cambio es un atraso”, “El cambio es una vuelta al pasado”; “El cambio es el olvido de los gobiernos del sistema”, y otras que se escuchan en los actuales ámbitos electorales, burocráticos, académicos, institucionales y públicos.
Así las cosas, la palabra cambio también se prostituye, se desgasta, se vende, se promueve como esperanza y uso económico (ver; economía de cambio; economía cambiaria, cambio económico, cambio del modelo económico; el librecambio como economía; lo cambiable en el sistema económico; lo cambiable en el sistema económico vigente y otras categorizaciones al respecto).
En un ensayo titulado “La prostitución del lenguaje político” (ver, Odalís G. Pérez: República Dominicana. El mito político de las palabras, Santo Domingo, 2004, pp. 279-298), afirmamos que:
“Lo que realmente prostituye el lenguaje político es el uso, el empleo y la aplicación-acepción de los términos exhibidos en la pantalla informativa pública y privada. La firma, el archivo, el documento, en fin, la memoria del lenguaje y el lenguaje de la memoria política. El término en su recurso dimensional, incoativo, terminativo y figurativo, articula categorialmente el objeto-lenguaje, el lenguaje-objeto y el objeto-mundo mediante sus cualidades semánticas específicas: dimensionalidad, incoatividad, terminatividad y figuratividad (ver, Greimas: 1976, y, 1991)
De ahí que el alcance de la palabra cambio como término eje en el espacio político dominicano (latinoamericano y caribeño) se degrade, se desgaste, se agrande y se empequeñezca debido al debilitamiento pragmático presentado en la pantalla informativa real y virtual en medios televisivos, figuro-radiales y otras mediaciones que reproducen los ejes principales del llamado marketing político.
Debajo de las estrategias, encontramos los signos de una alteridad que, como nos muestra el semiólogo francés Jean Marie Floch (véase, Semiótica, Marketing y Comunicación, Ed. Paidós, Barcelona, 2000), activan todo un campo comercial y político de la significación.
Es importante destacar que en este proceso de incursión política, la palabra cambio admite controles y a la vez descontroles que suponen un enmarque semántico-textual cada vez más acentuado y particularizador. El llamado significado de contexto del término surge y se expresa, habida cuenta de las dimensiones cognoscitivas y políticas que alcanza en su uso la palabra en cuestión: movilidad, mutación, transformación, metamorfosis, desplazamiento, intercambio, reconstrucción y otros campos semánticos estructurados.
Podemos decir que la palabra cambio se concentra y a la vez se moviliza en un doble enmarque semiótico: el de la textualidad y el de la acción. Ambos resignifican la forma-sustancia y la sustancia-forma del cuadraje semántico-político en un contexto del control o descontrol electoral.
El desconsuelo que provoca el uso abusivo del término acusa una instancia señalativa de prostitución lingüístico-enunciativa, tanto en el código semántico-lingüístico, como en los diversos códigos de las acciones políticas, administradas por el cerebro-lenguaje sociopolítico. La proliferación de fases, estados y brechas significantes se manifiesta precisamente en un espacio-tiempo manipulado por los señalados ejes de control pragmático, justificados por el sistema-lengua, el sistema-política, el sistema-sujeto y sistema-sociedad.